En tan sólo 57 años, Torreón pasó de ser un rancho a convertirse en la ciudad más próspera del centro-norte del país dentro de una de las regiones más influyentes de México, aunque con muchas contradicciones económicas, políticas y sociales. El 15 de septiembre de 1907 se promulgó el decreto que le dio a la llamada Perla de La Laguna el rango de ciudad. Apenas 14 años antes, en 1893, se había erigido en villa con ayuntamiento propio. Desde entonces ha pasado más de un siglo y Torreón sigue albergando en su seno grandes contradicciones, aunque hoy no es la ciudad más próspera del centro norte de la República; ni La Laguna, una de las regiones más influyentes. ¿Qué pasó en todo este tiempo? Hay que empezar por revisar algunos datos.
En 1907 Torreón contaba con una población de alrededor de 30,000 habitantes y en constante crecimiento. El dinamismo demográfico era sorprendente para los parámetros de la época. En 1877 la Hacienda de Torreón contaba con una población de apenas 200 habitantes. Para 1910 ya sumaban poco más de 43,000. En 33 años la población se multiplicó por 216. Saltillo, capital de Coahuila, vio crecer su población en ese mismo lapso 4.4 veces (de 8,000 en 1877 a 35,400 en 1910) mientras que Durango capital, 2.6 veces (de 12,000 a 31,700).
La economía de la ciudad, como la regional, dependía del sector primario: la agricultura. El algodón era con mucho el principal producto de la Comarca. La bonanza del oro blanco, impulsada por el riego de las aguas del río Nazas y potenciada por el ferrocarril en 1883, propició también el surgimiento de la industria y el comercio. Empresas como La Fe, La Unión y La Constancia formaban parte no sólo del paisaje urbano sino también del espíritu patronal de la época. Y alrededor de ellas se conformaron las primeras colonias populares, periféricas a lo que hoy se conoce como Centro Histórico, origen y corazón de la ciudad.
El desarrollo del capital no sólo atrajo a mexicanos de otras regiones sino también a extranjeros. William K. Meyers (Forja del progreso, crisol de la revuelta) estima que por esos años vivían 5,000 extranjeros, una sexta parte de la población en 1907. La ciudad y la región estaban conectadas con el capitalismo internacional. El modelo de producción de la hacienda prevalecía. Unas tres decenas de terratenientes concentraban la mayor parte de los predios de cultivo. Había desarrollo económico que servía de imán para pobladores de otras latitudes, pero también había desigualdad y pobreza.
El de 1907 fue también el año de la crisis. Una crisis eminentemente financiera que comenzó en Estados Unidos y terminó por impactar a la región. La incertidumbre generó en La Laguna problemas para los potentados y más pobreza para los asalariados. El resultado, aunado a un creciente descontento político y social, fue un movimiento que en esta región tuvo una característica sui géneris: el levantamiento de los hacendados. Meyers relata en su libro cómo los ejércitos revolucionarios de esta zona fueron liderados por algunos terratenientes y la tropa era constituida por sus peones.
La guerra civil que se extendió hasta finales de los 20 frenó el desarrollo que había tenido Torreón. No fue sino hasta la reforma agraria de Lázaro Cárdenas que inició un nuevo auge algodonero, pero ahora bajo el modelo del ejido. La tierra se fraccionó y se repartió entre los antiguos peones quienes la cultivaron de forma colectiva. Un factor fundamental fue la construcción de las presas El Palmito y Las Tórtolas en el río Nazas. Pero las crisis de los precios del algodón de los años 60 y 70, la ineficiencia en el manejo de los recursos del principal organismo de crédito (Banrural) y la contrarreforma agraria, hicieron fracasar al modelo. La estocada fue dada por Carlos Salinas de Gortari con la reforma al artículo 27 constitucional con la cual prácticamente desapareció el ejido. La enajenación de la tierra a manos privadas propició el desarrollo agroindustrial e inmobiliario, este último con un marcado desorden.
Para entonces, Torreón seguía siendo la ciudad más poblada de Coahuila. En el lapso de 60 años la población se multiplicó por 6.6 al pasar de 66,000 en 1930 a 440,000 en 1990. Pero a partir de entonces el crecimiento comenzó a frenarse, lo cual coincidió con la crisis de la industria maquiladora entre 2000 y 2002; la crisis financiera mundial de 2008-2009 y la ola de violencia entre 2008 y 2013. Aunado a esto, los gobiernos estatales han asumido una postura de apoyo a las capitales por encima del desarrollo de regiones como La Laguna. Las crisis y problemas mencionados no pegaron tan fuerte en Saltillo y Durango como lo hicieron en Torreón y su área conurbada. Los niveles de inseguridad alcanzados en esta zona (más de 1,000 homicidios en 2012) nunca se experimentaron en las ciudades sede de los ejecutivos estatales.
Así, en 20 años, Saltillo rebasó a Torreón en población y bienestar. Durango se ha acercado en número de habitantes, pero sus indicadores de calidad de vida están por encima de los registrados en la urbe lagunera. La capital de Coahuila ha desarrollado una pujante industria automotriz (la cadena de valor más extensa) que sostiene los indicadores económicos de toda la entidad. Durango no ha logrado diversificar su industria, pero el apoyo del gobierno estatal ha sido fundamental para transformar la realidad de la ciudad. Cualquiera que visite las capitales y luego La Laguna podrá notar las diferencias. Torreón se mantiene todavía, lejos del poder central, gracias a su desarrollo en cuatro sectores: agroindustria, metalurgia, metal-mecánica y comercio. Las condiciones del mercado y las limitaciones ambientales son los principales frenos, y por eso hay voces que hablan de la necesidad de una diversificación.
Mañana Torreón cumplirá 108 años como ciudad. Si bien hoy es posible decir que la situación no es tan complicada como entre 2008 y 2012, a la capital lagunera le sigue haciendo falta un auténtico proyecto de desarrollo y la voluntad de autoridades y sociedad para llevarlo a cabo. Por eso, más allá del necesario y sano festejo, ojalá sirva este aniversario para reflexionar sobre lo que Torreón ha sido, es ahora y puede ser en el futuro. Una reflexión que abarque las contradicciones económicas y la problemática social, ambiental y política. Una reflexión que se dé lejos de la propaganda y el maniqueísmo. Una reflexión que permita entender por qué una ciudad que una vez fue polo de atracción para mexicanos y extranjeros hoy no ha logrado dejar de ser expulsora de talento y mano de obra. Una reflexión que permita dibujar un camino incluyente y sostenible.
Twitter: @Artgonzaga
E-mail: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx