"Escuche, escuche, ahorita están tirando balazos", le decía el presidente de la Canaco en Chilpancingo a Carmen Aristegui. Debo confesar que como radioescucha, era difícil no quedarse helado. No sé hasta qué punto mi cabeza permanecía interesada en la entrevista, o se iba a navegar por otros rumbos, invadida por el miedo y la frustración de sentir que el país se nos sale de las manos. Ignoro si la apreciación con la que me quedé después de haber tenido contacto con ese episodio es correcta o no. Sólo sé lo que siento. Y es natural.
No estamos hechos de acero y no estamos construidos para resistirlo todo. También nos derrumbamos.
En un estudio del 2012 encontramos que uno de cada dos participantes percibe que los medios de comunicación son el principal canal de transmisión del estrés. El estudio detectó una correlación estadísticamente muy significativa entre exposición a medios y síntomas de estrés y trauma como angustia, irritabilidad, pesadillas e insomnio. 90% de nuestros encuestados reportó tener algún contacto con noticias y 75% indicaba que después de este contacto se sentía peor.
En otra investigación que hicimos, algunos participantes se expresaron así: "Pues el hecho de estar mirando tantas expresiones de violencia en la TV psicológicamente afecta a cualquier persona. Pienso que los medios inyectan rabia a propósito, y muchas otras cosas inútiles. Por eso para mí cualquier programa de noticias en la tele es inútil". Otro dijo: "Necesitamos mejores formas de obtener información. No me gusta ingerir basura. Por eso apagué la televisión y el radio". Uno más: "Antes yo leía todos los días; hasta tenía mi suscripción a varios periódicos, pero al final me di cuenta que la peor manera de empezar un día era leer las noticias. Porque la mayor parte de las veces, las noticias sólo muestran cosas malas, están llenas de tragedia y amenaza, políticos corruptos, guerras y así. Por eso muy rara vez leo periódicos".
Los medios no tienen la culpa de las circunstancias violentas, pero todo parece indicar que son percibidos por la ciudadanía como el principal canal de contagio de las tensiones psicológicas que se generan a raíz de ellas. Más aún, según investigación internacional, las personas bajo estrés o temor, tienden a ser menos tolerantes, más reactivas, más excluyentes de otros y favorecen medidas antidemocráticas.
El dilema es que los medios de comunicación tienen la obligación de reportar lo que sucede de manera veraz y oportuna, proporcionando elementos indispensables para el desarrollo de una vida democrática. El problema es que si a consecuencia de su cobertura, la ciudadanía prefiere alejarse de las noticias, en lugar de contribuir a una sociedad informada y consciente de su entorno, el resultado es una ciudadanía que se evade.
Las soluciones no son dejar de informar u ocultar hechos. Eso sólo genera vacíos con efectos aún peores. Autores como Galtung, Lynch y Mc Goldrick, abordan algunas propuestas: Además de ofrecer una cobertura completa y oportuna de la violencia, es necesario cubrir por un lado lo que subyace al conflicto, y por el otro sus potenciales soluciones. Se necesita no sólo hablar de la violencia, sino también colocar en la mesa de discusión el análisis sobre las alternativas que deberíamos enfrentar para salir del lodo en el que nos encontramos, incluso con ejemplos exitosos, que los hay. No porque esas alternativas tengan que ser correctas, sino porque hablar de ellas mueve el foco de la cobertura desde el conflicto hacia la construcción de paz.
La violencia, desafortunadamente, no se va a terminar en poco tiempo, de forma que es mejor que nos hagamos conscientes de lo peligroso que puede resultar una sociedad atemorizada que prefiere evadirse.
Twitter: @maurimm