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Veinte años después

ADELA CELORIO

¡Que viene Marcos! ¡Que se dirige a la capital! ¡Que viene con pasamontañas y armado! -Que venga como quiera, dijo Fox. "Yo eso lo arreglo en 15 minutos", había fanfarroneado Vicente en su campaña. Marcos no desaprovechó la fanfarronada: "Fox lo que quiere es la foto" - dijo- y se burló del presidente antes, durante y después del largo peregrinaje desde Chiapas hasta esta capital; donde arropado por sus huestes desfiló en triunfo hasta llegar al Zócalo para ser aclamado con fanfarrias y emoción por los miles de seguidores que lo recibieron al grito de: "Todos somos Marcos". Con sus alegatos, su discurso poético y sus expresivos ojazos. Con su complexión atlética y el halo de misterio que le daba el pasamontañas; Marcos había conquistado la solidaridad de franceses, italianos, españoles y holandeses que incluso formaron asociaciones civiles en apoyo del movimiento zapatista. Que sí. Que no. Que siempre sí se les abrirían las puertas y se les autorizaba a tomar la palabra en el Congreso de la Unión a los rebeldes que el primero de enero de 1994; bajo el liderazgo del Subcomandante Marcos habían declarado la guerra al corrupto gobierno de Salinas de Gortari & Brothers (quienes hasta el día de hoy, viven como cresos de su "riqueza inexplicable mas no ilegal").

Con la tribuna en el Congreso llegaba por fin el momento culminante de la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Todos esperábamos que Marcos tomara la palabra y sin embargo fue la Comandante Esther quien lo hizo: "La palabra que trae esta nuestra voz, es un clamor. Pero nuestra palabra es de respeto para esta tribuna. No recibirán de nosotros ni insultos ni groserías. La palabra que traemos es verdadera. No venimos a humillar a nadie".

-¿Por qué tendrían que humillar a nadie? se pregunta la escribidora. "No venimos a suplantar a nadie. No venimos a legislar. Venimos a que nos escuchen y a escucharlos. Venimos a Dialogar. Sabemos que nuestra presencia en esta tribuna provocó agrias discusiones y enfrentamientos. Hubo quienes apostaron a que usaríamos esta oportunidad para cobrar cuentas pendientes, pero hubo también quienes apostaron y confiaron en nuestra palabra. No traicionaremos su confianza. Algunos habrán pensado que esta tribuna sería ocupada por el SubMarcos y que sería él quien diera el mensaje central de los zapatistas. Ya ven que no es así. Nosotros somos los comandantes, los que mandamos obedeciendo a nuestros pueblos."

¿Me están oyendo inútiles? (grita con toda razón "Paquita la del Barrio" y esta escribidora se une a la voz de Paquita. Y sigue la comandante Esther: […] Ahora es nuestra hora, aquí estoy yo, una mujer pobre, indígena y zapatista. Nadie tendrá por qué sentirse agredido. Ese es el país que queremos los zapatistas, un país donde se reconozca y se respete la diferencia. Donde ser y pensar diferente no sea motivo para ir a la cárcel, para ser perseguido o para morir. Un país donde la diferencia no sea motivo de persecución, burla, humillación, racismo. Uno donde siempre se tenga presente que: formada por diferencias, la nuestra es una nación soberana e independiente y no una colonia donde abundan los saqueos, las arbitrariedades, las vergüenzas.

¿Lo están oyendo inútiles? […] Un México que produce las riquezas, otro que se las apropia, y otro que debe tender la mano para recibir la limosna. Un país fragmentado donde los indígenas vivimos condenados a la vergüenza por ser del color que somos, la lengua que hablamos, el vestido que nos cubre, la música y la danza que hablan nuestras tristezas y alegrías, nuestra historia.

Se nos acusa de promover un sistema legal atrasado y se olvida que el actual sólo promueve confrontación, castiga al pobre y le da impunidad al rico. […] Queremos que sea reconocida nuestra forma de vestir, de hablar, de gobernar, de organizar, de rezar y de curar. Nuestra forma de trabajar en colectivos, de respetar la tierra y de entender la vida. Que nadie pueda impedir nuestra dignidad e integridad."

Desgraciadamente, al hablar de respeto y de dignidad en un Congreso donde la mayoría está formada por depredadores que nada entienden de sutilezas; la comandante Esther desaprovechó la oportunidad de exigir educación, salud, inversión en el campo, carreteras comunicantes. Con eso, la dignidad hubiera llegado sola. Pero Marcos dejó pasar la oportunidad de hacerse oír y el EZLN se retiró y reiteró su estado de guerra desde las montañas del sureste donde veinte años después, auto-marginados, los indígenas siguen tan pobres como antes, y en México; con la misma gentuza, las mismas mañas, la rapacidad de siempre, el PRI ha retomado el poder mientras los ciudadanos seguimos esperando la tan ninguneada dignidad.

adelace2@prodigy.net.mx

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