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Angélica López Gándara

Alguna vez escribí un artículo que titulé La profesión más antigua del mundo. En aquella ocasión, alguien me dijo que el nombre era incorrecto. “¿No es ninguna profesión. Acaso tienen que hacer una licenciatura, maestría o doctorado para ejercer ese oficio?”. Refuté diciendo que en general se le nombra «profesional» a la persona que cobra dinero por realizar alguna actividad, a diferencia del que no recibe paga, que es el amateur o aficionado.

Lo que sí creo es que no sabemos muy bien qué tan antigua sea como profesión, pues desconocemos cuántos siglos hace que las relaciones sexuales se comenzaron a utilizar como un servicio de compra y venta. Aunque al parecer surgió a la par de la institucionalización de la familia, ya que muchas mujeres se vieron en la necesidad de buscar el sustento a los hijos que no tenían un padre que los reconociera como tal.

Caminando por las calles de Torreón, uno puede dar cuenta del gran comercio sexual que existe: ya sea la prostitución de burdel o de calle, en cantinas como en “El Tropicosas”, en avenidas como la Morelos, o al final de la Ramón Méndez, rumbo al aeropuerto. En esta ciudad, existen muchos prostíbulos, como en otras ciudades, que se establecen como cantinas, table dance, salas de masajes o estéticas.

Es de llamar la atención que en muchos estados de la Unión Americana, anuncien, sin el menor recato, las clínicas donde se practica el aborto, pero contradictoriamente se cuidan mucho de disimular los lugares de prostitución. En Texas, por ejemplo, el aborto es legal, pero la prostitución no. En Estados Unidos, son pocos los estados donde el comercio sexual es totalmente legal (por ejemplo, Las Vegas, la ciudad del pecado). Es extraño que las leyes, surgidas de la moral de la población, sean tan desequilibradas. En México no estamos muy avanzado que digamos.

En Coahuila, la prostitución -entre adultos, por supuesto- está permitida siempre y cuando se ejerza en los zonas dispuestas para ello. ¿Establecimientos creados ex profeso? He aquí la vaguedad. Recordemos que en la administración de Carlos Román Cepeda, en 1997, fue demolida la zona roja de nuestra ciudad, y a cambio se construyó el parque deportivo Los Fundadores.

El cierre de la Zona de Tolerancia no disminuyó la solicitud de este servicio, a pesar de que algunas personas dejaron de ejercer la llamada “profesión más antigua del mundo”. No obstante, el resto buscó acomodo en una calle, esquina y, si su físico y edad se lo permitieron, en un lugar establecido.

Llama la atención que hace cuarenta años la prostitución era un servicio casi exclusivo de mujeres para hombres; se podría decir que se comerciaba con el sexo socialmente permitido. Sin embargo, desde hace años los jóvenes homosexuales también han entrado abiertamente a este mercado. Igualmente, existen hombres heterosexuales que son contratados por mujeres, y mujeres que contratan mujeres. Pero está claro que las mujeres como consumidoras de este servicio y quien se los presta, todavía no salen a las calles, sino que está presentes a través de los medios de comunicación, como periódicos e internet.

Al parecer, el cierre de la Zona de Tolerancia trajo beneficios inmediatos, pero no a largo plazo, ya que el negocio de la prostitución cada día va en aumento y, en consecuencia, el control sanitario se complica más. El conflicto real de la renta de cuerpos no es que caminen o no por las calles: lo grave es el problema de salud pública que existe en torno a ello. Las personas que se prostituyen arrojan estadísticas alarmantes sobre este tema. Es un fenómeno social triste, especialmente, por la proliferación de enfermedades asociadas a este oficio, como la drogadicción, alcoholismo, sífilis, herpes, gonorrea y sida, entre otras.

La Secretaría de Salud es incapaz de mantener un control de todas las personas que se dedican a esta actividad, porque es prácticamente imposible; sin embargo, esto no justifica que haya tanto descontrol.

Desafortunadamente, la prostitución no va desaparecer por la «buena conciencia» de nuestros gobernantes, pues no está en sus manos inhibir la sexualidad de los demás. La forma más efectiva para disminuir la patología asociada a esta actividad, es difundiendo las formas de prevención y terminando con la corrupción. Sí, que realmente se exijan las cartillas de salud y que no se acepten «mordidas» de quien no cumple con los requisitos para ejercer la prostitución.

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