Unidos. La pareja en tiempos sin dificultades, en momentos en que imperaban en Iguala.
Con una sombría alianza que iba más allá de los votos matrimoniales, el exalcalde y su esposa tenían un largo historial de actos sangrientos y lazos con el crimen organizado antes de ser detenidos.
A la espera de que las autoridades den con el paradero de Felipe Flores, el secretario de Seguridad Pública de Iguala, Abarca y Pineda son considerados piezas clave en este caso que ha dado la vuelta al mundo.
Padres de dos hijas de 24 y 17 años, y de un hijo de 14, la pareja se esfumó el pasado 30 de septiembre tras pedir él una licencia de 30 días.
Fue apenas cuatro días después de una violenta acción coordinada por la Policía local y el grupo mafioso Guerreros Unidos contra un grupo de estudiantes de la Escuela Rural Normal de Ayotzinapa, en Guerrero.
Aquel suceso, ocurrido en una sangrienta noche que Iguala nunca olvidará, se saldó con seis muertos a tiros y la desaparición de 43 jóvenes, que las autoridades siguen sin encontrar pese a las intensas investigaciones y el despliegue de policías y militares por todo el territorio nacional.
Según relató Abarca en una entrevista a la emisora mexicana Radio Imagen un día antes de evaporarse, aquella noche él se encontraba en un acto público, la presentación del segundo informe de gestión del Sistema Integral para el Desarrollo De la Familia (DIF) a nivel municipal por parte de su esposa, titular del organismo.
Mientras la pareja bailaba al son de la alegre música de un concierto con el que concluyó aquel evento, que marcaba el inicio de la campaña de Pineda para reemplazar a su marido en la alcaldía, en otro punto de la población se producía la acción criminal, de la que Abarca se deslindó desde el principio de forma rotunda.
"Yo no fui el que dio la orden, mi orden fue únicamente y exclusivamente que no me tocaran a ningún estudiante y que no les pasara absolutamente nada", aseguró.
Su fuga y el testimonio de algunas de las más de cincuenta personas detenidas por este caso, entre policías a sueldo del crimen organizado y sicarios y cabecillas de Guerreros Unidos, parecen señalar todo lo contrario, al igual que varios sucesos del pasado que marcaron con sangre la trayectoria de Abarca y Pineda.