Siglo Nuevo

Sophie Calle

Autorretrato en espejo

De la serie Suite Venetienne, 1980.

De la serie Suite Venetienne, 1980.

Jesús González Encina

En un mundo dominado por los medios de comunicación, donde un público ávido de reality shows siente la necesidad de conectarse para mirarse a través de un espejo; en un mundo donde las redes sociales lo invaden todo, con el peligro latente de exponer nuestra intimidad e invadir la del otro, resalta la figura de Sophie Calle, artista conceptual que ha tomado su vida como materia prima de su obra, y a otros -con o sin su consentimiento- como referencia de su trabajo. ¿Será su obra una metáfora de nuestros tiempos?

Calle nació en París en 1953, al finalizar sus estudios secundarios en 1972, inició un viaje en el extranjero que duró siete años. Cuando regresó a su ciudad natal, se dio cuenta que ya le era ajena, por lo cual se dedicó a recorrerla, reconocerla, recobrarla y fotografiarla para aprenderla nuevamente. De esta manera Sophie se convertiría en una fotógrafa autodidacta y su cámara en el instrumento que le permitiría contar historias de ella y de los extraños que perseguiría, disimuladamente.

El otro y sus barreras infranquebles

En 1979 se le ocurrió invitar gente a su casa, para que durmiera en su cama mientras ella los retrataba y registraba meticulosamente su comportamiento, como si de un documental se tratara, preguntando además, después de cada sesión, sobre sus hábitos de dormir, sueños y conductas.

El resultado de esto fueron 1793 fotografías y 23 textos, que documentan la observación de la fotógrafa, donde la exposición de las personas abandonadas al sueño, en un estado de aparente vulnerabilidad, retratan la imposibilidad de acceder a sus sueños, a su estado psicológico, que siguen siendo un misterio para la artista y el espectador.

En 1980 se dedicó a seguir a desconocidos en las calles, hasta que uno de los hombres al cual siguió durante unos minutos en el día, le fue presentado en la noche. Él le contó que viajaría a Venecia con su esposa e hijas. Sophie decidió seguirle la pista anónimamente y lo encontró en una pensión en la ciudad de los canales, siguió sus pasos durante varios días, hasta que él la descubrió, tras lo que la invitó a tomar un café y se negó a dejarse tomar una última fotografía.

Esta serie de fotografías Suite Venetienne, nos presentan esta pasión que tiene Sophie por observar sin ser vista, por crearse historias al atisbar por las ventanas, entre los rincones, la vida de los otros, que se transforma a través de su lente en un documento que escapa a la vulgar normalidad de la rutina, sugiriendo una existencia excepcional y misteriosa.

Un año después, en 1981, la fotógrafa consiguió un trabajo de mucama en un hotel donde registrará con su cámara el equipaje, las prendas, las pertenecías de los huéspedes. Hurgando entre sus cosas, rastros de su intimidad, imaginando historias, adivinando conductas, describiendo acuciosamente lo que había encontrado, publicando nuevamente un libro que inquieta por la intromisión a la intimidad de extraños, tratando de capturar la presencia fugaz de las personas que habitan un espacio.

¿Artista o narcisista-voyeurista?

En su proyecto, también de 1981, The Shadow (la sombra), Sophie da un giro inesperado en su trabajo. La artista encarga a su madre que contrate a un detective que la siga durante todo el día, sin saber que su objetivo, sabe que es observado por él. Las fotos y el informe del detective, son un escueto y distante documento de un espacio de tiempo en la vida de la artista. En la obra final, Sophie agregó al lado de las observaciones de su perseguidor, sus propias reflexiones, en un juego de espejos enfrentados, donde el otro la refleja parcial y fríamente. En las fotos no aparece nunca el rostro de Sophie, su figura aparece como un espectro, una sombra entre la gente de la calle, frente a los cuadros del museo, en la soledad de un parque, etcétera. Y al final, este juego de espejos se multiplica: el observador es observado al ser cuestionadas o comentadas sus observaciones por Sophie, que se sabe observada, y nosotros como espectadores de la obra nos convertimos irremediablemente en testigos de estos espejos que se desdoblan.

En 1986 Sophie Calle pediría a distintas personas ciegas de nacimiento, que le dijeran cuál era su ideal de belleza, la primera respuesta que obtuvo fue la de un hombre invidente que le dijo que su ideal era el mar: “Lo más hermoso que he visto es el mar, el mar hasta que se pierde de vista”. Esta respuesta sorprendente, nos pone de manifiesto que la belleza, que está íntimamente ligada a la percepción del espectador, no está negada a personas que carecen del sentido de la vista, pues estas, a través de otros sentidos, nos muestran una mirada del mundo diferente y enriquecedora.

Así, Sophie fotografió la mirada de niños, hombres y mujeres, y al lado de sus imágenes, colocó por escrito su descripción de la belleza: una oveja, un cuarto decorado por el entrevistado, etcétera, y debajo de esto, la artista a través de otra fotografía intentó reproducir, guiada por sus entrevistados, el ideal de su belleza. Es, por lo tanto, una obra conmovedora, donde la artista se deja guiar por la mirada de aquellos que ven el mundo a través de otros ojos.

En 1992 Calle se embarcó con el cineasta Greg Shepard, en un viaje por los Estados Unidos, filmando su relación de pareja que terminó en una boda en las Vegas, con anillos rentados, metáfora elocuente de su débil relación sentimental. Las diferentes situaciones a las que se enfrentó la pareja durante el viaje y los diálogos entre ellos, se superponen a monólogos interiores. Las voces en off de Sophie y Shephard, funcionan como un diario íntimo que refleja los miedos y emociones en su relación que termina en ruptura. Al finalizar la filmación, donde la artista rompe los límites entre la crónica, la ficción y la realidad, en un ademán narcisista-voyeurista, el arte refleja a la vida. Y es que la Calle no tiene pudor en exhibir su intimidad, su entorno, que a través de su mirada es su fuente de inspiración.

Los infinitas cauces de la interpretación

Esto lo demostró también en uno de sus más recientes trabajos: Prenez soin de vous (Cuídate mucho), instalación realizada en el 2007 para presentase en el pabellón francés de la Bienal de Venecia.

Sophie recibió un correo electrónico de ruptura por parte de su pareja -acaso signo de nuestros tiempos- una despedida tan impersonal como inquietante, que terminaba con la ambigua frase “cuídate mucho”. La artista no supo qué responder, no entendió si esta era una ruptura definitiva o dejaba abierta la posibilidad de una reconciliación. Por eso tomó la recomendación al pie de la letra y para consolarse, es decir cuidarse, les pidió a 107 mujeres que le ayudaran a interpretar el correo. Estas mujeres, cada una desde su profesión, mirada y perspectiva; corrigieron, criticaron, actuaron, cantaron, bailaron, sufrieron, en fin, agotaron toda posibilidad de interpretación del mensaje. Esto dio oportunidad a que la artista, tomara su tiempo para digerir a su ritmo la ruptura.

El resultado es una impactante instalación -exhibida, por cierto, en este año en el Museo Marco de Monterrey- compuesta por fotografías, videos y textos, que no es otra cosa más que un análisis, una disección de una ruptura, que transita a través de los testimonio de las diferentes mujeres invitadas a interpretar este adiós.

Fascinante testimonio de un rompimiento, donde la visión femenina se impone en sus múltiples matices, el amor, el desamor, el sexo, la soledad, la indignación, la tristeza, la euforia, la solidaridad, etcétera.

Como podemos ver Sophie Calle ha hecho de su vida y la mirada a los demás la veta de donde se nutre su arte. Admirada por muchos y criticada por otros, acusada de voyeurista, ha enfadado no a pocos por su manera tan directa de meterse en la vida de los demás y exhibir la suya sin pudor.

Esta exposición continua de su vida, ha hecho que la obra de Calle, sea un perenne autorretrato, un performance continuo, donde la realidad, se mezcla con la ficción. Un autorretrato que necesita de la mirada del otro, de la mirada de nosotros los espectadores, que nos podemos sentir, fascinados y seducidos por su visión del mundo, por la poesía y nostalgia de sus instalaciones que pueden parecer a su vez inquietantes e invasivas miradas de una realidad que se multiplica a través de la visión y el reconocimiento del espectador.

Correo-e: jesus_gencina@hotmail.com

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