Anteriormente se consideraba dolor crónico a aquel que persistía durante seis meses o más, pero ahora se parte de que el dolor agudo tiene un máximo de 30 días y el crónico de más de 30. (ARCHIVO)
Entre 28 y 35 por ciento de la población mexicana vive con dolor crónico, cuyo tratamiento representa todo un reto terapéutico para lograr que los afectados tengan una mejor esperanza y calidad de vida.
Miguel Angel Genis Rondero, anestesiólogo del Hospital Magdalena de Las Salinas del IMSS, indicó que la cifra de incrementa de manera dramática “si a ello le agregamos el dolor agudo, que es de tipo post operatorio o post traumático”.
Durante el Simposio Internacional del Dolor 2014 que se efectúa en este puerto, comentó que normalmente en el dolor agudo se encuentran quienes han tenido accidentes en carreteras, oficinas, el trabajo o la casa, además de los que se operan.
“Lo que se ha buscado mucho es tener un hospital sin dolor, lo que significa tratar de que aquellos pacientes que ingresan a un quirófano, que sabemos cual es la causa de su dolor, se le dé un tratamiento específicamente para mitigarlo”.
Explicó que anteriormente se consideraba dolor crónico a aquel que persistía durante seis meses o más, pero ahora se parte de que el dolor agudo tiene un máximo de 30 días y el crónico de más de 30.
El especialista mencionó que el dolor crónico afecta más a las personas de la tercera edad, pues ante el incremento de la esperanza de vida están en apogeo las enfermedades crónico-degenerativas como la artritis reumatoide, la osteoporosis, la osteoartrisis y problemas en el cuello, la cadera y las rodillas.
Cuando se habla de dolor, dijo, se puede uno referir sólo al dolor per se o a la discapacidad funcional. “Yo puedo tener dolor e irme a trabajar, pero si tengo un problema de dolor en cadera que me incapacita para moverme e ir a trabajar entonces hablo no sólo del dolor, sino de éste y de la disfuncionalidad de la persona”.
Comentó que en las enfermedades crónico degenerativas ya no se considera al dolor como un signo, sino como una enfermedad, porque se le asocia a una comorbilidad muy importante.
“Una persona de 60 a 70 años que tiene dolor crónico localizado en una articulación llega a una consulta y dice ‘me duele, no pude dormir, tengo alteraciones de sueño, ya no como muy bien, se me va el apetito, amanezco de malas, no descanso, tengo angustia, depresión, ansiedad…
“Entonces tratar a las personas con dolor crónico no es fácil, sino un reto terapéutico, porque no únicamente hay que tratar el dolor sino toda esa comorbilidad que se le ha asociado”.
Genis Rondero estableció en ese contexto que “lo que nos preocupa en este momento es que las personas con dolor crónico tengan una mejor esperanza y calidad de vida”.