El chaqueteo está a todo lo que da en Torreón. Luego del cambio de camiseta de Fernando Macías Anaya, sobrino del exprimer compadre de la Nación y diputado federal plurinominal, Guillermo Anaya, las reacciones y contraversiones no se hicieron esperar. Según el joven Nando su salida se da porque le negaron la candidatura a la hamaca del Congreso de Coahuila por razones de “equidad”, y que el PRI, otrora odiado partido para él, le ofreció tomar en cuenta sus proyectos y propuestas. No obstante, corre como río en época de lluvias la especie de que tras el espectáculo de metamorfosis del muchacho Macías y su palomilla hay más que un simple cobijo. Nuestros subagentes disfrazados de despensas caducas nos informan que los anzuelos lanzados por los pescadores del jefazo del PRI local, Paco Dávila, fueron chambas en el ayuntamiento y hasta plazas sindicales.
De ser así, no debe extrañar que en los próximos días aumente el número de “asistentes” y “auxiliares” en la nómina de la administración de Miguel Riquelme, los cuales ya de por sí son muchos, nada más la mitad, aunque nadie sepa qué es lo que hacen. Pero también dicen que están en juego algunos contratos de obras y proveedurías que podrían beneficiar al progenitor de Nando. Y es que el chamaco tiene otro tío polaco de oficio, por la rama paterna, que es Sigfrido Macías, exintegrante de la corte de Moreira II y ahora delegado de Profeco. Mientras se sabe si son peras o manzanas, el tío Anaya Llamas se ha quedado mirando por la ventana, con ojos de Remi, cómo su sobrino abandona su negocio -perdón, partido- en busca de nuevos aires y huesos. Pero limpio no se va. Ya las huestes de don Memo han puesto a circular los comentarios que el chico Macías vertió alguna vez en las redes sociales contra el gobierno de su nuevo patrón y contra los artífices de la megadeuda del Profe Moreira I. ¿Qué pensará ahora el joven neopriista de este desaseado asunto? Tal vez los candidatos Verónica Martínez y Shamir Fernández puedan darle un curso de inducción sobre cómo aprobar lo reprobable y defender lo indefendible.
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Pero si de chaqueteo se trata, sólo hay un rey: Luis Gurza, alias “El que todas quieren” (según su propaganda). Y es que en menos de un año don Luis se ha puesto la chaqueta de tres equipos. Como se recordará, el candidato Gurza abandonó la nave panista en los tiempos de la campaña de su actual patrón, Miguel Riquelme, y se unió al PRI despertando el asombro de propios y extraños debido al arraigo que su apellido tiene en el panismo local. Pues resulta que ahora, según informan nuestros subagentes disfrazados de torta pasada, el exanayista tuvo que renunciar al tricolor para integrarse a las filas de ese negocio familiar que es el Partido Verde, satélite del PRI. ¿Por qué?, se preguntará usted, inquieto lector. La respuesta está en el fallo del Trife contra las argucias priistas de poner en una coalición a un peón y, en caso de ganar, darle la posición a uno de los partidos paleros y así tener una sobrerrepresentación disfrazada de “pluralidad democrática”, como llama don Rubén a esta bella simulación. Como ahora eso ya no se puede, pues don Luis, abanderado de la coalición “Todos Somos Coahuila”, muy quitado de la pena, se quitó también la playera tricolor y se puso la verde... y no precisamente la de la selección mexicana que se dispone a hacer el ridículo -perdón, a triunfar- en el Mundial de Brasil. Con este ritmo, que no le asombre que el candidato Gurza mañana aparezca con la chaqueta del Partido Primero Coahuila, o del Partido Joven o cualquiera que se cree de la noche a la mañana, como suele ocurrir en esta “democrática” provincia.
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En otros asuntos, tuvo que venir el mismísimo emisario de la prevención del delito, Roberto Campa Cifrián, para que se destrabaran como por arte de magia los recursos del famoso programa de los elefantes blancos, o sea, el Pronapred, luego de meses de retrasos y manejos turbios que el gobernador Moreira prefiere olvidar, al igual que la deuda. Pero en su visita por estas tierras, el funcionario federal casi se da un quemón, y no nada más por el calor de 40 grados que azota a esta desértica comarca, sino uno como el que se dio el “pájaro” que según trabajadores de la CFE ocasionó el apagón del lunes por la tarde. Resulta que en el acto de inauguración del centro comunitario del Cerro de la Cruz, mientras don Rubén hablaba de las bondades del programa y de lo tranquila que ahora es la región -a pesar de que siguen apareciendo muertitos-, una conexión de los inmuebles que presumían a don Roberto comenzó a hacer chispas y a arder. Nuestros subagentes disfrazados de binoculares nos informan que afuera del recinto una treintena de personas corrían de un lado para otro en busca de agua para apagar el conato de incendio, ante la mirada atónita de los asistentes. Adentro se quedaron sin luz y en un baño sauna, pero siguieron con la bonita ceremonia. Dicen que el problema fue que el edificio en cuestión no tiene medidor todavía, por lo que la conexión eléctrica era una mexicanada o el diablito de plano no estaba muy bien amarrado. Y varios señalan con dedo flamígero a la zarina de Cultura, Renata Chapa, quien se aferró a llevar una banda de cumbia para que amenizara el acto, aunque las instalaciones no estaban listas para soportar el sonido. Más allá de esto, los subagentes reportan que el incidente está relacionado con una empresa constructora que se ha convertido en un azote para el erario por la calidad patito de los trabajos que realiza y los altos precios que maneja. Pese a esto, se mueve como pez en el agua en las oficinas públicas aprovechándose, dicen, de supuestas influencias. Se trata de la empresa de la familia Villarreal, cuyo jefe es mejor conocido como “La Agujita”. Además del incidente del Cerro de la Cruz, otro “detalle” surgió en el Centro Comunitario de las Carolinas, inaugurado recientemente. El edificio presenta focos y pintura chafitas y mala calidad de los trabajos en general. La gran pregunta que lanzan como dardo ponzoñoso los maldicientes es ¿dónde están los funcionarios estatales que deben supervisar las obras de las empresas contratadas? Tal parece que estas últimas fueran patronas de aquellos.
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Al que ahora se le hizo bolas el engrudo con las cifras delictivas es al alcalde de Torreón, Miguel Riquelme. Luego de que se dieran a conocer los datos del Consejo Cívico de las Instituciones Laguna que golpearon con mazo al optimismo oficial, don Miguel intentó esbozar una explicación de por qué mientras él dice que todo marcha sobre ruedas, las estadísticas de la Procuraduría de Justicia, en las que se basa el Consejo, indican que no es así y que nuestro amado Torreón se encuentra inmerso en un repunte de travesuras de malandros. El asunto es que tal explicación fue lo más parecido a un galimatías. Primero dijo que si los datos son distintos es porque, palabras más palabras menos, la Policía Municipal registra primero los hechos delictivos por los reportes ciudadanos y que días, semanas o tal vez meses después los afectados acuden a denunciar a la Procuraduría. O sea que, según el alcalde, el aumento que se experimentó en mayo se debe a que hubo una especie de aglomeración de ciudadanos que acudieron a denunciar en los mismos días sucesos que eran “viejos”. Pero luego tomó otro camino y optó por sujetarse a las cifras que fueron proporcionadas directamente por el gobierno de Coahuila en donde, efectivamente, se da cuenta de una disminución en casi todos los rubros... pero a nivel estatal, mientras que Torreón sigue siendo el patito feo, porque los delitos que en la entidad van para abajo, aquí van para arriba. Es decir que el alcalde y sus asesores (los que no aparecen en nómina) leyeron mal las cifras. Pero para saldar la controversia y superar el trago amargo, el jefazo nacional de Prevención del Delito, Roberto Campa, vino a darles a ambos gobiernos una palmadita en la espalda al asegurar que la violencia en La Laguna es menor en 2014 que en 2013, lo cual nadie niega, y que el “toque de queda” que había en varias colonias ya no existe. Y ya con ese ánimo dramático, hasta el gobernador Moreira ofreció disculpas. ¡Conmovedor! Pero quien intentó aguarles la fiesta fue la fiscal de Durango, Sonia Yadira de la Garza, ya que declaró que con el aumento de los homicidios registrado en Torreón desde mayo, el gobierno de la entidad vecina se ve en la necesidad de “blindar” a Gómez Palacio y Lerdo. La pregunta que surgió maliciosamente y en automático entre las autoridades de este lado del río fue: ¿y con qué policía piensa hacerlo si los municipios hermanos de Torreón carecen de ella? Ya de pasadita le recordaron a la fiscal que su gobierno nomás no pudo dar con el violador serial que está siendo procesado por la Procuraduría de Coahuila. Lo cierto es que este agarrón entre autoridades de ambos estados evidencia, una vez más, que la presumida coordinación es más increíble que un relato de las aventuras del Barón de Münchhausen.