Como muchas historias, la del diluvio universal es demasiado conocida; aunque se halla en la Biblia, como muchas historias demasiado conocidas, pocos la recuerdan con precisión.
Ya en el Génesis (6.5-8), "viendo Dios que había mucha maldad en la tierra y que todos los pensamientos de corazón se dirigían siempre hacia el mal, le pesó haber hecho al hombre sobre la tierra, y doliéndole en el fondo del alma, dijo: Voy a borrar de la superficie de la tierra al hombre que he creado; borraré desde el hombre hasta los animales, desde los reptiles hasta las aves del cielo, porque me pesa de haberlos hecho. Pero Noé había hallado favor a los ojos del Señor", por lo que le ordenó fabricar un arca de palo resinoso, pues iba a hacer que se precipitaran "las aguas del diluvio sobre la tierra para matar toda carne en que haya aliento de vida bajo el cielo; todos los seres vivientes que hay en la tierra perecerán. Pero yo haré una alianza contigo: tú y tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos os meteréis en el arca.
Meterás también dentro del arca para que se salven contigo un par, macho y hembra, de todos los animales de toda especie.
Pájaros de cada especie y reptiles de la tierra de cada especie: se meterá contigo en el arca un par de cada especie para que puedan sobrevivir". Y Noé hizo lo que Dios le había mandado.
"El año seiscientos de la vida de Noé, el segundo mes, el día diecisiete de ese mes, reventaron todas las fuentes del gran abismo, y las compuertas del cielo se abrieron, y cayó sobre la tierra una lluvia que duró cuarenta días y cuarenta noches".
"Pereció toda la carne que se movía sobre la tierra, pájaros, animales, ganado, reptiles que se arrastran por la tierra; en fin, todos los hombres". "Las aguas cubrieron la tierra durante ciento cincuenta días".
Cuando las aguas comenzaron a bajar, el arca se asentó "sobre las montañas de Armenia el día veintisiete del séptimo mes". Se sabe que, pasados 50 días, "Noé abrió la ventana que le había hecho al arca y dejó salir un cuervo, que revoloteó sin rumbo en tanto las aguas se secaban sobre la tierra". Luego envió una paloma, que no encontró donde posarse, por lo que volvió a buscar refugio en el arca. Siete días después, Noé volvió a soltar a la paloma, "la cual regresó por la tarde trayéndole en el pico una ramita de olivo con sus hojas verdes, de donde entendió Noé que las aguas habían bajado en la superficie de la tierra. Sin embargo, esperó todavía otros siete días, y soltó otra vez a la paloma, la cual ya no volvió".
Hacia el año mil, en Umbria, el teólogo italiano Carmelo Soldano se propuso pergeñar un bestiario ilustrado que contuvier la descripción de los animales salvados en el arca. Conjeturó acerca de los destinos del cuervo y de la paloma eludiendo simbolismos, e indagó piadosamente en todos los animales puros y todas las aves puras que Noé ofreció en holocausto en el altar que le había construido a Yaveh. Sin temor a la herejía, sospechó que todos los animales puros y todas las aves puras desaparecieron entonces de la creación. Según lo escribió en su Informe sobre los feriados, elevado a la superioridad, supo que ciertos pájaros blancos son en realidad las almas de los réprobos que los domingos tienen permiso para salir del infierno y que "los reptiles que se arrastran por la tierra vigilan el tiempo". Fue una visión en el bosque o acaso el murmullo incesante del bosque, lo que le reveló que en un solo animal pueden converger todos los animales, que un sólo animal puede contener el infinito.
Ocho siglos después, Jules Michelet, que se hallaba absorto en el "terrible siglo XVI", sostuvo que el nombre del insecto es "el infinito viviente". En El insecto recordaba que "todo ser vivo mantiene a otros en su superficie, en el espesor de sus sólidos, en sus fluidos y su sangre. Cada insecto es un pequeño mundo habitado por otros insectos y éstos a su vez contienen a otros".
Entre los apuntes obsesivos de Carmelo Soldano, abundan los esbozos que representan de diversa manera la rama de olivo.
Creía que las plantas se relacionaban vitalmente con los insectos, que a cada planta le correspondía al menos un insecto, por lo que adivinaba que en esa ramita de olivo debió sobrevivir al diluvio un insecto o más. Infirió que no sólo había existido el arca que construyó Noé, sino que hubo otras acaso secretas. Sus dibujos derivaron en distintas formas posibles hasta que finalmente encontró la imagen minuciosa de esa arca que contenía a todos los seres de la creación, de la que podían surgir de nuevo los insectos y las aves, los peces y los reptiles, la hiena, el elefante y el rinoceronte, Noé y su familia. Ese dibujo reproducía con fidelidad la imagen de una cucaracha.