En Toluca no escuchamos una gran visión compartida por los líderes de Estados Unidos, Canadá y México.
No llegó la idea-fuerza conjunta para convencernos a nosotros mismos de que hoy es el momento de América del Norte. No hubo un cambio en la narrativa ni se innovó la conversación.
Washington, Ottawa y la Ciudad de México no se comprometieron a tomar como un bloque unificado las grandes decisiones para hacer de América del Norte la región más competitiva del mundo.
Las iniciativas sobre energía, educación, facilitación comercial y de viajes, medio ambiente y cooperación en seguridad representan un enunciado de lo que cada uno está dispuesto a hacer por su lado, pero están lejos de constituir una hoja de ruta respecto a lo que los tres gobiernos se proponen hacer juntos.
La atención de los líderes y sus preocupaciones centrales están en otra parte. Las exigencias políticas internas dominan su agenda.
Al presidente Barack Obama le quedan casi 35 meses en el poder, pero algunos ya empiezan a llamarlo pato cojo. Sigue siendo admirado por los mexicanos, pero se ha convertido en el "deportador en jefe" de nuestros compatriotas migrantes.
Encontró tiempo en Toluca para ocuparse de Ucrania y Venezuela, pero su idea de poner al día a América del Norte a través del Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP) enfrenta un serio obstáculo en la firme negativa de los legisladores de su propio partido a otorgarle la autorización para negociarlo por la vía rápida.
El primer ministro Stephen Harper tuvo un 2013 plagado de escándalos, y después de ocho años al frente del gobierno acusa un marcado desgaste: 68% de los electores piensa que es deshonesto y que no rinde cuentas. En las intenciones de voto para la elección federal que tendrá lugar a más tardar el 19 de noviembre de 2015 está siete puntos detrás de Justin Trudeau, el líder de los liberales, hijo del legendario Pierre Elliott Trudeau.
Además, México no está entre las prioridades de Harper. En su reciente gira a Israel, cuyo comercio bilateral con Canadá asciende a 1,400 millones de dólares y que ocupa el lugar 44 entre los destinos de las exportaciones canadienses, llevó una comitiva de más de 200 personas. México ocupa el lugar 5 y su comercio bilateral con Canadá asciende a 31,000 millones de dólares, pero el primer ministro vino a nuestro país con una comitiva más que discreta y se negó a quitar el requisito de visa establecido por su gobierno para los mexicanos.
El presidente Enrique Peña Nieto recibió elogios por sus recientes reformas en México, pero su visión de hacer de América del Norte una plataforma manufacturera y logística que aproveche sus sinergias y complementariedades de recursos naturales, capital humano y tecnología se ve opacada por los graves problemas de inseguridad pública en muchos lugares de nuestro país.
Cada cumbre de líderes de gobierno es vista como una oportunidad extraordinaria para que éstos den un jalón a la historia, destraben negociaciones atoradas, propongan soluciones compartidas a problemas comunes y dibujen la gran visión que pueda motivar a sus ciudadanos. Invariablemente, los hechos se quedan a la zaga de los grandes propósitos expresados en las cumbres, y la de Toluca no ha sido la excepción.
Quienes en Estados Unidos, Canadá y México estamos involucrados en los intercambios de negocios, en la cooperación entre estados y municipios, en proyectos de investigación conjunta entre universidades, en iniciativas comunes en los ámbitos cultural y artístico, o en el reconocimiento de la contribución de los trabajadores migrantes al desarrollo local, tenemos laresponsabilidad de entregar mejores cuentas que estos tres "amigos".