La vida de los mexicanos se divide en sexenios. A partir del pasado siete de junio, el país comenzó la segunda etapa de la administración presidencial. Nadie mejor que el propio jefe de estado está consciente de ello.
El que todas las miradas se centren en el ya mítico año 2018 es una de las pruebas de lo anterior. Más que en otras ocasiones, se percibe una ansiedad porque llegue a su fin el sexenio actual que ya, a su mitad, está resultando pesado. Ni han terminado las ansiadas reformas estructurales que están todavía en proceso ni el alivio a la tensión a la que el crimen organizado sujeta prácticamente a todos los habitantes. El drama de las inseguridades de todo tipo se completa con la legítima preocupación por el futuro que aguarda a los millones de niños y jóvenes de todos los niveles sociales que tendrán que enfrentarse privados de la preparación que les ofrecería una educación ordenada y fecunda y que por las convulsiones sindicales del magisterio han desaparecido.
Las más de dos mil campañas que se desarrollaron durante los últimos comicios debieron haberse utilizado para expresar programas y planes que describieran soluciones específicas para remediar las necesidades populares.
Las elecciones que acaban de celebrarse se desperdiciaron en inútiles ataques entre partidos y candidatos en lugar de haber dedicado el tiempo a la discusión profunda de los problemas que aquejan a nuestra comunidad. Los contendientes se enfrascaron en una guerra personal en lugar de ofrecer opciones para una vida más digna para todos.
Los ataques entre los partidos fueron casi tan dañinos como los ataques que se hicieron al interior de los mismos. A lo largo de las campañas de los candidatos las numerosas deficiencias del país no sirvieron como elementos de discusión sino como armas de recíprocas acusaciones.
La reacción de todos los electores fue de un fastidio general por el sistema político que nos rige. La aparición de los candidatos independientes fue una revelación que todos hemos saludado con entusiasmo y optimismo. El triunfo de algunos de ellos, especialmente a la luz de la sobriedad de sus gastos de campaña, prendió la esperanza de que esta fórmula, ajena al sistema convencional de partidos, se repita.
Iniciamos la segunda mitad del sexenio sin novedad alguna que los candidatos y los partidos hayan propuesto. De no variarse el curso el país continuará en el pasmo político y social en el que se encuentra.
Mientras México se halla en esta situación, muchos países en el mundo están buscando vigorosamente la mejor salida a sus complicados problemas para lo que sus ciudadanos toman activo impulso. Las agudas crisis en Grecia, las victorias de los partidos españoles, demuestran el papel que la ciudadanía puede tomar si así lo desea.
Es el momento de una acción cívica que resuelva el impasse en que nos encontramos y que debe basarse en una deliberada estrategia consistente en seguir el desempeño de los funcionarios y legisladores que hemos llevado al poder a fin de detectar los incumplimientos de sus compromisos de campaña para así llamarlos al orden y al cumplimiento de sus responsabilidades.
El monitoreo de la actividad de los servidores públicos también abarca reconocer sus aciertos y brindarles la cooperación necesaria para apoyar su desempeño.
La acción cívica que ahora se requiere debe ser persistente. Se realizará formando grupos de vecinos que se reúnan periódicamente para comparar sus notas y decidir la acción que en consecuencia han de tomar. Comenzaría por comunicar a los funcionarios monitoreados las observaciones y recomendaciones haciéndoles llegar las advertencias necesarias sobre la acción correctiva que en su caso se tomaría. El trabajo ciudadano se complementará enterando a los medios de comunicación y utilizando las redes sociales que tan activamente han llegado a operar difundiendo información a cientos de miles de sus miembros enlazados.
Son momentos en que por todo el mundo la acción ciudadana está respondiendo a su función de fortalecer la democracia y por este medio impulsar niveles superiores de vida a sus comunidades actuales y futuras. Es momento para la acción ciudadana mexicana.
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