Ni tardo ni perezoso el presidente del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública, Juan Adolfo von Bertrab, se sumó al cierre de filas en torno a la figura del nuevo jefazo de Tránsito y Vialidad. Von Bertrab salió a decir, muy alineado a la postura del nuevo ayuntamiento, que las consecuencias de la reprobación no aplican para las corporaciones de tránsito, ya que no manejan armas ni equipo como el de la Policía Municipal. Por lo tanto, a decir de don Juan Adolfo, qué importa su calificación, aunque haya sido -dicen- por estar pasadito de peso, y que este hecho en nada abone a mejorar la confianza ciudadana en una corporación señalada constantemente por practicar ese peculiar deporte de hacerle travesuras a cuanto incauto se deje en la calle.
Esta rápida postura de alineamiento del presidente del Consejo contrasta con la tardanza que mostró en la pasada administración para señalar las deficiencias que tenía la Dirección de Seguridad Pública en el combate a la creciente ola de robos y asaltos que azota a la ciudad, y con el silencio guardado respecto a las vivezas constantes de los agentes denunciadas por el sufrido pueblo. Ante esto, los maldicientes ya se cuestionan la representatividad que tiene el Consejo y si en realidad puede llamarse “ciudadano” o si es mejor sustituir este adjetivo por el de “oficial”. La voz de la calle espera que este organismo se apegue al espíritu con el que surgió y que no se vuelva una mera tapadera.
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Todavía no se cumple ni la primera quincena de la era riquelmista en Torreón y la grilla entre los cultureros ya está desatada. Nuestros subagentes disfrazados de plumas y pinceles nos informan que los creadores empiezan a temer que la administración municipal actual nuevamente los trate con el látigo del desprecio como ocurrió, dicen, durante el cuatrienio pasado. Resulta que en días pasados se le apersonaron a la directora del flamante Instituto Municipal de Cultura, Renata Chapa, para preguntarle los detalles de su plan de trabajo. Doña Renata les dijo que “claro que sí, cómo no” y les explicó que su plan estará enfocado a apoyar los programas de prevención del delito, con talleres y cultura callejera para los niños y jóvenes de las colonias marginadas, tal y como la línea desde el Palacio Rosa de Saltillo lo indica. Frente a esta respuesta, los cultureros nomás se miraron entre sí, desconcertados, y se retiraron lagrimeando y pateando latas ya que consideran que, otra vez, se les va a hacer a un lado cuando ellos, dicen, tienen mucho para dar a la ciudad. En el enojo, los creadores empezaron a murmurar sobre qué pueden esperar de un Instituto que ni siquiera cuenta con oficinas ni instalaciones propias, debido a lo cual la directora atiende actualmente en la explanada de la Plaza Mayor, en los lobbys de hoteles o en algunas cafeterías de esas a donde llevó su filantrópico plan del “café pendiente”. Por otra parte, en el mismo denso ambiente de la cultura lagunera ya comenzaron las apuestas sobre cuánto va a durar la luna de miel entre la presidenta del Consejo Ciudadano de Cultura, Lucrecia Santibáñez, y la directora del Instituto, pues es de todos conocido que ambas tienen su carácter y que a ninguna de las dos les agrada mucho eso de que les hagan sombra. Un asunto importante a saber es hasta dónde le permitirá hacer el Consejo a doña Renata, ya que la mayoría de los proyectos a apoyar tendrán que pasar por el filtro de doña Quecha. Habrá que ver.
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De todos los funcionarios nombrados por don Miguel quienes, sin duda, estarán más bajo la lupa son los sobrevivientes de la nómina municipal, aquellos que según el alcalde ya no iban a bailar porque ya habían bailado. Pero de entre ellos, que no son pocos, hay uno en particular que, por su cuestionable trabajo (note usted el bonito eufemismo) en la pasada administración, tendrá los reflectores encima todo el tiempo. Se trata de David Fernández, director de Servicios Públicos, quien sigue generando profundos cuestionamientos entre los maldicientes sobre cómo fue que logró mantenerse en el puesto. Entre las cosas que los malandrines y las mujeres de la vida galante deben agradecer a don David es que tiene a una buena parte del Centro de Torreón sumida en las tinieblas. Basta recorrer las calles del sector a partir de las 7 de la noche para percatarse de las numerosas luminarias que no encienden y de las que sí encienden pero alumbran menos que una farola de gas del siglo XIX. Y qué tan “bien” habrá hecho su trabajo que ya el jefazo Riquelme está pensando en mejor contratar a empresas particulares para que den mantenimiento a los parques y jardines y en general a las calles de la ciudad. Así que, con lo anterior, la pregunta malintencionada surge en automático: ¿qué se puede esperar de esta nueva era de don David al frente de los servicios públicos que no sirven, en parte por su culpa, y en parte porque el anterior tesorero no la daba nada de nada?
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Los que nomás no parecen encontrar la brújula son los panistas. Entre sus sempiternas pugnas intestinas, en las que se sacan hasta los ídem, y su crisis existencial como una oposición que fue gobierno, no hallan en qué parte del tablero político jugar. A nivel nacional, en las vísperas de la contienda interna para renovar la dirigencia del partido de la derecha se da a conocer una conversación entre el senador Ernesto Cordero y el diputado Fernando Rodríguez que demuestra el nivel de canibalismo que se traen los azules, al grado de buscar hundir al actual jefazo nacional Gustavo Madero y su aliado el diputado Luis Alberto Villarreal, coordinador de la bancada panista en la cámara baja. “Corruptos” y “ladrones” son algunos de los calificativos sutiles que salen ahí a relucir. Esto confirma que el principal enemigo del PAN es el propio PAN y que los misiles del llamado “fuego amigo” son más mortíferos que los dardos de sus contrarios. Por otro lado, los legisladores panistas tratan infructuosamente de salirse del costal de legitimación del gobierno del preciso Peña Nieto, de quien, dicen los de la izquierda, son cómplices de vender al país (o lo que queda de él) con la mentada reforma energética. Así, de pronto salen a criticar los gasolinazos, iniciados en la era del expreciso blanquiazul Felipe Calderón y que han continuado en este sexenio porque fue parte de la negociación de la Ley de Ingresos de 2014 para no aplicar el IVA a las colegiaturas, tal y como los mismos panistas lo pidieron. Otros, como el diputado pluri Guillermo Anaya, critican el terrorismo fiscal de la actual administración al publicar la “lista negra” de deudores, cuando fue precisamente la Cámara baja, con la reforma hacendaria, la que le dio esa facultad al SAT. En el plano local, otra muestra de extravío la dieron los regidores azules del Cabildo de Torreón al cuestionar los nombramientos de los sobrevivientes de la nómina que hizo el jefazo Riquelme, cuando los propios panistas levantaron el dedo para aprobar su designación. ¿A dónde irá a parar el PAN con tanto tumbo?