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Tasas de interés y éxodo de capitales

Salvador Kalifa

Hace unos años, cuando la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos (EU) empezó su política de relajamiento cuantitativo para disminuir sus tasas de interés de largo plazo, la queja de las naciones emergentes, entre ellas Brasil y México, era que dicha medida fortalecía sus monedas.

Ahora el problema es el opuesto. Según se retira el estímulo monetario en EU y se espera un alza de tasas de interés, hay un regreso de capitales que se invierten en los bonos de ese país; pero al mismo tiempo disminuyen la demanda y, por tanto, los precios de los activos de las naciones emergentes, entre los que se cuentan sus monedas, sus bonos y las acciones de sus empresas.

En ese contexto, el gobernador del Banco Central de Brasil, Alejandro Tombini, equiparó la inminente alza de tasas de interés en el mundo desarrollado a una gran aspiradora que sacará al capital externo de las economías emergentes.

El monto de bonos y acciones de los países emergentes que los extranjeros han acumulado en años recientes es impresionante. El trastorno potencial que pudiera causar una salida masiva de capital sería, por tanto, bastante significativo.

La mayoría de los países emergentes, en particular México, son menos vulnerables a una crisis de contagio de lo que lo eran en años pasados, pero eso no impide que inversionistas nerviosos pudieran provocar un ambiente de turbulencia del que ninguno saldría bien librado.

A fines de enero varios bancos centrales de países emergentes, entre los que se encuentran Argentina, Brasil, India, Turquía y Sudáfrica, elevaron sus tasas de interés, con el fin de reducir la inflación y contener el éxodo de capital para apoyar sus monedas.

En México, en cambio, nuestro banco central decidió en su junta de enero mantener su tasa de interés de referencia, lo que es una decisión riesgosa ante un entorno internacional tan frágil, una inflación superior a la de nuestro principal socio comercial, y una previsión de un mayor déficit público en nuestro país.

Este es, de hecho, un mal año para aumentar el déficit gubernamental, puesto que habrá menos disponibilidad del capital externo para financiarlo. No obstante, nuestras autoridades, quizá esperanzadas en la buena opinión extranjera sobre México, tampoco han hecho adecuación alguna al presupuesto para 2014.

La calma parece regresar en estos días a los mercados financieros, pero sería un grave error caer por ello en la complacencia y concluir que nada tenemos que hacer. Considero que la tranquilidad actual es tan solo una pausa mientras aparece la próxima excusa, probablemente vinculada a alguno o varios de los mismos factores que ocasionaron los trastornos recientes, para que se reanude la volatilidad en los mercados emergentes.

Pero aun sin mayor volatilidad, la perspectiva de que EU se está moviendo hacia mayores tasas de interés hace muy difícil que las naciones emergentes puedan mantener sus tasas bajas. Según analistas de Citigroup y Goldman Sachs, las tasas de interés reales en las naciones en desarrollo son demasiado bajas como para poder detener la peor estampida de capital de mercados emergentes en los últimos cinco años.

Esa opinión deberían tomarla muy en cuenta nuestras autoridades, en particular el Banco de México (Banxico), puesto que la tasa de interés real de corto plazo en nuestro país es alrededor de cero o negativa.

Es muy probable, por tanto, que nuestra buena imagen, incluso con la mejora reciente en la calidad crediticia, no sea suficiente para encontrar, a esas tasas, el dinero necesario para financiar el déficit previsto del sector público. Se requerirá, muy probablemente, que los bonos gubernamentales mexicanos ofrezcan mayores rendimientos, esto es, mayores tasas de interés.

Esa conclusión no cambia a pesar de todo lo que se ha hablado sobre los beneficios de las reformas estructurales en México, puesto que la gran mayoría dejó mucho que desear. La única que pudiera salvarse es la energética, pero ello depende de leyes y reglamentos que todavía no conocemos ni han sido aprobados.

En consecuencia, es muy temprano para poner cifras al posible flujo de inversión directa y de cartera asociado a dicha reforma, pero no es muy aventurado afirmar que poco o nada se verá en 2014. No olvidemos, además, que el flujo de capital hacia y desde los mercados emergentes depende mucho más de lo que sucede afuera que de lo que se hace dentro de ellos. Me temo que México no es la excepción.

En ese contexto, considero que la expectativa de alza en las tasas externas y la fragilidad de las economías emergentes complicarán el financiamiento del déficit público, presionarán en varias ocasiones al peso y quizá obliguen a Banxico a elevar su tasa de referencia antes de lo que muchos esperan.

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