Como fe de erratas a nuestra entrega anterior, recordará usted, atento lector, que nuestros subagentes nos comentaban de un incidente en el que se habrían visto involucrados los custodios del alcalde de Torreón afuera de la sede del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social, a donde la máxima autoridad municipal y su esposa asistieron para participar en un acto sobre el Día Internacional de la Mujer. Según las versiones y fotografías que corrieron inicialmente, un particular a bordo de su auto golpeó una puerta de una de las camionetas de la comitiva del alcalde, huyó pero fue alcanzado por el personal de seguridad, con el cual no le fue nada bien. Pues resulta que los subagentes se equivocaron de munícipe ya que se asegura que la gente de Torreón nada tuvo que ver en este, digamos, percance, el cual ocurrió, pero según otras fuentes, no de la manera en que se dijo inicialmente.
Efectivamente la lujosa camioneta averiada pertenece a la comitiva de la esposa de un alcalde llamado Miguel, pero no el de Torreón. No obstante, de la oficina del edil de allende el Nazas dicen que la camioneta fue chocada por un camión del transporte público y no por un vehículo particular y que, de ninguna manera, el propiciador del accidente fue lesionado por el cuerpo de seguridad del vecino alcalde y de su esposa. Vamos, que no le tocaron ni un pelo, dicen. Queda así la debida aclaración.
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La semana pasada, los coahuilenses que gustan de estar al tanto de las buenas, más bien malas, nuevas de su provincia, fueron testigos de la relevancia y trascendencia que tienen las decisiones que se toman en la dependencia legislativa del Gobierno del Estado, es decir, el llamado H. Congreso local. Y es que, tal y como El Siglo de Torreón lo dio a conocer, un juez federal concedió el amparo al zar financiero del Profe Moreira I, Javier Villarreal, contra un proceso que le fue abierto por presunto quebranto en agravio de los Santísimos Bancos Acreedores. Y es que, como usted sabrá, enterado lector, una vez que allá por 2011 comenzó a surgir como drenaje tapado toda la suciedad relacionada con la multimillonaria deuda contratada por la administración del tándem Humberto Moreira-Jorge Torres, inmediatamente los Bancos Inocentes presentaron sus denuncias contra el extesorero estatal para que no les fueran a hacer de agua las cuentas de créditos contratados con documentos y decretos falsos que ellos y la mismísima Secretaría de Hacienda del gobierno de Felipe Calderón, misteriosamente, no detectaron. Pues bien, la encargada de esconder el batidero dejado por el gobierno anterior fue nada más y nada menos que la Legislatura LVIII, la cual, atendiendo solícitamente las órdenes del entonces gobernador Jorge Torres López, decidió en agosto del mismo año legalizar -ellos dicen reestructurar- parte de la megadeuda de 34 mil millones de pesillos. Con ello, los Bancos Benefactores se mostraron complacidos ya que garantizaron que el Gobierno de Moreira II, o sea, el sufrido pueblo coahuilense, les pagará los créditos, incluso los irregulares. Muy parecido a lo que ocurre con el lavado de dinero, pero en este caso sería “lavado de crédito”. Así que, tomando en cuenta lo anterior, el susodicho juez dictaminó la inexistencia del acto originalmente reclamado, es decir, el quebranto, por lo que a don Javier nada se le puede hacer, al menos en ese aspecto. Muy orgullosos deben sentirse los habitantes de esta provincia al saber que las decisiones de su Congreso tienen tal impacto, incluso años después de haber sido tomadas. Pero, sobre todo, más orgullo deben sentir al conocer que los exdiputados locales del PRI que aprobaron la Gran Hipoteca del Estado fueron premiados con puestos en los tres niveles de gobierno y, algunos, van de nuevo por una hamaca en el Palacio Legislativo de la urbe de adobe. ¡Qué chulada! Y desde lo profundo de una celda del condado de Bexar seguramente se dejó oír un sonoro: “¡gracias, señores exlegisladores!”.
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Con mucho ánimo y enjundia arrancó el pasado fin de semana la súper-mega-extra campaña de reforestación de la zona metropolitana de la Comarca Lagunera. Sin duda, el que las autoridades de las cuatro ciudades hermanastras se hayan puesto de acuerdo para llevar a cabo una acción conjunta es algo que merece todos los vítores y aplausos por tratarse de un hecho inédito, asombroso y casi increíble. Lo que llama la atención es que, como ya lo habían apuntado nuestros subagentes, esta campaña intitulada “Reforestemos para la vida” sea, casualmente, similar a la que los chicos de la asociación Laguna Yo Te Quiero pretenden realizar ya cercano el otoño. Al revisar la información que las autoridades han dado a conocer sobre su esfuerzo de pintar de verde al semidesierto, surgen las dudas sobre los alcances del mismo ya que quizá, y sólo quizá, con el afán de aplicar el madruguete a los muchachos querendones de La Laguna, no se ha dicho nada de ciertos puntos relevantes para el éxito de una campaña de esta magnitud. Por ejemplo, no ha sido especificado el lugar donde se plantarán las especies nativas, cómo serán conservadas, quién vigilará que se desarrollen adecuadamente y cuánto costará mantener en buen estado los 30 mil árboles para que no parezca monte, sino territorio, digamos, civilizado. Por otro lado, no está claro eso de la repartición de las plantas entre los cuatro municipios, ya que cada ciudad tiene una cifra que sumada a las demás no da 30 mil. Como todos los amantes de la naturaleza saben, cada año se llevan a cabo campañas de reforestación por parte de los ayuntamientos, pero el principal problema es que no existe un control sobre los árboles que se distribuyen y se plantan para saber cuántos de ellos en realidad se lograron. Ahí están las yucas del periférico o las palmas de la autopista Torreón-San Pedro como clara muestra de lo que sucede cuando no se planean bien las cosas. Ojalá que este inusitado y loable esfuerzo conjunto no quede sólo en bonitas intenciones.
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Ahora que está muy de moda la “consejitis”, que no es otra cosa que el gusto, placer o afición por crear consejos para todo -y sobre todo para construir una bonita pantalla de ciudadanía a la vez que se reparten sillas entre los actores inconformes-, vale la pena preguntar ¿qué pasó con el famoso Consejo Municipal de la Crónica? Dicho organismo surgió en octubre de 2012 con todos los bríos de convertirse en, según se anunció entonces, “un cuerpo colegiado de ciudadanos con perfiles de carácter académico y de profesionales o prácticos propicios para la recuperación del diario acontecer del municipio”, con la finalidad de “ampliar la información desde diversas perspectivas y ámbitos, reconociendo el trabajo en equipo con amplia participación ciudadana”. ¡Qué bonita es la retórica! ¿No cree? El asunto es que, a la vuelta de los meses, que ya es más de un año, nada se sabe del mentado consejo y del supuesto trabajo que iba a realizar, aunque quedó integrado por gente muy reconocida del ámbito académico y cultural. Tampoco se definió el papel que desempeñaría frente a la figura del “cronista oficial y vitalicio” del municipio, don Sergio Corona Páez. Así que, en medio de la fiebre actual por los consejos, algunos se han olvidado y otros nomás no funcionaron. A propósito de lo anterior, le dejo una trivia: ¿cuántos de los nuevos consejos están debidamente instalados con su marco normativo y sus funciones bien definidas?
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Nos reportan nuestros subagentes de la peronera capital de Coahuila que la que dio “la nota” la semana pasada fue la secretaria del secretario de Gobierno, Armando Luna Canales, empleada de quien, dicen, es la mandamás en la sede de trono estatal por las permisividades de su jefe. Resulta que Tania Castillón cerró los accesos al Palacio Rosa, nada menos que para tomarse una dilatada sesión de fotografías. Nuestros subagentes no saben si las fotografías aparecerán en alguna revista del corazón o en las páginas de sociales de los medios de la urbe de adobe. Para colmo de desenfado, la burócrata estatal hasta subió las dichosas fotos a su “feis” o, como dicen los españoles, al “cara libro”. Aunque se ignora si el cierre del Palacio de Gobierno lo hizo estando su jefe o aprovechando alguna escapada de él, los empleados se dieron cuenta de la metada sesión, pero nadie osó reclamar por temor a los humores de don Armando que, dicen, se enfada por las largas reuniones de seguridad que tiene que fletarse a diario por órdenes de patrón.