Sorpresa que en la Reforma Hacendaria de 2013 el IVA a alimentos y medicinas brillara por su ausencia... no sólo lo esperaba una buena parte de la población, sino que hubo, incluso, mucho cabildeo previo. De hecho, el PRI en su 21 Asamblea Nacional, llevó a cabo un intenso trabajo político y modificó sus estatutos para permitir el IVA generalizado. La reforma, sin embargo, no lo introdujo por dos razones principales: la primera, el activismo de la CNTE en las calles; la segunda, el aumento de impuestos en medio de una recesión no es recomendable.
La Reforma Fiscal (que no Hacendaria) se fue por el ISR. Eliminó privilegios de la ley, homologó el IVA en zonas fronterizas y lo aplicó a maquiladoras para evitar abusos. En el proceso se quitó el IETU (como impuesto de control) y el IDE, que combatía la informalidad. Se hizo más progresivo el ISR a personas físicas y se mantuvieron las tasas a las empresas.
Como se sabe y en una competencia feroz por atraer inversiones el ISR a las empresas está bajando en todo el mundo, por lo que fue positivo no aumentar la tasa en México. Con el aumento de tasas impositivas al ingreso de las personas físicas, nuestro régimen ya no dista tanto del de otros países. Por tanto, el aumento de las tasas del ISR a futuro ya no promete mucho. El margen para recaudar más, vía el ISR sin ampliar la base, prácticamente terminó.
Entonces, ¿cuál es el problema? Que necesitamos mucha más recaudación para atender los compromisos que como Estado ya tenemos encima. Insisto, compromisos ya adquiridos.
Las otras fuentes de recaudación en el mundo son a través del consumo sea éste energético, o consumo en general. El expediente de gravar la gasolina está en el menú de opciones.
Primero se necesita eliminar los subsidios, que afortunadamente son cada vez menores. El siguiente paso es gravar el consumo de gasolina, como en otros países, cuyo potencial es importante.
El otro expediente es el IVA generalizado. Cobrar IVA a prácticamente todos los bienes y servicios, a tasas que pueden ser homogéneas o diferenciadas. Cobrar IVA a alimentos y medicinas, con una canasta -muy básica- exenta y con la mayor parte de los medicamentos entregados gratuitamente por el Estado en el servicio de salud reformado. El dinero adicional que se recaudaría sería entre 1.5 a 2% del PIB: cantidad superior al gasto en salud por parte del IMSS e ISSSTE juntos. Estos fondos resultan indispensables para equilibrar el presupuesto y tener los recursos para financiar el sistema de protección social que se intenta construir.
En efecto, el IVA en alimentos impacta más a las familias de menores ingresos, razón por la que deben ser compensadas a través de bienes públicos universales como el acceso efectivo a la salud, a una pensión digna y al aseguramiento contra catástrofes. Pero los impuestos que se dejan de pagar debido a la exención del IVA son mucho mayores. El Estado no puede darse el lujo de no utilizarlos.
Acertadamente dijo el subsecretario de ingresos Miguel Messmacher en una entrevista reciente: las reformas fiscales deben ser graduales por su impacto en el consumo, la inversión y la actividad económica. Pero también es cierto que el IVA generalizado es una fuente de recursos fiscales que se utiliza cada vez más en el mundo para proveer bienes públicos en calidad y cantidad aceptables para toda la población.
La Reforma Hacendaria y el presupuesto aprobado para 2014 ampliaron la necesidad de más recursos, incluso dieron lugar a un déficit que el gobierno promete reducir en el futuro. Por ahora, lo seguro es que dentro de poco será indispensable contar con más recursos. La forma más lógica y efectiva de lograrlo, es generalizar el IVA y compensar su regresividad. Sorprende que diversos sectores políticos, incluyendo algunos miembros de la administración, lo han desestimado públicamente. No lo satanicemos; al hacerlo, nos encerramos en un callejón político con una salida estrecha y muy costosa.
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Director ejecutivo del Centro de Estudios Espinosa Yglesias
