"Respeto a la afición pero ellos no mandan en esta casa". ¿Cómo entender las palabras de Pedro Caixinha, técnico de Santos, luego del empate en el Corona ante Morelia? La afición salió molesta por dejar ir un triunfo ante el último lugar de la tabla; ¡el equipo de casa iba ganando cómodamente 2-0 y regalaron el partido!.
La reacción de algunos aficionados es lógica: abuchear al entrenador, porque el hilo siempre se rompe por lo más delgado. Pero el descontento con el técnico no es de ayer, viene de tiempo atrás.
Es cierto que Caixinha ha sido protagonista con Santos en liguilla, ha jugado Copa Libertadores, final de "Concachampions" y ahora avanzó en la Copa MX, pero todavía no ha ganado nada. Y en vez de preocuparse por ganar algo y componer a su equipo, el portugués sigue dando de qué hablar con sus palabras.
Recuerdo que a Daniel Guzmán no le gustaba hablar después de perder un partido. Salía molesto, confundido, atareado. Buscaba esquivar a los reporteros en el viejo Corona, pero los representantes de los medios de comunicación sabían por dónde esperar al "Travieso"… y lo encontraban. Guzmán solía estallar después de una derrota.
Al día siguiente, ya más calmado, aclaraba lo que tuviera que aclarar y repetía que a él no le gustaba hablar después de los partidos, "todavía está uno caliente". Quizá así se confunda de vez en vez Pedro Caixinha.
Lo del sábado en el nuevo Corona es una derrota. No es menospreciar al rival, que hizo lo suyo para conseguir el empate, es evidenciar los errores que al equipo de casa le costaron dos puntos que parecían en la bolsa.
¿Y qué quiere Caixinha?, ¿que le aplaudan? Obviamente no. Está consciente que la exhibición ante Morelia no es para aplaudirse, pero también podría darle más crédito a quienes pagan un boleto por ver a once (doce, trece, catorce, los que jueguen) Guerreros dejarlo todo en la cancha, situación que no siempre ocurre.
"Ellos (afición) no mandan en esta casa". Eso está claro, pero qué manera de exhibir a quien va al estadio buscando una satisfacción que no encuentran en otra parte. Qué manera de ufanarse de su posición privilegiada sobre el resto de la población albiverde, esa que existe desde antes que el portugués tuviera noción siquiera de lo que representa el escudo que ahora defiende. Qué manera tan burda de poner al aficionado "en su lugar".
Caixinha sabe que cuenta con el respaldo del mandamás. Del administrador de las apuestas arriesgadas. Caixinha, en efecto, sabe quién es el que manda. Y todavía remata: "esta casa se maneja de adentro para adentro". ¿Y dónde queda el aficionado que hace rentable el negocio? ¿Afuera? Lo cierto es que parece que la casa cada vez pesa menos.
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