"El todo es más importante, que cualquiera de sus partes"
En la actualidad existe una sentida preocupación, en la mayoría de las preparatorias de todo el país, por la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS), que conformará el Sistema Nacional de Bachillerato (SNB), ya que no existe claridad en la parte metodológica al momento de implementar la citada reforma, lo anterior aunado al Servicio Profesional Docente (SPD), que viene a complicar el panorama ya que incorpora perfiles, parámetros e indicadores de desempeño, para los profesores de nuevo ingreso y para los que se ya se encuentran en servicio.
Todo lo anterior se problematiza, al incorporar el enfoque de una educación basada en competencias (EBC), en el perfil de formación de los futuros bachilleres. Este enfoque se ha utilizado indiscriminadamente, como una meta a la que deberá llegarse en todo aprendizaje. El problema es que, para la mayoría de los profesores, no queda claro el aspecto metodológico del término, es decir, "cómo entrarle" a las famosas competencias.
Es aquí donde surgen preguntas difíciles de contestar, por ejemplo: ¿Es más importante ahora, el desempeño que el desarrollo humano en nuestros alumnos? ¿Cómo decirles a los estudiantes que amar a la patria, ser solidarios con el prójimo o conmoverse con la poesía, son atributos por demás valiosos, pero no son considerados como competencias?
En su disertación sobre "Las repercusiones sociales de una política educativa importada" El maestro Guadalupe Poujol Galván, nos obsequia una valiosa reflexión acerca del origen de la Alianza por la Calidad Educativa, en donde nos sugiere que entremos a la página del Banco Mundial (BM) en Internet y encontraremos que la mencionada política recibe todo el respaldo de dicho banco. Para el BM la educación pública debe ser rentable, por lo que las escuelas, deberán abrirse a la participación del capital privado, a la capacitación docente, la certificación de habilidades y por supuesto la evaluación de resultados.
Este acuerdo es pertinente con la visión de la educación como valor de cambio, es decir el evaluar los resultados del aprendizaje en función a las competencias logradas; así, se compra y se vende lo que se sabe hacer, pero otros rasgos como el saber ser y el saber convivir, no cuentan o no se les asigna valor.
En esta perspectiva reduccionista no se consideran los procesos afectivos y socioculturales que sirven como base del aprendizaje; considerados como procesos fundamentales de la educación y que tienen que ver con la capacidad de amar y desear, amar a la naturaleza, al saber, desear ser alguien que sabe, considerarse parte de una comunidad y muchos etcéteras; por ello la educación no puede limitarse solo a evaluar competencias.
Las pruebas estandarizadas difícilmente podrán dar cuenta de los más importantes procesos formativos: la reflexión sobre sí mismo, sobre el mundo, la autorregulación, la genuina comunicación, el reconocimiento y la solidaridad, la capacidad de negociar y gestionar con otros la mejora continua del ambiente grupal. Si estos aspectos no se evalúan ni cuentan para los estímulos económicos, ¿quién se va a preocupar de promoverlos?
Evaluar con una misma prueba a todos los escolares niega la desigualdad social y la diversidad cultural. No tomar en cuenta las condiciones de vida y la distancia cultural entre los niños y las escuelas, propicia más discriminación y exclusión social. ¿Qué escuela va a querer aceptar a niños lentos, desatentos, con dificultad para aprender, pobres, hablantes de una lengua indígena, en extra-edad, lo que seguramente les hará bajar sus puntajes? Seguramente ninguna.
El lugar social que se asigna al docente en esta alianza es de descalificación: se le imponen programas, medios y fines, además del multicitado enfoque por competencias, se le vigila estrechamente, se le premia si logra alcanzar los criterios de calidad definidos por otros en otro lado. Pero por supuesto no se le reconoce su capacidad creativa para hacer frente a las problemáticas de la diversidad de los alumnos.
Los estudios sobre sistemas educativos, destacan como vía para mejorar la calidad de las escuelas, el trabajo colegiado de los docentes; se ha demostrado que estos lineamientos internacionales, rompen con la posibilidad de colegiabilidad, ya que ponen a competir a los docentes entre sí por los estímulos económicos; si bien es cierto que se van a estimular los resultados, no habrá tiempo para promover procesos educativos colectivos, que son los que promueven una mayor calidad.
El Banco Mundial no toma en cuenta nuestra historia, ni nuestro contexto, por lo que va en contra de una cultura pedagógica tan necesaria en México, además de ser regresiva en muchos aspectos.
Los educadores mexicanos, estudiosos, expertos e interesados en la educación, somos capaces de construir políticas y estrategias para superar los grandes problemas de la educación pública, dialogando con los que toman decisiones y controlan los presupuestos. Si reconocemos que esta es una tarea prioritaria, asumamos entonces nuestra responsabilidad.
Agradezco sus comentarios a: rolexmix@hotmail.com