Más desaparecidos. Al menos 292 personas han desaparecido en Iguala, además de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
La mañana de su graduación del bachillerato, un tiroteo en el centro de la ciudad hizo que Berenice Navarijo Segura retrasara su salida para ir a peinarse y maquillarse.
Su madre se había levantado antes del amanecer a preparar la barbacoa de chivo y frijoles para la celebración, y no quería que su hija se arriesgara a salir. Su hermana, que había preparado suficiente salsa para los 60 invitados, intentó demorar a la animada joven de 19 años haciéndole preguntas:
-- "Bere'... ¿tu cartera?"
-- "Bere, ¿tu celular?"
Su familia llamaba "Princesa" a Berenice. Ella ya había pagado el dinero para peinarse y estaba decidida a verse muy bien ese día. Acostumbrada a evitar las balaceras en una región plagada por los cárteles de las drogas, Bere esperó sólo 20 minutos después de que pararon los disparos y antes de salir de casa prometió que regresaría rápido.
Subió a la parte trasera de la motocicleta de su novio, se fue y al poco tiempo se sumó a la lista de los desaparecidos en México.
Dieciséis personas más, incluido el novio de Berenice, desaparecieron en Cocula ese mismo día, el 1 de julio de 2013, poco más de un año antes de que 43 estudiantes normalistas fueran detenidos por la policía en esta comunidad cercana de Iguala y nunca se volviera a saber nada más de ellos.
Durante todo ese tiempo, la mayoría de las familias se quedaron calladas a la espera de que por ventura de su silencio, sus hijos y esposos pudieran regresar y con miedo de que una denuncia ante las autoridades los pudiera condenar a una muerte segura.
"Yo había dicho que no, que no iba a denunciar", dijo Rosa Segura Giral, la mamá de Berenice. "Porque yo decía: yo denuncio y que tal si mi hija está cerca, la gente sabe que yo denuncié, le hacen daño, o sea, pensaba en todo esto", razonó acerca de su silencio.
Pero entonces las desapariciones de los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa desataron la indignación internacional. El gobierno federal inició una investigación y anunció, con bombos y platillos, su conclusión oficial: que los jóvenes habían sido asesinados, cremados y sus cenizas tiradas en bolsas en un río de Cocula.
Animados por la repentina atención a las desapariciones, las familias de Cocula comenzaron a dejar el angustiante silencio y a salir a la luz pública, junto a cientos de otras familias del estado sureño de Guerrero.
Hablaron entre ellos de su desgracia y firmaron listas con los nombres de sus seres queridos que se sumaron al creciente registro de más de 25,000 personas reportadas como desaparecidas en todo el país desde 2007. Dieron muestras de ADN tomadas del interior de sus mejillas y luego tomaron varillas para registrar los escarpados campos de Iguala en busca de rastros de sus familiares, que comenzaron a ser llamados como "los otros desaparecidos".
Llegaron a encontrar evidencias de cuerpos y, a veces, las autoridades cavaron fosas de campos desconocidos. Más de cien cuerpos han sido recuperados. Hasta ahora, sin embargo, sólo se han identificado y entregado a los familiares los restos de seis personas pertenecientes a los otros desaparecidos.
Los demás continúan desaparecidos. Y sus familiares son las otras víctimas.
AÑADEN 292 A LA LISTA
Al menos 292 personas han sido añadidas a la lista de desaparecidos en Iguala y sus alrededores desde que los 43 estudiantes desaparecieran allí el 26 de septiembre de 2014. Localizada a unos 180 kilómetros al sur de la ciudad de México, esa región del estado de Guerrero tiene unos 300,000 habitantes, muchos de ellos campesinos, taxistas y obreros.
Aunque la mayoría de las familias están muy asustadas como para hablar públicamente, se logró entrevistar a familiares de 158 de los "otros desaparecidos". Aún temerosos y también furiosos, hablaron de sus hijos, padres y hermanos que fueron llevados frente a sus ojos, de aquellos que dejaron la casa para ir a trabajar o salieron a comprar leche y que luego pareciera que fueron tragados por la tierra.
O de la hija que fue a arreglar su cabello para su graduación y nunca más volvió.
Lo que pasó con Berenice es especulación. Su madre recuerda haber oído un convoy de camionetas pasar por el camino de grava frente a su casa y rumbo al centro de la localidad esa mañana.
El sonido de rifles automáticos traspasó el techo de metal corrugado sobre su fogón, y horas después Segura Giral escuchó a las camionetas pasar de regreso por el mismo camino frente a su casa. Nunca imaginó que Berenice y su novio podrían ir dentro de alguna de ellas.
¿Quiénes eran las personas que secuestraron a su hija? ¿Miembros de uno de los cárteles de las drogas que se disputan el control de Cocula? ¿La policía ligada al narcotráfico? Segura Giral se encoge de hombros. Nadie puede decirlo con seguridad.
Tampoco puede explicar por qué, aunque como muchas personas a su alrededor, Segura Giral sabe que hay muchas posibles razones para ese tipo de desapariciones: reclutamiento para sumar gente joven a las filas de cárteles. Ataques a competidores. Ganancias por rescates o castigos por no haber cumplido con el pago de extorsiones. La eliminación de algún testigo.
En cualquier caso, las desapariciones siembran miedo. El hermano mayor de Berenice huyó a Chicago hace tres años después de ser detenido dos veces por hombres armados mientras vendía pizzas en la calle.
Al igual que Berenice, ese día también desapareció José Manuel Díaz García, un campesino de 43 años en la comunidad cercana de Apipilulco, quien escuchó a las camionetas detenerse afuera de su casa antes del amanecer. Cuando los hombres lo llamaron, él les gritó que no dispararan porque estaban sus hijos. Minerva López Ramírez, su esposa, dijo que él se fue pacíficamente con cinco hombres enmascarados. Tres días después recibió una llamada para pedir un rescate de unos 300,000 pesos (unos 30,000 dólares de entonces) que eventualmente se negó a pagar porque no le pusieron a su marido al teléfono.
Carlos Varela Muñoz, un taxista de 28 años, estaba en su casa al otro lado del río en Atlixtac cuando hombres armados llegaron cerca de las cinco de la mañana en tres camionetas pick-up blancas sin placas de circulación. Rompieron los vidrios y forzaron la puerta. Los enmascarados dijeron ser policías federales y obligaron a su esposa a acostarse bocabajo mientras se llevaban a Varela. No se hizo ningún pedido de rescate y él no volvió a aparecer.
Van 1,703 averiguaciones por secuestro
La Secretaría de Gobernación (Segob) informó que de enero de 2014 a agosto de 2015 se han iniciado mil 703 averiguaciones previas o carpetas de investigación por secuestros cometidos en el país.
En el marco de la Estrategia Nacional Antisecuestro y con base en el informe mensual del secretariado ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (Sesnsp), la dependencia informó que de enero a agosto del presente año se han iniciado 690 indagatorias; mientras que en el mismo período, pero de 2014 se registraron mil 013, lo que representa una disminución
"El comportamiento de la incidencia delictiva por este delito en el fuero común en los meses de enero a agosto del 2015, reporta una cifra de 690 averiguaciones previas, mientras que en el mismo período de 2014 un total de mil 013 lo que representa una reducción de 323 secuestros, lo que equivale a 31.98 por ciento". Gobernación dio a conocer que la carpeta de investigación con la que cuenta la Coordinación Nacional Antisecuestro, refieren que de enero a agosto de 2015, existen 690 expedientes correspondientes al fuero común y en el fuero federal 308, lo que representa un total de 998 investigaciones por este delito. En tanto un reporte reveló que en México existen al menos 23 mil 271 personas desaparecidas o no localizadas, según datos dados a conocer a principio de este año, por la propia PGR, aunque esta cifra no es confiable porque hay organizaciones no gubernamentales que afirman que son muchas más las personas que fueron impedidas de su libertad de manera forzada y sin que se sepa hasta ahora dónde están.