Les comparto un extracto de mis palabras, con motivo de los festejos de los 75 años del Instituto Francés de La Laguna:
Cuando me preguntan sobre la adecuada enseñanza de los niños y los jóvenes, sin dudarlo me remonto a mis épocas de primera juventud, cuando recibí educación cristiana completa, tiempos en que la revisión de los valores universales era tan importante como el aprendizaje de las ciencias o las letras, con profesores lasallistas dedicados a lo ordenado por su fundador, San Juan Bautista de La Salle: educar y no solamente instruir.
Quedaron muchas frases en mi memoria, base para la toma de decisiones, impulsado con el espíritu de servicio y con ánimos para dar el "combate" de la vida diaria.
Hacer el bien, servir, comprometerse, resistir tentaciones, no responder a las agresiones con la misma brutalidad, eran frases que escuchábamos diariamente y que, sabiamente se mezclaban con estudiar, esforzarse, aprender, ser mejores, saber, en una escuela semimilitarizada donde la virilidad era enseñada con el ejemplo.
Cuando recuerdo y comparto anécdotas y experiencias con mis compañeros de trabajo -muchos de ellos doctorados en educación-, quedamos con la sensación de que algo no estamos haciendo tan bien como ellos.
Seguramente me estarán leyendo compañeros lasallistas y vendrán a su memoria hermanos, "señores" como les llamábamos por el Monsieur y el profundo respeto que les tenemos. Les comparto algunos recuerdos:
Sin duda, mi primer educador fue el Sr. José Elcoro, quien con su sabia paciencia me invitaba a ayudarle en su papelería, aprovechando para convencerme de ya no hacer travesuras y ser mejor persona.
Rubén Sámano, mi "papá académico", quien aplica "la dulzura en los labios y la firmeza en el corazón" como recomendara la educadora Margarita Gómez Palacio.
Monsieur Paul, francés que insistía en enseñarnos las matemáticas, llegando a utilizar reforzadores educativos para animarnos, como aquello de "no etudia, ...domingo a las cuatro", castigo doloroso que me animó estudiar en casa.
Rafael Garcés, el querido "Solapas", ganador del apodo por sus trajes antiguos, quien sonreía disimuladamente cuando pensaba que no lo veíamos, al observarnos imitarle. Gracias a él aprendí valores ...y a hacer nudos de corbata.
Un especial agradecimiento para Lorenzo González Kipper, "el matemático", quien me enseñó constancia, disciplina, esfuerzo y servicio en los Boys Scouts "Lobos" o estudiando física con sus "carricoches" de laboratorio. Aún ahora, cuando lo saludo, continúa orientándome.
De José Cervantes me quedan recuerdos de tiempos recientes, cuando me asesoraba sobre mi desempeño como trabajador universitario; educador sobrio, impecable en su vestir y hablar, con la sabiduría ganada con la formación profesional y la experiencia, poseedor de esa memoria prodigiosa que le dejaba recordar nombres de personas, fechas y datos de muchos años atrás.
Y otros muchos más como el Sr. Saucedo y su férrea disciplina, o Magallanes y el Tumbling, sin olvidar al querido "Güero" Padilla, quienes viven, verdaderamente, las promesas de humildad, pobreza y obediencia.
Hoy día recuerdo a mis compañeros de la Coral, como Fernando Llama, dirigidos por el maestro Vilalta o de la Banda de Guerra y los incansables hermanos Saavedra; a los Boys Scouts de la patrulla de los Lobos y los campamentos con Ramón Shade.
También la Sociedad de alumnos de Antonio González, experto en "grillas" y a César Madero, quien aún insiste en que Toño cometió fraude durante las elecciones… y sí.
El inolvidable Simiente, donde durante dos años continuos practicamos las primeras letras escritas, entrevistando a personajes como Luis Echeverría, Raphael o La Tropa Loca, visitando escuelas de señoritas, aprendiendo a relacionarnos con ellas vendiéndoles el periódico, con los periodistas Fernando Barraza, Goyito Muñoz y Salvador Flores o fotógrafos como Pascual Hernández y Gerardo Salcido.
Vienen a mi mente las actividades de los equipos deportivos, como aquel América, con compañeros como los Martín Bringas o Benito Cortés, que cuando íbamos perdiendo por más de cinco goles cambiábamos las reglas por las del futbol americano, para deleite y carcajadas de condiscípulos espectadores; o los equipos de basquetbol, con Fermín Cuéllar, siempre persiguiendo el triunfo.
De apodos no quiero escribir, porque ahora son profesionales de éxito o empresarios esforzados que tal vez no acepten mis indiscreciones. Usted, si es exalumno del IFL, podrá divertirse haciendo memoria.
Tiempos felices que les comparto por insistencia de una de nuestras más hermosas reinas: Yeye Romo, que aún se ruboriza cuando le recuerdo aquellos tiempos y cuántos de nosotros la seguimos admirando.
Saludo a los nuevos hermanos lasallistas, entendiendo que tienen un enorme reto, confiando que saben soportar la carga en sus espaldas: el peso moral de esos grandes educadores.
Han pasado setenta y cinco años y espero pasen otros "setenta veces siete" y sigan apareciendo personajes inspiradores, como aquellos que yo disfruté, de quienes adquirí la responsabilidad y el honor de atender, por siempre, el hermoso lema "Indivisa Manent".
ydarwich@ual.mx