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204 años de la muerte de don Miguel Hidalgo

CRÓNICA GOMEZPALATINA

MANUEL RAMÍREZ LÓPEZ, CRONISTA OFICIAL DE GÓMEZ PALACIO

El pasado jueves 30 de julio, conmemoramos el 204 aniversario de la muerte de don Miguel Hidalgo y Costilla, el Padre de la Independencia Nacional, al cumplirse 204 años de la muerte.

El juicio inquisitorial que se le siguió, cumplió un triple propósito: El de carácter religioso, por su condición de sacerdote: Civil, por haber nombrado autoridades, emitido edictos y, supuestamente usurpar el poder reconocido y, finalmente, militar, por enfrentarse al ejército realista. La consigna era acabar con su vida, y quienes integraron el tribunal eclesiástico supieron cumplir puntualmente. El proceso, lleno de irregularidades y sadismo, dejó al descubierto el poder casi omnímodo de las autoridades virreinales, el ejército de la corona y la iglesia de ese tiempo. ¿Cuáles habían sido los delitos o pecados por los que fue acusado Miguel Hidalgo que provocaron tanta crueldad en contra de él? ¿Por qué el Papa Juan Pablo II pidió perdón al mundo indígena por los "errores de exceso… la intolerancia y hasta la violencia en el servicio de la verdad" por parte de los inquisidores.

Cuando Hernán Cortés venció al imperio azteca, esto es, en 1521, el territorio mexicano estaba compuesto por una población de 25 millones de indígenas, distribuidos en 600 pueblos. En 1605, ¡En tan sólo 84 años de conquista! la población se redujo a 1´ 075, 000 habitantes, es decir, a menos del 5 por ciento (Diccionario Enciclopédico de México). Esta reducción, fue producto de las pestes, la sobrexplotación, esclavitud y asesinato continuo de los indígenas. La recuperación poblacional tardaría muchos años y causaría múltiples sufrimientos, pues en 1810, año en que el cura Hidalgo, iniciara el movimiento insurgente, la población apenas había crecido a un poco más de 6 millones de nativos, lo que habla de la enorme tragedia humanitaria que representó la conquista para nuestros hermanos. Y ni hablar de economía, pues los saqueos para sostener a las élites de la iglesia de la época, el gobierno y los miembros del ejército virreinal eran incalculables, sirviendo también para el sostenimiento de un reino localizado a más de nueve mil kilómetros de distancia y cuyos monarcas jamás se dignaron visitar sus territorios conquistados.

El espíritu de rebeldía, era el sentimiento natural que brotaba en quienes se negaban a seguir siendo pisoteados por los que abusando del poder de las armas y abrigados por la cubierta protectora de la iglesia de aquel tiempo, que utilizando sus estructuras evangélicas, lograron introducir en la mente de los nativos, que la antinatural e inhumana condición de esclavos y explotados, era una situación normal, que obligaba a la obediencia ciega. Para quienes renegaban de la sumisión, estaba la hoguera, la excomunión y los más crueles tormentos ideados por las mentes perversas de los inquisidores. Ante esto, la rebelión era más que justificada. La naturaleza sanguinaria de la conquista, no iba a terminar por voluntad de los opresores: Trescientos años habían demostrado hasta la saciedad esta verdad.

Para llevar a cabo el proceso militar contra Hidalgo, realizado en la ciudad de Chihuahua, fue nombrado como juez instructor el español Juan Ruiz de Bustamante, y el 6 de mayo de 1811, quedó designado el Consejo de Guerra que emitiría la sentencia, siendo integrado por el coronel Manuel Salcedo; los tenientes coroneles Pedro Nicolás Terrazas, José Joaquín Ugarte y Pedro Nolasco Carrasco, además del capitán Simón Elías González y el teniente Pedro Armendáriz, siendo comisionado para la formación de causa el Alférez Don Ángel Abella.

Hidalgo siempre aceptó su responsabilidad en el proceso de independencia, organizando ejércitos, fabricando armas y acuñando monedas; nombrando jefes y funcionarios; emitir proclamas y otorgando cargos diplomáticos ante el gobierno de los Estados Unidos. Se responsabilizó de la matanza de españoles en Valladolid (hoy Morelia) y Guadalajara. Pero también sostuvo que jamás ejerció el sacerdocio durante el movimiento ni tomó objetos de las iglesias. Fue contundente al señalar que todo su desempeño estuvo fundado en el principio que sostiene: "El derecho que todo ciudadano tiene cuando cree que la patria está a riesgo de perderse".

En el juicio eclesiástico, Hidalgo recibió 12 acusaciones, principalmente de herejía y apostasía (abandonar sus hábitos), las cuales fueron rebatidas íntegramente por el acusado. Pero nada le valió, ya que fue señalado como "reo de alta traición, que ordenó horrorosos crímenes y monstruo tal que debería morir por ello, confiscársele sus bienes y dar al fuego sus proclamas y papeles", sugiriéndose que merecía; "la muerte más afrentosa que se pudiera escoger, pero que dada su condición sacerdotal, ante lo cual no existía verdugo para darle ´garrote vil´ debería ser fusilado". Por ser juicio eclesiástico, se hizo comparecer al reo ante el tribunal, vestido con ropas sacerdotales, siendo despojado de ellas, hasta dejarle en ropa de laico, de acuerdo con las reglas del pontificado de Roma. Al ser degradado, el Alférez Abella, hizo hincar a Hidalgo para leerle la sentencia de muerte, lo cual ocurrió el 29 Julio, señalándose el día siguiente, en la madrugada, para ser ejecutada la sentencia.

Matar a un ser humano como Miguel Hidalgo, cercenarle la cabeza y exhibirla durante diez años, quizás sea el menor de los males. La capacidad de hacer mal, sin límite alguno, quedó demostrada en la sentencia de excomunión, autorizada por el Sumo Pontífice Pío VII, que le fue leída al reo Hidalgo antes de su muerte, la cual encierra los más crueles pensamientos, jamás imaginados en la historia de la humanidad. A continuación se transcribe una parte esencial de ella:

"Por la autoridad de Dios Todopoderoso, el Padre, Hijo y Espíritu Santo; y de los santos cánones, y de la Inmaculada Virgen María madre y nodriza de nuestro Salvador; y de las virtudes celestiales, ángeles, arcángeles, tronos, dominios, papas, querubines y serafines y de todos los santos patriarcas y profetas; y de los apóstoles y evangelistas; y de los santos inocentes, quienes a la vista del Santo Cordero se encuentran dignos de cantar la nueva canción; y de los santos mártires y santos confesores, y de las santas vírgenes, y de los santos, juntamente con todos los santos elegidos de Dios, lo excomulgamos y anatematizamos, y lo secuestramos de los umbrales de la iglesia del Dios omnipotente, para que pueda ser atormentado por eternos y tremendos sufrimientos, juntamente con Datán y Avirán, y aquellos que dicen al Señor, ¡Apártate de nosotros! porque no deseamos uno de tus caminos y así como el fuego del camino es extinguido por el agua, que sea la luz extinguida en él para siempre jamás. Que el Hijo, quien sufrió por nosotros, lo maldiga. Que el Espíritu Santo, que nos fue dado en nuestro bautismo, lo maldiga. Que la santa cruz a la cual ascendió Cristo por nuestra Salvación, triunfante de sus enemigos, lo maldiga. Que la santa y eterna Virgen María, madre de Dios, lo maldiga."

"Que todos los ángeles y arcángeles, principados y potestades, y todos los ejércitos celestiales, lo maldigan. Que San Juan el precursor, y San Pedro y San Pablo y San Andrés y todos los demás apóstoles de Cristo juntamente, lo maldigan. Y ojalá que el resto de sus discípulos y los cuatro evangelistas, quienes por sus predicaciones convirtieron al mundo universal, y ojalá que la santa compañía de mártires, y confesores, quienes por sus santas obras se han encontrado agradables al Dios Todopoderoso, lo maldigan. Ojalá que el Cristo de la Santa Virgen lo condene. Ojalá que todos los santos desde el principio del mundo y todas las edades y quienes hayan de ser los amados de Dios, lo condenen; y ojalá que los cielos y la tierra y todas las cosas que hay en ellos, lo condenen. Que sea condenado donde quiera que esté, en la casa o en el campo: en los caminos o en las veredas; en las selvas o en el agua, o aun en la iglesia. Que sea maldito en el vivir y en el morir; en el comer y el beber; en el ayuno o en la sed; en el dormitar o en el dormir; en la vigilia o andando; estando de pie o sentado; acostado o andando; mingiendo o cancando y en todas las sangrías. Que sea maldito interior y exteriormente. Que sea maldito en su pelo. Que sea maldito en su cerebro. Que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes, en su frente y en sus oídos; y en sus cejas y en sus mejillas; en sus quijadas y en sus narices; en sus dientes anteriores y en sus molares; en sus labios y en su garganta; en sus hombros y en sus muñecas; en sus brazos, en sus manos y en sus dedos. Que sea condenado en su pecho, en su corazón, y en todas las vísceras de su cuerpo. Que sea condenado en sus venas, en sus músculos, en sus caderas, en sus piernas, pies y uñas de los pies. Que sea maldito en todas las junturas y articulaciones de su cuerpo. Que desde la parte superior de su cabeza hasta la planta de sus pies, no haya nada bueno en él. Que el Hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga, y que el cielo con todos los poderes que hay en él se subleven contra él, lo maldigan y lo condenen." "Amén. ¡Así sea! Amén". Así terminaba esa infamante sentencia emitida hace 204 años contra el cura Miguel Hidalgo y Costilla, el Padre de la Independencia Nacional. Ojalá, jamás se repita esa infamia contra nadie. ramlom28@hotmail.com

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