Poco a poco hemos llegado a una situación en la que el modelo electoral ha dejado de generar certidumbre para la mayoría de los actores. La poca que había se ha tirado a la basura. No les falta razón a los que dicen que el país tiene ya suficientes problemas graves sin resolver para tener un conflicto electoral. Pero aquí estamos de nuevo, con el estreno de una institución reconvertida (de IFE a INE) y con modelo que de tantas reformas y ajustes ha terminado por ser un adefesio similar al que resulta de repetidas cirugías plásticas.
Tenemos un modelo complicadísimo, violaciones repetidas, impunidad, un fuerte cuestionamiento al voto y poca certidumbre.
Es cierto que durante los años anteriores a la transición uno de los ejes más visibles de tensión social estaba vinculado al terreno de elecciones sin equidad, comicios plagados de trampas por el abuso sistemático y estructural de un partido hegemónico ya en decadencia, el PRI. También es cierto que durante unos pocos años se pensó que se había logrado construir un sistema con certidumbre y confianza, pero fue sólo un momento, rápido regresó el conflicto y comicios cuestionados se han vuelto la regla. Se sabe de sobra que no es a partir de pulir y pulir los instrumentos para el acceso al poder, como se va a lograr una ruta despejada de certidumbre; a la vista tenemos pruebas en sentido contrario.
La lógica de hacer una reforma después de un conflicto nos ha llevado a un círculo perverso. No porque no haya buenas intenciones, sino porque ante las nuevas reglas se aprenden los atajos y las trampas, ante los fraudes a la legalidad se despliega impunidad y se producen más violaciones y, ante lo que debería haberse conservado como avance, nos quedan los recuerdos de algunos procesos en donde no hubo conflicto, como si fueran una excepción, un error de la matrix.
El campo de lo electoral es un buen ejemplo de lo que le pasa al país en otros espacios. Se hacen reformas y los primeros que rompen la legalidad son los mismos autores de las nuevas reglas, porque así les conviene a sus intereses. Después de las multas emblemáticas de Amigos de Fox y Pemexgate, vino la revancha, nunca más se tendría una mayoría de consejeros independientes. Después de los abusos y el conflicto de 2006 vino el cambio al modelo mediático, pero pronto llegaron las resistencias, complicidades y atajos para darle vuelta a la legalidad. Ya es costumbre nombrar consejeros y comisionados mediante cuotas partidistas, en todos los organismos "autónomos", ya se volvió la regla de fondo para burlar la independencia. Del IFE al INE se generó un monstruo complicado de gobernar que ya tiene un severo déficit de legitimidad. Ya se sabe que el organismo nacional se quedó a la mitad entre los controles de los gobernadores, (esos actores impresentables que tienen cada vez más dinero público y rinden menos cuentas), y el control de los partidos, sus cuotas y su alergia a la independencia.
El conflicto reciente de los partidos que se levantaron de la mesa no es una trama en blanco en negro, entre buenos y malos. Todos tienen responsabilidad, unos más que otros. Cuando la oposición descubre los efectos negativos de una autoridad que ha sido "omisa", el INE y el Tribunal, frente a un violador serial de la ley que es el Partido Verde, el daño ya está hecho. Ese partido es la prótesis para que el desprestigiado PRI no se quede en minoría. Sin duda, el crecimiento del Verde es la mejor expresión de la decadencia del sistema electoral y político del país. En la acomodaticia oposición, PRD y PAN, hay responsables de haber nombrado a los consejeros y están muy lejos de ser víctimas. Ahora se rebelan ante la "imparcialidad como en ninguna época", y ante el "daño irreparable a la contienda"; ahora sí le pasan la factura al INE. Tienen razón en los argumentos, pero lo hacen tarde, también ellos han sido complacientes, quizá deberían de haberse levantado de la mesa hace seis meses. Hoy la certidumbre para una contienda equitativa está muy dañada. Lo electoral es uno más de los problemas que acompañan esta regresión autoritaria y, por cierto, no el más grave…
@AzizNassif
Investigador del CIESAS
