Siglo Nuevo

Una buena palabra

CUARZO ROSA

Una buena palabra

Una buena palabra

Cecilia Lavalle

Me dicen que no use la palabra feminismo. Me sugieren que no diga que soy feminista. Como si fuera una mala palabra. Pues bien, sostengo que el feminismo es lo mejor que le ha pasado a la humanidad.

No ignoro que la palabra tiene mala fama. No es casual. Es que el feminismo es un impertinente -como afirma Nuria Varela (Feminismo para principiantes, Ediciones B, 2005)- porque desde siempre ha cuestionado el orden establecido. Un orden en el que las mujeres salimos perdiendo.

El feminismo nació a finales del siglo XVIII, de la mano con las grandes ideas que inauguraron la democracia moderna y los derechos humanos. Libertad, igualdad y fraternidad fueron conceptos luminosos.

El problema fue que quienes establecieron un nuevo orden basado en la idea de que la igualdad y la libertad eran derechos para todos, excluyeron a las mujeres. ¿A cuáles? A todas. ¿Por qué? Por ser mujeres.

Como se supondrá, algunas mujeres, y también hombres, comenzaron a formular preguntas en voz alta: ¿Por qué se excluye a las mujeres?, ¿por qué se afirma que todos los individuos nacen libres e iguales en derechos y luego se excluye a las mujeres?, ¿por qué sólo los varones pueden tener libertad y derechos? Lo dicho, preguntas impertinentes.

Y además comenzaron a ofrecer argumentos con las mismas categorías -igualdad y libertad- para sostener que las mujeres teníamos derecho a tener derechos y que era un absoluto contrasentido dejarnos bajo la tutela y autoridad de los hombres. Nacía el feminismo.

De modo que el feminismo se sustenta en una idea de elemental justicia. Su esencia es la igualdad y la libertad. Sostiene que las mujeres deben poder ejercer cada derecho humano sólo por ser humanas. Sostiene que es injusta e indebida la discriminación de las mujeres. Y rechaza que en las relaciones entre hombres y mujeres se justifique una jerarquía donde invariablemente sean los hombres quienes manden (en la casa o en los espacios públicos) y las mujeres las que obedezcan.

Así, la impertinencia de las feministas, del siglo XVIII a la fecha, ha conseguido para todas las mujeres -aun para quienes no han oído del feminismo o afirman que ni por error son feministas- todos y cada uno de los derechos que hoy gozamos.

Que las mujeres podamos estudiar, ejercer una profesión, tener un comercio o empresa, casarnos con quien nos dé la gana o no casarnos, divorciarnos, administrar nuestros bienes, votar, ser electas, decidir si queremos o no ser madres, y que nunca más se considere natural o adecuada la violencia contra nosotras, entre muchos otros, ¡son logros del feminismo!

¿Por qué, entonces, no debo decir tan buena palabra?

La mala fama que se le hace al feminismo suele provenir de quienes no están de acuerdo con la igualdad y la libertad para las mujeres. Y hacer eco de esa mala fama es abonar, aun sin querer, a la desigualdad, la discriminación y la violencia contra las mujeres.

Me asumo orgullosamente feminista. Me siento en deuda con las feministas de otros tiempos. Y me siento privilegiada por coincidir en esta época con otras feministas que trabajan por un mundo con más libertad e igualdad para todas las mujeres.

Y si eso le parece mal a alguien, lo siento (no mucho). Ya le dije, el feminismo es un impertinente. Y lo seguirá siendo. Para bien.

Correo-e: cecilialavalle@hotmail.com

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Una buena palabra

Clasificados

ID: 1036442

elsiglo.mx