Por andar tomando remedios sin consultar, el domingo en la tarde me vino una descompensación e ingresé al Sanatorio Español.
Se alteraron los signos vitales y no había tiempo que perder, así que directo a la ambulancia y "fierro", pa'l hospital.
Mal llegué y ya estaban esperándome los doctores Javier Palacios y Alberto Bazzoni, quienes después de regañarme, procedieron a estabilizarme y me pasaron a terapia intensiva.
Esa área asusta a cualquiera, pero no habían pasado unos minutos, cuando ya estaban ahí dos de los muchos ángeles que yo conozco en ese sanatorio: Manuelita y Olivia, enfermeras que siempre me han atendido con eficiencia y diligencia.
Ya crucificado y conectado a varios aparatos que a ratos sonaban y sonaban para reportar divergencias, me fui tranquilizando cada vez más, hasta entender que todo iba a ir bien, y más después que estuvo ahí mi amigo Jorge Silva y me confesó y me impuso los óleos de la salud.
Por cierto que en una visita posterior, Jorge se equivocó de cuarto y fue a tocar a otro donde estaba una persona muy grave. Como sólo tocó y entró, al verlo el enfermo con todos sus hábitos, creyó que iba a morir y se llevó el susto de su vida. Cuando Jorge comprobó que se había equivocado, sólo se disculpó y salió.
Mención especial por cierto, merecen las monjas que con gran amor y espíritu de servicio, ofrecen sus servicios de intercesión en el sanatorio. La monja Chonita que está en terapia, lleva la vida a cuestas y no deja de ofrecer la confesión y la comunión.
Cuando pasamos por trances como el que comento, pensamos "¿dónde está Dios?", y se nos olvida que cuando el alumno está presentando examen el Maestro permanece en silencio, pero siempre está ahí.
Mi amiga Sharon me mandó una frase bellísima: "Somos seres humanos llenos de emociones en un mundo de alfileres". Cualquier movimiento en falso nos acerca a esos alfileres y ahí acaba todo. Por cierto, aprovecho para agradecerle a Sharon y Pancho, la frazada tan rica que me mandaron, porque al usarla sentía que toda mi familia y amigos me estaban abrazando y dando calor.
Tengo muchos amigos, pero Francisco es mi amigo más solidario. No había pasado una hora de mi ingreso cuando él ya estaba al lado de mi cama, viendo qué se ofrecía. Luego se harían presentes muchos más, pero él siempre es el primero.
Qué grato es llegar a un lugar donde te tratan bien y te prestan un excelente servicio, como es el caso del Español.
Soy un ser privilegiado, porque tengo una familia solidaria y amorosa. Todos de una forma u otra estaban al pendiente de mi salud y orando para que todo saliera bien, como finamente salió.
Palacios, que siempre me regaña, hoy se ensañó, pero no le discuto porque sé que lo hace por mi bien. Sin embargo, le pedí sólo una cosa: "Garantízame quince años de vida, porque tengo un compromiso muy importante que cumplir."
Les prometí a Bárbara, mi adorado terremoto y a Sofía, la dulce, que cuando cumplieran quince años las iba a llevar a París y debo cumplir esa promesa. "El ochenta por ciento depende de ti, yo sólo te puedo ayudar con el veinte", me respondió Javier. Pues sea, pondré de mí todo lo necesario para que en compañía de mis hijas vea de nuevo la Torre Eiffel y el Molino Rojo.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".