Siglo Nuevo

Sin ti no puedo vivir

MISCELÁNEA

Sin ti no puedo vivir

Sin ti no puedo vivir

Adela Celorio

Sufrir de mal de amores es como marearse en un barco: a la gente tu estado le parece divertido, pero tú te sientes morir. Rosa Montero

Toda una vida/ estaría contigo, no me importa en qué forma ni cómo ni cuándo pero junto a ti/ no me cansaría de decirte siempre pero siempre siempre/ que eres en mi vida ansiedad angustia y desesperación…

¡Dios, ¿pero por qué tanta necedad? Como aún transitamos por febrero y el tema es inagotable, sigamos hablando de amor. De amores obsesivos, de esos que al no caber en el pecho, ahogan, y en casos extremos, acaban en un vengativo suicidio: [...] ¡adiós por última vez/ amor de mis amores/ la luz de mis tinieblas, la esencia de mis flores/ mi mira de poeta/ mi juventud, adiós!, escribió Manuel Acuña antes de suicidarse a los 24 años, atormentado por un enamoramiento enfermizo, idealización y la absoluta convicción de que el amado nos ama aunque no lo demuestre.

Obsesión incontrolable de querer a quien no nos puede querer y a quien, en el estado febril que es el enamoramiento, miramos como queremos que sea y no como en realidad es. Amores que acaban por convertirnos en persecutores: ¿qué piensa, dónde, con quién está? Entre más acelera el que ama, más frena el amado. Nada tiene sentido, nada existe y nada puede soportarse si el amado no está cosido al amador. Algo así como un virus que no sabemos cómo ni cuándo se mete en el cuerpo y no deseamos ni tenemos la voluntad de curar.

Delirio, sufrimiento, sentimiento exacerbado, trastorno obsesivo compulsivo dirían los psiquiatras. Enamoramientos desdichados porque la virulencia incapacita para comprender que en el amor, dos que se juntan nunca se mezclan, y siempre existirán en tres ámbitos diferentes: tú con tu historia, tus necesidades, tus proyectos. Yo con mi historia, mis necesidades y proyectos; y tú y yo con la historia que seamos capaces de construir juntos.

Amores bien cimentados en el respeto por la individualidad del otro y en el deseo de crecer y caminar juntos en la misma dirección. Más que una pasión de los sentidos, una calidez interior. Dos corazones que viven en la alegría de estar juntos. Más que grandes e intensas emociones, pequeños gestos amables y cotidianos que dan tersura a la convivencia, aunque difícilmente son materia literaria.

Un “se casaron y fueron muy felices” parece suficiente. Lo que sigue resulta desabrido. Son los amores prohibidos, conflictivos, imposibles, los que por no llegar a consumarse nunca, resultan cantera de inspiración para quienes escriben: Shakespeare y su Romeo y Julieta. El joven Werther de Goethe, Ana Karenina de Tolstói, El gran Gatsby de Hemingway.

La pobre Emma Bovary de Flaubert, perdida siempre en amores que sólo existían en su imaginación, o la monja portuguesa aullando de pasión e implorando desde su celda al infiel: “¿Esta es la recompensa que me das por haberte amado tan emocionadamente? No importa, estoy decidida a darte toda mi adoración y a no querer a nadie más en la vida. Harás igualmente bien en no querer a ninguna otra. ¿Podría acaso satisfacerte una pasión menos ardiente que la mía? [...] te conjuro a que me digas ¿por qué me has hechizado a este punto, sabiendo que habías de abandonarme? [...] ¡Que locura la mía! Ámame siempre. Y hazme padecer todavía más males [...]”.

¡Dios! Qué terrible obsesión, cuánto sufrimiento por unas horas de amor. Y, sin embargo, a sabiendas de que la vida no se justifica por la cantidad de años de cordura, sino por la intensidad de unas horas de locura, también le apuesto a la pasión desbordada, insaciable, de esas que nos convierten en ceniza, porque como escribió Quevedo: Serán ceniza mas tendrán sentido/ polvo serán, más polvo enamorado.

Correo-e: adelace2@prodigy.net.mx

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Sin ti no puedo vivir

Clasificados

ID: 962871

elsiglo.mx