EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Verdades y Rumores

EL AGENTE 007

La fiebre villista con motivo del centenario de las batallas de La Laguna que definieron el rumbo de la guerra civil que llamamos Revolución Mexicana, no ha contagiado por igual a todas las autoridades. Al menos así quedó de manifiesto durante la cabalgata “Encuentro por la Paz” (curioso nombre para conmemorar un conflicto armado), realizada el pasado domingo por la mañana. Cuentan nuestros subagentes disfrazados de tropa que la ruta programada por el lado de Torreón estuvo más bien gris y no muy bien organizada. Se citó a las 9 de la mañana, pero los jinetes no salieron sino hasta pasadas las 10, debido a que el alcalde de Torreón, Miguel Riquelme, apareció hasta esa hora ya que se encontraba en la reunión de seguridad de los domingos. Además, el recorrido original fue modificado sin previo aviso. Una vez que los jinetes arribaron a las inmediaciones del puente plateado, tuvieron que esperar varias horas para que llegara su contraparte de Gómez Palacio.

Para acabarla de amolar, el gobernador Rubén Moreira no asistió al encuentro entre Durango y Coahuila, por lo que dejó a todos vestidos, alborotados y desconcertados. Eso sí, quien venció todos sus miedos y se animó a montar una hermosa yegua blanca, fue don Miguel, que, como se sabe, prefiere los vehículos motorizados. Visiblemente nervioso, el alcalde le echó los kilos para sacar adelante el compromiso, aunque precisamente por su falta de destreza, no pudo llevar la bandera, responsabilidad que asumió su tocayo, el primer regidor, Miguel Mery, quien no desaprovechó momento para lucirse como jinete encima de un espécimen castaño oscuro. En representación del ausente asistió el secretario de Gobierno, Armando Luna, quien para no asolearse, llegó minutos antes del arribo del contingente de Gómez Palacio y permaneció a bordo de su camioneta confortablemente equipada hasta que le dieron aviso de la proximidad de los duranguenses. Aunque un mozo le esperaba con un caballo ruano castaño, don Armando prefirió andar apeado hasta la mitad del puente. Del otro lado del Nazas nos comentan que también la cabalgata inició tarde, por la demora -ya casi un hábito- del gobernador Jorge Herrera Caldera, quien, debido a ello, fue blanco de rechifla y abucheo por parte del respetable que se encontraba desde hace horas en el monumento a Francisco Gómez Palacio. Don Jorge sólo acompañó a caballo unos cuantos metros al alcalde anfitrión, Pepe Campillo, que sí realizó todo el recorrido montado y mostrando una pericia de auténtico cowboy. Al final, las autoridades de ambos estados se estrecharon la mano, intercambiaron lisonjas, develaron una placa y leyeron los consabidos discursos: el de Luna, breve y sobrio; el de Herrera, profuso y desbordado. Como dato curioso, antes de hablar, el gobernador de Durango le cedió la palabra al alcalde de Torreón, pero éste se negó tres veces a subir al podio. ¿Acaso todavía no se reponía del susto de la cabalgada?

***

Del baúl de los planes empolvados y espejitos desgastados, el viernes pasado el gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, sacó el celebérrimo proyecto del teleférico, el cual, según su principal promotor, el padre José Rodríguez Tenorio, alias “Pepe Grillo”, uniría a su santuario del Cristo de las Noas con la Plaza Mayor de la primera familia del estado. Una especie de cuadro sincrético de los poderes celestial y terrenal. Un simbolismo de la unión entre las alturas del reino de Dios y las bajuras del territorio de los Césares. Pues bien, como es periodo previo a campañas electorales, hay que echar a andar la maquinita de promesas y tratar de persuadir a cuanto incauto se deje de que se sume a la causa tricolor a cambio de la esperanza de poder observar la urbe desde el famoso teleférico y luego, tal vez con un poco de suerte, recibir alguna dádiva gracias a los programas clientelares -perdón, sociales-, que el gobierno de la provincia ha arrancado “casualmente” en estas épocas de pastores y rebaños. Con el anuncio, don Rubén mata dos pájaros de un tiro: promete un poco de circo al pueblo, aunque no haya pan, y hace las paces con “Pepe Grillo”, luego de que éste, a fines del año pasado, corrió de su santuario a los emisarios del gobernador que pretendían grabar un anuncio publicitario con fines turísticos, tal y como nuestros subagentes lo reportaron oportunamente. Ya emocionado, el gobernador dijo que incluso estaría dispuesto a participar en el tradicional viacrucis viviente del Viernes Santo. Para pronto, los bufones de la corte comenzaron a correr la especie de que don Rubén bien podría interpretar el papel de Poncio Pilato, por aquello del hábito higiénico de lavarse las manos frente a ciertos asuntos como el de la deuda de Coahuila, en el cual la justicia provincial duerme el placentero sueño de los justos. Más allá de eso, las malas lenguas han comenzado a cuchichear sobre las verdaderas prioridades del procónsul coahuilense, cuyo gobierno aún no ha podido terminar la necesarísima obra del Hospital General, que lleva más de cuatro años, y ya está pensando en construir un teleférico. Tal vez en la corte de Saltillo se cree que los torreonenses pueden curar sus enfermedades gracias a la adrenalina que se despide por viajar en las alturas de un gracioso teleférico o a las bendiciones celestiales del oratorio del cerro.

***

“Atrás los fielders”, dijo el gobernador de la provincia coahuilteca y suspendió, de momento, el tan anunciado operativo para retirar de la circulación a los autos cuyos dueños han osado desafiar sus órdenes de pagar la tenencia y los derechos vehiculares. Como usted sabrá, enterado lector, la Secretaría de Finanzas que encabeza Lito Ramos, advirtió, con garrote en mano, que a partir del primero de abril del corriente iniciarían las acciones para castigar a los contribuyentes incumplidos, luego de los tres meses de gracia otorgados, con exención de recargo y descuento incluidos. Sin embargo, en una maniobra de medición del agua a los camotes, y con los tiempos electorales muy presentes, don Rubén decidió dar un mes más a los insensatos que, por desconfianza, desidia o protesta, no han cumplido con su obligación de engordar las arcas -”¡y bolsillos!”, grita un maldiciente- del gobierno de Coahuila. El asunto es que, por ahora, el gobernador Moreira se quitó de encima la presión y crítica por no contemplar en los dichosos operativos a los carros ilegales de procedencia extranjera, los cuales portan plásticos en vez de placas con números de unas extrañas autoridades alternas que se autodenominan organizaciones de “protección del patrimonio familiar”. Es lógico que estas asociaciones que cuentan con decenas de miles de agremiados sean vistas como fábricas de votos por parte del partido en el poder, por lo que les resulte conveniente dejar que sigan expidiendo sus patentes de corso, a pesar de que esto contravenga el supuesto argumento de la seguridad que se esgrime cada vez que se anuncia el desigual operativo. Así que, todo parece indicar que con las inequitativas acciones, se pospusieron también las excusas para no proceder contra los llamados autos “chuecos”.

***

Quienes parecen no encontrar el camino son los panistas de Coahuila. Y es que, como única estrategia electoral, el partido que ahora comanda (es un decir) el anayista Bernardo González, un día sí y otro también envía comunicados y hace declaraciones como dardos envenenados para cuestionar lo que hacen o dejan de hacer las huestes del gobernador Moreira. Y no es que no haya algo que cuestionar a la regencia de don Rubén y su corte, muy por el contrario; pero lo que llama la atención es el doble discurso de la tribu azul y el curioso juego de manos que sostiene desde hace meses su jefe verdadero, el diputado federal Guillermo Anaya. Por una parte, don Bernardo y el PAN cuestionan los malos desempeños del gobierno estatal, su opacidad y su dilación en casos como, por ejemplo, la deuda de Coahuila. Por la otra, nada dicen o hacen para ayudarle al alcalde de la urbe de adobe, Isidro López, a corregir el rumbo de su nave que da claras muestras de ir al garete. Mientras tanto, don Memo aprovecha cualquier exposición a reflectores para aplaudir las acciones que llevan a cabo tanto el preciso de la República, Enrique Peña Nieto, como el alcalde de Torreón, Miguel Riquelme, quien se ha convertido en una especie de jefe político de la Laguna que suspira cada día más, y con ayuda hasta de sus supuestos adversarios, por ser candidato a la gubernatura en 2017. Y en medio de todo, las heridas abiertas dentro del partido no parecen cicatrizar y las acusaciones de Rodolfo Walss aún resuenan sin que hasta ahora nadie se haya arrojado a aceptar el desafío de invitar, con hechos, al aguerrido exrregidor que pase a guardar silencio. En fin, habrá que ver a qué puerto los lleva esta extraña forma de remar de los panistas.

***

Peculiar visión la que tiene la Secretaría de Salud de Durango sobre Gómez Palacio, municipio que, como Torreón, espera desde hace años que se cumpla la promesa de un nuevo Hospital General, el cual, pese a los anuncios oficiales, ni terreno tiene. Y es que el secretario Eduardo Díaz Juárez no sólo negó que haya más inversión en infraestructura hospitalaria en la capital de los alacranes en comparación con la industriosa urbe del Nazas, sino que además -lea usted bien- comparó a esta ciudad con Tepehuanes cuando se le cuestionó la falta de apoyo. En su más reciente visita a La Laguna con motivo del arranque de afiliación al Seguro Popular, arrojó una de esas frases de antología: “tratamos de hacer que toda la inversión sea equiparada a la población, yo le diría que a lo mejor la gente de Tepehuanes me dice lo mismo: ‘oiga, usted le invierte más a la capital del Estado que a Tepehuanes’”. (Se entiende su cara de pasmo, estimado lector). El pequeño detalle que se le escapó al ilustre secretario es que Tepehuanes tiene una población de 10 mil 745 habitantes, mientras que en Gómez Palacio viven 327 mil 985 habitantes, sin contar que este último municipio genera una buena parte de los impuestos al pertenecer a la zona económicamente más productiva del estado. Si a lo anterior sumamos que el gobernador Jorge Herrera pudo llegar a la gubernatura en 2010 gracias a los votos de los laguneros, tiempo en el que prometió el nuevo Hospital General para Gómez Palacio, pues no es necesario decir que las declaraciones de don Eduardo están fuera de lugar, ya que ellas solitas corrieron a ese paraje vergonzoso. “Ahorita no estamos hablando de votos sino del tema de dar servicio a los ciudadanos en el tema de salud y en eso estamos trabajando”, se apresuró a decir el secretario de Salud, quien al parecer piensa que fuera de Durango capital todo es Tepehuanes, como los chilangos creen que fuera del DF todo es Cuautitlán, con lo cual se explicarían muchas cosas. Respecto al Hospital General, el gobernador Herrera ya dijo que para finales de este año iniciará la obra y que espera terminarlo en el último año de su gestión, o sea, 2016. Pero bien podría comenzar por informar en dónde va a estar el mentado nosocomio.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 978657

elsiglo.mx