Primer acto: las instituciones de Michoacán se ven rebasadas por el embate del crimen organizado y la proliferación de grupos de autodefensa. Segundo acto: el Gobierno de la República nombra un procónsul para apaciguar la provincia en un ejercicio de virtual desaparición de poderes. Tercer acto: el procónsul es grabado mientras dialoga (¿negocia?) con un conocido líder bárbaro del llamado cártel de Los Valencia. Cuarto acto: el procurador de la República justifica el “encuentro” y el procónsul dice que él no sabía que se trataba de un presunto criminal. ¿Cómo se llamó la obra? Cuando se hace bolas el engrudo o La política en los tiempos del narco son sólo un par de sugerencias. Ponga usted, avezado lector, el nombre que mejor le parezca a este reciente y asombroso acontecimiento que ha provocado el azoro a lo largo y ancho de nuestro país de fantasía.
Lo cierto es que el hecho de que el comisionado Alfredo Castillo, hombre de todas las confianzas del preciso Enrique Peña Nieto, haya sido sorprendido en una acción que alimenta la sospecha hasta del menos suspicaz de los espectadores del teatro de la República, en poco o nada abona para construir la certidumbre necesaria en un estado en donde la confusión es cosa de todos los días. Mientras las aguas se calman, parece que la versión oficial de Los Pinos comienza a decantarse por respaldar el alegato de ingenuidad del comisionado, o lo que es lo mismo, que lo “chamaquearon”.
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Ya que hablamos de Tierra Caliente -adjetivo literal y metafórico- han resurgido en las montañas y estepas coahuilenses los ecos del “michoacanazo”, aquel fallido zarpazo policiaco que terminó en arañazo político con el que, recordará usted, se detuvo a decenas alcaldes y funcionarios estatales de aquella agitada provincia occidental por su presunto vínculo con el crimen organizado en los tiempos del virrey Leonel Godoy. Resulta que una revista catorcenal de circulación nacional acaba de publicar que el expreciso y hoy académico de Harvard, Felipe Calderón, urdió junto con la exprocuradora Marisela Morales una treta para involucrar a funcionarios del gobierno del tándem Humberto Moreira-Jorge Torres (este último, dicen, prófugo de la justicia gringa) con criminales que operaban a sus anchas en esta provincia norteña. Según las revelaciones, los procesos contra los miembros del equipo moreirista, entre los que se encontraban el exfiscal Jesús Torres Charles y su hermano Humberto, se habrían basado en declaraciones falsas de testigos “protegidos” sacadas, como en la antigua Roma, a través de los “persuasivos” métodos de la tortura. El ardid, según se dice en los corrillos, fue orquestado por don Felipe a manera de venganza porque don Humberto, siendo jefazo nacional del PRI, no quiso negociar para ceder la gubernatura a Luisa María Calderón, mejor conocida como “Cocoa”, hermana del expreciso panista y cuyo mérito, dicen, era únicamente ése. Lo curioso del asunto es que en medio de este pleito de moros y cristianos y más allá del supuesto intento de “coahuilazo”, el sufrido pueblo de las otroras Nueva Extremadura y Nueva Vizcaya vivió una verdadera era del terror que habría hecho enmudecer al mismísimo Maximiliano Robespierre.
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Una vez que el gobernador de la provincia coahuilteca, Rubén Moreira, ha confirmado los primeros nombres de quienes saltarán de su gabinete en pos de una cómoda hamaca en el Congreso local, hay otros suspirantes que empiezan a moverse para también salir en la foto. Uno de ellos es la actual delegada del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado, Lilia Isabel Gutiérrez, quien fue destapada por el jefazo estatal de la Confederación de Trabajadores de México, Tereso Medina, como integrante del pelotón que busca hacerse de un lugarcito de la dependencia legislativa estatal. Doña Lilia se pone hombro a hombro con Verónica Martínez, secretaria de la Juventud, Sonia Villarreal, secretaria de la Mujer, Chema Fraustro, secretario de Educación, Francisco Tobías, comisionado para la Regularización de la Tenencia de la Tierra y Javier Díaz, quien ya dejó la chamba -es un decir- en el Instituto del Deporte. Pero llama la atención que mientras la delegada Gutiérrez parece estar muy puesta para asumir una faceta de legisladora, dejará pendiente en Coahuila el equipamiento del nuevo hospital del ISSSTE en Saltillo y el arranque del hospital de tercer nivel en Torreón, el cual urge debido a las carencias y demanda que presenta el nosocomio actual. Por lo visto, para el PRI, la eficiencia en las urnas es muy superior a la función pública, la cual no es criterio a la hora de seleccionar a sus abanderados.
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Y en asuntos de la grilla regional, enorme asombro causó la presentación que con bombo y platillo hizo del consejo e Instituto Municipal de Planeación y Competitividad su director, Eduardo Holguín, conocido excrítico de políticas públicas. Y es que, según reportes de nuestros subagentes disfrazados de botones, a pesar de que aún no se conocen los detalles de su presupuesto, don Eduardo hizo una presentación con toda la mano, como hasta ahora no se había visto en la administración del jefazo de Torreón, Miguel Riquelme, y su pléyade de organismos “ciudadanos” (nueva nomenclatura). Pero todo este aparato parece haber surtido efecto, puesto que varios de los importantes empresarios asistentes vieron con buenos ojos la justificación, los objetivos y planteamientos del instituto. Las miradas acechantes tras la lupa esperan que esta buena recepción inicial no vaya a marear a don Eduardo, a quien también le recuerdan que en una zona metropolitana como la de La Laguna, la planeación debe ser ídem y, en consecuencia, el impulso de su competitividad.
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Grato sabor de boca dejó la visita y presentación del gran tenor mexicano, Fernando de la Mora, para conmemorar el 40 aniversario de la Universidad de La Salle el fin de semana pasado. Pero más grato debió haber sido para la zarina de la cultura torreonense, Renata Chapa, quien en pleno clímax del concierto celebrado en el teatro Nazas recibió una dedicatoria musical del cantante, la cual provocó gran revuelo entre el respetable público. Cabe mencionar que dicha dedicatoria es oxígeno puro para doña Renata, quien en su arranque como directora del Instituto de Cultura no las ha tenido todas consigo, sobre todo por los celos que suelen caracterizar al espeluznante mundo culturero. Al respecto, nuestros subagentes disfrazados de meseros nos informan que en la comida que se le ofreció a don Fernando días antes del concierto, doña Renata aprovechó la ocasión para mandar un mensaje a sus críticos presentes en el banquete al momento de levantarse y despedirse. Cuentan que cuando le preguntaron “¿por qué te vas Renata?”, ella lanzó el dardo emponzoñado de “perdón, pero nosotros sí tenemos mucho trabajo” ¡Zaz! Pero de vuelta a la dedicatoria del tenor, los más aguzados ya comienzan a murmurar que dicha deferencia puede significar que muy pronto tengamos nuevamente al reconocido tenor deleitando el oído del público lagunero. Si es así, bienvenido sea.