En la mágica provincia de la antigua Nueva Extremadura, donde lo mismo desaparecen cristianos que dinero del erario, hay más de dos políticos nerviosos por el curso que ha tomado el caso de Javier Villarreal, tesorero del primer capítulo del moreirato. Y el nervosismo viene no tanto por el hecho de que el cuestor de Humberto Moreira sea hoy distinguido huésped de la prisión del condado de Bexar en la civilizada República de Texas, sino por la posibilidad de que pueda buscar negociar una condena menor a la que le podrían imponerle, a cambio de soltar los nombres de sus cómplices de travesuras. Pero es menester aclarar algo: lo que les importa a los gringos de don Javier es su presunta participación en una red de lavado de dinero, fraude bancario y narcotráfico, es decir, asuntos que tienen que ver con las propiedades y cuentas que adquirió en el gabacho.
Que si se embolsó o no parte de los 35 mil millones de pesillos de la deuda contratada con chanchullos es tema que se circunscribe más al contexto doméstico en el que, por cierto, deberían actuar los gobiernos mexicano y coahuilense en vez de estar papando moscas. Pero de que ambas cosas pueden estar ligadas, eso es indudable y es aquí donde las rodillas de varios empiezan a temblar. Porque cabe recordar que así como don Javier tuvo un patrón, así también tuvo subordinados, colaboradores y colegas de gabinete, quienes hoy, desde distintas trincheras políticas donde roen aún jugosos huesos, fingen demencia, miran de reojo el proceso y casi casi dicen que apenas si conocían al ave de las mil tempestades. Por cierto, ¿sabe usted dónde están los 26 exdiputados locales que el 18 de agosto de 2011 legalizaron la deuda con todo e irregularidades? La mayoría sigue gozando de las mieles del erario y algunos -oh, destino- quieren volver a ocupar su hamaca en el Congreso, como Verónica Martínez y Francisco Tobías, ambos hasta hace poco integrantes de la corte del gobernador Rubén Moreira.
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Y ya que hablamos de las hamacas del Congreso de Coahuila y los suspirantes a ocuparlas, nuestros subagentes que en sus ratos libres se dedican a la clarividencia nos informan del duelo que se está gestando en el distrito IX de Torreón que ha sido uno de los más peleados de las últimas seis elecciones legislativas, en donde el marcador global de 1996 a 2011 está empatado a tres entre el equipo tricolor y la escuadra azul. Cabe destacar que los últimos dos goles (2009 y 2011) los ha metido el PRI, pero para 2014 se ve venir un pleitazo, lea usted bien, de tres excorreligionarios panistas. Como ya es del conocimiento público, Luis Gurza, quien el año pasado olvidó su prosapia azul para saltar al barco del actual alcalde Miguel Riquelme, acaba de saltar pero ahora como chapulín de su columpio en el Cabildo para ir en pos de la candidatura de su nuevo partido por el citado distrito. Por el lado de los azules, la que se perfila para esa demarcación es la aguerrida exsíndica de vigilancia, Natalia Virgil, quien tendrá que sortear primero la elección interna del dos de marzo en la que se enfrentará a Kali Rodríguez, poco conocida fuera de la esfera panista. Y el tercero en discordia será el también aguerrido exregidor Rodolfo Walss, quien luego de las trabas que le pusieron los anayistas para registrarse optó por cobijarse en el partido del polémico Dante Delgado, Movimiento Ciudadano. La estrategia del PRI parece ser la de buscar la atracción de los panistas enojados con los anayistas y así dividir el voto azul. Por su parte, don Rodolfo puede convertirse en el fiel de la balanza en una contienda que se antoja de lo más interesante. Así que, póngase cómodo, compre su botana y haga sus apuestas.
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A propósito del PAN y sus grillas internas, el que parece muy convencido de que puede vencer al grupo del diputado federal Guillermo Anaya en la contienda por la dirigencia del partido en Coahuila es el exalcalde de Torreón, José Ángel Pérez. El sábado pasado, el aspirante a mandamás azul dio el banderazo a su campaña acompañado de Jorge Zermeño, figura emblemática del panismo local que mantiene viejas rencillas con sus antiguos ahijados políticos, los anayistas. A pesar de que don José Ángel no las tiene todas consigo, en parte por los problemas que tuvo cuando fue el jefazo de la Perla de la Laguna, él se empeña en mostrarse fuerte y con serias posibilidades de triunfo bajo la apuesta de que con la mala -por decir lo menos- administración de su sucesor, Eduardo Olmos, ya se olvidaron sus pifias propias. Nuestros subagentes disfrazados de cargadores de banderines albiazules nos informan que es tal la confianza de Pérez que hasta se dio el lujo de declinar una diputación plurinominal que los peones de Anaya le ofrecieron. Habrá que ver si tiene un as bajo la manga para derrotar a Bernardo González, en cuya esquina se aglutina la cargada de quienes controlan desde hace años al PAN en Coahuila.
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Hace varias correspondencias platicábamos de cómo el excobrador -perdón exregidor- priista José Elías Gánem, personaje proclive a la reyerta, se había quedado sin la posibilidad de suspirar por una hamaca en el Congreso local debido, en parte, a los múltiples entuertos que protagonizó en el ayuntamiento encabezado por Lalo Olmos. Pues resulta que, de acuerdo a las especies esparcidas en los pasillos del Palacio Municipal, a don Pepe le tienen preparado un hueso de consolación, que es la Dirección de Prevención del Delito, la cual actualmente encabeza Ginebra Padilla, a quien la teoría se le da muy bien pero no tanto el dato duro de los dineros. Nuestros subagentes aseguran que Padilla no dejaría la dependencia, sino que se le asignaría a otras tareas, lo cual daría de comer más a esa peculiar criatura llamada burocracia. Pero no deja de generar asombro este posible nombramiento luego de que Gánem, en calidad de presidente de la comisión de Seguridad Pública y Vialidad, convocó sólo a una sesión en los cuatro años de administración, no obstante que la situación de la violencia en la ciudad era por demás alarmante. Quizá el alcalde Miguel Riquelme ve algo en don Pepe que nuestros subagentes no observan. De ser así, sería bueno que diera un poco de luz al respecto.
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La dependencia que sigue dando de qué hablar es la Dirección de Tránsito y Vialidad de Torreón. Pero el asunto en estos días tiene que ver con el engranaje burocrático de la dirección que encabeza Guillermo Flores Sánchez. Según el reporte de nuestros subagentes disfrazados de patrullero motorizado, uno de los comandantes, de apellido Mena, fue dado de baja en la pasada administración por que se descubrió que el certificado de bachillerato era más falso que un billete de 300 pesos. El asunto es que, sabrán los dioses por obra de que artes oscuras, regresó y hasta con premio, ya que ahora es comandante operativo y sigue haciendo de las suyas. Según versiones, hace unos días castigó sin motivo aparente a unos agentes, los bajó de la patrulla y para regresarles la unidad les pidió dos mil pesillos. Y por si fuera poco, el susodicho destituyó al que era comandante de motocicletas, de apellido Lira, para poner en su lugar a su hermano. Pero la mata da mucho de dónde podar, ya que también se dice que el comanche tiene “arreglada” a una línea de ruta urbana, a cuyos choferes deja circular sin placas y con varias irregularidades con tal de que le pasen su “domingo” como los padrinos a sus ahijados. ¿Será?
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Además de ser aficionado a los deportes extremos, el alcalde Miguel Riquelme también muestra afición a la bonitas disciplinas del saludo con sombrero ajeno y la amnesia política selectiva. Resulta que en el reciente anuncio del rescate del Museo de la Casa del Cerro, aquél que fue cerrado por estar ubicado en una apacible zona de la ciudad, don Miguel quiso pararse el cuello y asumir como suya una inversión que fue gestionada la pasada administración ante el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. O sea que se trata de un dinero de origen federal. Además, en su discurso, el jefazo Riquelme dijo que desde la administración de Carlos Román Cepeda, a principios de los noventa, no se había invertido ni un centavo en ese recinto histórico. Al menos eso fue lo que se consignó en el comunicado de prensa del ayuntamiento. El asunto es que ese dato es, como dicen los leguleyos, falso de toda falsedad, ya que por lo menos en los gobiernos del priista Salvador Jalife y el panista Jorge Zermeño se realizaron obras como las gradas del exterior, el reacomodo de las salas y la creación de la pinacoteca. Parece que las ganas del alcalde de “hacer diferencia” son demasiadas.