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Verdades y Rumores

EL AGENTE 007

Dicen que cuando la zanahoria no funciona, hay que usar el palo. Y tal parece que eso es lo que va a ocurrir en la Gran Estufa Solar de la Plaza Mayor, cuyo chef es Miguel Riquelme. Nuestros subagentes disfrazados de binoculares de burócratas del Palacio Federal nos informan de una reciente comida celebrada en la sede del ayuntamiento a la que llegaron muy sonrientes y saludadores todos los cobradores -disculpe, regidores- que integran el parque de diversiones que llaman Cabildo de Torreón. Se desconoce quiénes fueron los organizadores del convite y si la iniciativa fue de los becarios del ayuntamiento o si don Miguel les corrió la atención para tener una armónica convivencia acompañada por jugosos cortes y frescas ensaladas. Dicen que la encerrona marchaba muy a gusto, con postre y cafecito, y se prolongó por más de dos horas hasta que algo sucedió.

Cuentan que, de pronto, la idílica reunión se rompió y algunos regidores comenzaron a salir del recinto con cara de preocupación y otros con cara de puchero. Corre la especie venenosa de que la causa del disgusto y la indigestión fue que se trataron temas espinosos relacionados con la percepción que tiene el sufrido pueblo respecto a la pobre labor de sus representantes populares. Pero lo que más escozor causó es que, en consecuencia, habrá algunas sorpresas relacionadas con la boyante economía edilicia, algo que les pudiera afectar los bolsillos sin fondo de los regidores. ¿Tendrá qué ver con el desbarajuste que traen los funcionarios de marras con la información del Monitor de Cabildo, que sigue incompleto y desfasado? ¿O, acaso, se relacionará con los turbios manejos del famoso y discrecional recurso de gestoría? ¿O, tal vez, con las llegadas a la fresca de las 11 de la mañana a sus oficinas? ¿O con todo lo anterior? En fin, de que hay tela de donde cortar, la hay.

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Donde, por cierto, también hay mucha tela para cortar es en la Secretaría de Infraestructura de Coahuila y ya han comenzado a correr las apuestas. Dicen los maldicientes que la palidez y la pérdida de peso del secretario Francisco Saracho no es porque se haya puesto a hacer ejercicio últimamente o se encuentre bajo un riguroso régimen dietético, sino porque aún no termina varias obras del año pasado y el antepasado, tanto las del Impuesto Sobre Nóminas como las del fondo metropolitano, también conocido como fondo salvavidas, y ya le espera otra dura carga. Mientras que el jefe provincial Rubén Moreira se ha convertido en pregonero diario de inversión inédita, regalos y parabienes para Torreón como resultado de una alianza entre su gobierno y el ayuntamiento torreonita, surgen las dudas sobre si don Francisco podrá con el paquetote de obras que hasta ahora sólo están en calidad de presunción. Y es como recordará bien usted, memorioso lector, don Rubén ha anunciado para la Perla de La Laguna puentes superiores e inferiores, de un lado y del otro, bulevares, parques industriales, centros de convenciones y hasta teleféricos para unir al cielo con el infierno, pero considerando que junio ya está a la vuelta de la esquina, lo más seguro es que apenas se logre arrancar con algunos pocos proyectos. Las malas lenguas aficionadas al bonito deporte de esparcir ponzoña dicen que si hasta ahora no se ha podido resolver el problema de los elevadores tipo monta cargas del Sistema Vial Alianza -que no han servido porque supuestamente se calientan y eso que ni se han puesto en operación- o el Hospital General que ya cumplió sus cuatro añitos en construcción, habrá que imaginarse la suerte que les depara a los proyectos anunciados. El consuelo que le puede quedar a don Francisco es que son tiempos electorales, y en esta época los gobiernos suelen prometer de todo. Ya que lo cumplan, eso es otra cosa.

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A propósito del hospital, también conocido como la “Eterna Obra”, ha llamado poderosamente la atención del respetable que, mientras el gobierno de Coahuila avanza a milímetros en este proyecto que es herencia del Profe de la Deuda, ya se contempla la construcción de uno más en la consentida región Sureste, que alberga a la industriosa Urbe de Adobe. Y es que en el Programa Nacional de Infraestructura del preciso Enrique Peña Nieto, que tanta polémica ha despertado en Coahuila, se proyecta erigir un centro oncológico de 300 millones de pesillos con el cual se consolida el sector salud de la peronera capital, en la que se han inaugurado media docena de nosocomios en la última década. Y por más que los laguneros se resisten a ser suspicaces con el trato diferenciado que les prodiga el habitante del Palacio Rosa, no pueden dejar de ver que, curioso asunto, los proyectos que se anuncian en Saltillo se cumplen casi a cabalidad y en tiempos razonables, y los de la comarca tienden a dilatarse, degradarse o simplemente no concretarse. Y es precisamente el caso del nuevo nosocomio de Torreón que, aunque ahora casi nadie se acuerda, originalmente iban a ser dos: uno de segundo nivel para sustituir al maltrecho Hospital General que, por cierto, en estos días no tiene agua; y otro de tercer nivel, es decir, de alta especialidad, el cual sería regional y contaría con una inversión de más de 800 millones de pesillos. Los anuncios se hicieron en la época de Moreira I, pero con el paso de los años y el cambio de prioridades del profe, a quien le urgía saltar a la presidencia nacional del PRI, se le puso el dedo con atole en la boca al respetable público lagunero y se mal inició en 2010 la construcción del nosocomio hoy inconcluso cuya inversión no rebasará los 400 millones (bueno, eso es lo que reportan). Así que, frente al crecimiento de Saltillo, aquí en Torreón nos quedamos como los chinitos: “milando” nomás.

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Y ya que hablamos de injusticias y otras sutilezas, dicen por ahí que ni tarda ni perezosa la administración de Miguel Riquelme aprovechó el vacío que dejó su patrón -perdón, el gobernador Moreira- respecto a la obligación de actuar contra los vehículos que no cuentan con placas reales y vigentes. Y decimos reales porque en los últimos años ha proliferado todo tipo de patentes de corso en forma de láminas, plásticos o engomados con los logotipos de las mafias “protectoras del patrimonio familiar”, cuyos padrones son auténticos manjares para los operadores priistas en la elección que se aproxima. Pues bien, como el Estado claudicó, las huestes de don Miguel armaron una estrategia más de recaudación que de ordenación que consiste en sancionar, con corralón de por medio, a todo aquél que no cuente con placas vigentes y reales pero que carezca además de licencia y seguro de daños contra terceros. Pero en esta medida, parece que hay distintos raseros que aplican los muchachos de Guillermo Flores, director de Tránsito, ya que algunos integrantes del gabinetazo de Riquelme no cumplen con el requisito de portar las láminas debidas. Nuestros subagentes disfrazados de semáforos descompuestos nos reportan que uno de ellos es Gerardo Berlanga, director de Obras Públicas, quien en su auto de buena marca alemana rinde homenaje a la época cuando era funcionario de Humberto Moreira, ya que las placas con las que circula corresponden a esos años. Se habla de otros casos, entre ellos policías y agentes viales que no se han puesto al corriente con sus vehículos particulares. Habrá que ver si don Miguel, en congruencia, mete en cintura a sus muchachos o sigue despertando la sospecha de que en estos meses lo suyo, lo suyo es recaudar.

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Una vez pasada la fiebre de los primeros meses de gobiernos municipales, se han ido desinflando los bríos metropolitanos que había impulsado Miguel Riquelme con sus colegas de Matamoros, Raúl Onofre; Gómez Palacio, José Miguel Campillo, y Lerdo, Luis de Villa. Y es que si bien los regidores de los cuatro municipios iniciaron con mucho ímpetu a revisar los temas añejos de la homologación de reglamentos, parece que el empuje sólo les alcanzó para igualar lo que tiene que ver con cuestiones viales. Transporte, alcoholes, Obras Públicas, Desarrollo Económico y Urbanismo son otros asuntillos que se han ido quedando en el tintero. Los conocedores de la cosa pública han comenzado a cuchichear respecto al tema y ven que la caída del ánimo se debe, sobre todo, a que una vez más la agenda electoral se impuso en la mesa, ahora en la de los cabildos del lado de Coahuila. De ser así, todo indica que la aburrida afición tendrá que esperar sentada a que se cumpla ese viejo sueño de regir bajo normas similares a toda la zona metropolitana, ya que el año que entra habrá elecciones federales y luego seguirán las estatales y así, casi infinitamente.

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