Tal parece que el llevado y traído proyecto del Metrobús va a terminar descarrilado. Al menos así lo sugieren las posturas opuestas asumidas a ambos lados del contaminado Padre Nazas. Mientras que en La Laguna de Coahuila los funcionarios municipales y estatales se muestran bien alineaditos a favor de un proyecto que aún no se sabe a ciencia cierta en qué terminará, en Durango existe un claro afán de dinamitar el estudio realizado por la empresa Transconsult. El asunto es que mientras en Torreón aseguran que el Metrobus se hará porque es un compromiso del preciso Peña Nieto (como si la promesa fuera garantía), en Gómez Palacio dicen que lo que prometió el gran tlatoani fue otra cosa muy distinta. Lo curioso es que se supone que quienes pusieron allí ese compromiso fueron los virreyes provinciales, por lo que se sospecha que sólo un lado impulsó la idea. Y en esas divergencias, en la Perla de La Laguna van a hacer la mitad que les corresponde, aunque no se sabe cómo ni con qué ojos, mientras que en la vecina ciudad harán... pues lo que les pegue la gana.
Vamos, casi lo mismo que pasó con el celebérrimo “Puente Mocho” que ya se construye a medias sobre el antiguo vado de la Falcón-Lázaro Cárdenas. Pero nuestros subagentes disfrazados de “moscas” de los autobuses rojos y verdes nos informan que, como en otros, en este tema hay gato encerrado. Resulta que varios funcionarios y políticos forman parte del temible pulpo camionero que aún controla el transporte del otro lado del lecho seco del río. Y que son precisamente ellos los que, viendo afectados sus intereses con la construcción de las rutas troncales y la concesión a una sola empresa, pretenden echar abajo el plan y usar los recursos que saldrán de la capirucha del esmog para comprar nuevas unidades. Es decir, gastar lo que no es suyo en su propio beneficio (qué raro). Uno de ellos, dicen, es el regidor priista de Gómez Palacio Juan José Ramírez Ortiz, quien ha asumido una férrea defensa del pulpo. No obstante, nos cuentan que ya hubo un jalón de orejas por parte de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes a los funcionarios estatales que no quieren que avance el proyecto, para que se alineen. Pero, o no han hecho caso o las nuevas órdenes no han llegado, porque las autoridades coahuilenses y duranguenses siguen jalando cada quien por su lado.
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El que ya no siente lo duro sino lo tupido es el contralor municipal, Javier Lechuga, quien está batallando bastante para justificar su posición al interior del ayuntamiento. Se supone que su trabajo es meter en cintura a los directores descarriados que no cumplen con lineamientos importantes de transparencia, eficiencia y probidad. Pero parece que don Javier entiende las cosas al revés porque en lugar de poner orden se la pasa esgrimiendo pretextos aunque a veces resultan peor que los señalamientos. Tal fue el caso del intento de defensa que hizo el contralor cuando se le cuestionó sobre los constantes incumplimientos de parte de las dependencias municipales frente a las solicitudes de información de los ciudadanos. Cuando en un programa de radio habló del caso específico del DIF, del que un curioso torreonense quería conocer las facturas emitidas por el organismo, Lechuga se fue de bruces y, de paso, dejó mal parado al sistema. Dijo que las facturas no se pueden presentar en el plazo que exige la ley porque es “mucho trabajo” juntarlas, cuando de todos es sabido que las instancias gubernamentales están obligadas desde este año a contar con facturación electrónica, por lo que no debería ser problema. Pero al tratar de salir del lodo, el contralor se hundió más, ya que argumentó que “no todas” las facturas estaban digitalizadas. O sea que el DIF está violando la ley de la implacable Dolores. Dicen que en la oficina del DIF sólo se escuchó el famoso dicho: “no me ayudes, compadre”. A ver qué dice don Javier ahora que se sabe que el ayuntamiento ha caído en el ranking de transparencia de conocida firma internacional.
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Quien anda en plena campaña de posicionamiento es el vicepastor del rebaño azul en San Lázaro, Marcelo Torres. Y es que en días pasados lanzó en redes sociales un video en donde el diputado federal torreonense, más que informar de sus labores en el Congreso federal, presume estar muy bien enterado de lo que pasa en la abandonada provincia interna de Coahuila, aunque esté a más de 1,000 kilómetros de distancia. Ahí don Marcelo habla de la deuda del Profe Moreira, los desaparecidos, del aumento al transporte, de la administración de Eduardo Olmos y otras linduras que se han registrado en estos territorios de amargura. Más allá del mensaje de “aquí estoy y estoy al pendiente”, dos cosas llaman la atención del video de marras. Una es que en todo momento, cuando el diputado Torres aparece a cuadro lo hace con la Estufa Mayor -perdón, Presidencia Municipal- de fondo, un detalle que deja en claro dónde están puestas sus aspiraciones. La otra es que, aunque menciona problemas actuales de la entidad coahuilense y el ayuntamiento torreonense, en todo su mensaje omite mencionar los nombres de los jefazos de ambos gobiernos. ¿Será que no quiere abrir frentes de batalla antes de tiempo? ¿O acaso se debe a que prefiere llevársela tranquila con don Rubén y don Miguel? Pero más allá de esto, lo que va quedando claro es que la pelea por la candidatura del PAN para la alcaldía de Torreón en 2017 estará entre dos legisladores federales: el senador Luis Fernando Salazar y el diputado Marcelo Torres. El problema para este último es que el “veinte” en el Congreso se le acaba el próximo año, con lo que tendrá que inventarse algo para continuar vigente por lo menos dos años más. Mientras que a Salazar le alcanzará para casi terminar su gestión en el Senado. De cualquier forma el duelo pinta para entretener a los aficionados del pancracio político, pero a ver si no terminan dándose hasta con la cubeta -como acostumbran los panistas- y, con ello, haciéndole la chamba al PRI.
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En donde las cosas están harto revueltas es en la Universidad Autónoma de Coahuila. En muy pocos días la máxima casa de estudios de la entidad se ha convertido en noticia, para bien y para mal, y con acontecimientos que prenden las alarmas de los “sospechosistas”. Los acontecimientos han ocurrido más o menos así. Los alumnos de algunas facultades, como Ciencias Políticas y Sociales, han tomado parte muy activa en las manifestaciones por los desaparecidos de Ayotzinapa, en donde se han lanzado dardos emponzoñados contra los gobiernos federal, estatal y hasta el municipal. Un día después de la marcha del 20 de noviembre, la coordinadora y alfil del clan Medina-Hernández Velez, Lorena Medina, se atrevió a declarar que los muchachos ya no iban a participar en las protestas porque éstas se estaban “contaminando” con intereses “poco genuinos”, sea lo que esto signifique. Esta atribución de la también conocida como “Primera Vecina de Torreón”, molestó a varios estudiantes activistas quienes dijeron que sólo ellos podían decidir si seguían entrando o no a las manifestaciones. Para maldita la cosa, el jueves pasado los muchachos de Ciencias Políticas se llevaron tremendo susto por la “visita” que hicieron militares a la facultad que, según testimonios, traían listas con nombres de quienes han participado en las marchas. No fueron pocos los dedos que, desde la comunidad estudiantil, señalaron a doña Lorena como corresponsable de dichas intimidaciones al haber permitido que los soldados entraran al campus como Juan por su casa, violaran la tan preciada autonomía universitaria e infundieran temor entre la muchachada. Este extraño incidente, que quedó con un “ahí disculpen las molestias” por parte del Ejército, se da en medio de una lucha de poder al interior de las cúpula universitaria para reacomodar ciertas posiciones. Dicen los que saben que el secretario general, Salvador Hernández Velez, está sentado en la sala de espera de la Rectoría, a la que aspira llegar algún día (por allá de 2016), aunque los grupos saltillenses de la grilla universitaria no estén muy de acuerdo con ello. Por eso, cuentan, existe un plan B, que sería colocar a don Salvador en Coordinación de la UAdeC de Torreón, mientras que Lorena Medina se iría en pos de una curul en San Lázaro, para lo cual cobraría sentido el haberla placeado durante la visita a la comarca del preciso Peña Nieto. Pero para que estos enjuagues se concreten, el clan Medina-Hernández necesita que en sus mares no hagan olas, con lo que el susto del jueves pasado bien podría servirles para sus intereses y, quien quite y hasta intenten hacerse los héroes. Habrá que ver.
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Cuentan que como bomba cayó en algunas oficinas municipales la nutrida asistencia de representantes de la sociedad civil que tuvo el encuentro convocado por la organización Renacer Lagunero para crear una agenda ciudadana sin manoseos políticos partidistas y lejos de los tentáculos del poder (hasta parece thriller de Hollywood). Y es que más de uno no pudo dejar de voltear hacia lo que el Instituto Municipal de Planeación y Competitividad, encabezado por el excrítico Eduardo Holguín, ha realizado en sus mesas de trabajo en las que, con todo e ingentes recursos públicos, no ha logrado alcanzar el mismo poder de convocatoria. Pero además, en poco tiempo el famoso Implan ha recibido varias sacudidas. Y es que la asociación Fomec acaba de lanzar el Centro de Información Georreferenciada de la Laguna, el cual pretende llenar el vacío existente en materia de datos específicos sobre todos los municipios de la región con miras a servir como herramienta para el desarrollo económico (hasta sonó bonito). Para acabarla de amolar, nuestros subagentes disfrazados de cables pelones nos informan que las cosas no marchan del todo bien al interior de la nave que capitanea Holguín. Comentan que su temperamento, digamos, fuerte le ha ocasionado varios problemillas con los marineros, quienes se quejan de tratos poco amables. Además, dicen que don Eduardo es dado a ver moros con tranchetes en todos lados y que esto lo llevó a empujar hacia la borda a uno de los mejores elementos del Implan, la arquitecta Cecey Villarreal, por el simple hecho de estar emparentada con Ricardo Segura, el combativo integrante de Participación Ciudadana 29. En fin, ojalá que, por el bien del ayuntamiento y la ciudad, don Eduardo ya no haga tantos corajes y logre sumar esfuerzos en beneficio de la comunidad, que para eso se le paga.