Concluye 2015 con una agenda ambiental regional pendiente, son pocos los cambios ocurridos durante el presente año, por ello quizá es pertinente hacer una recapitulación acerca del estado de nuestro ambiente, la gestión institucional y ciudadana que se hace sobre ellos y los resultados obtenidos. Son varios los aspectos a considerar, en este espacio sólo abordaremos tres de ellos: agua, biodiversidad y aire.
El gran asunto de la agenda ambiental regional sigue siendo el agua. La problemática hídrica regional debe verse con el enfoque de cuenca hidrológica, lo que nos lleva a entender la asociación que existe, en más de 100 mil k2, entre los diferentes tipos de ecosistemas como el bosque, el pastizal y el matorral, que tienen al agua entre sus venas comunicantes.
El agua tiene una importancia para la vida y también ejerce una función articuladora del espacio geográfico, desde el bosque templado en la parte alta de la Sierra Madre Occidental, a 2,500 metros sobre el nivel del mar, pasando por los lomeríos y llanuras de pastizales naturales hasta la planicie del delta donde desembocaba el Río Nazas, a una altura 1,500 metros menor de la anterior. Algo similar, pero en menor escala, presenta el Río Aguanaval; ambos flujos de agua delimitan el ámbito de esta cuenca.
Por lo anterior, los laguneros no podemos desasociar los diferentes vértices que presenta la cuestión hídrica regional con el resto de los problemas que surgen en otros lugares de la cuenca: el deterioro del bosque de encino-pino tiene repercusiones en la sierra al fragmentarse y reducir el hábitat donde reside una biodiversidad propia, la deforestación que sufrió sin regulación durante más de un siglo, cuya reducción de esa cobertura vegetal limitó otra función ecológica como la captura de carbono y liberación de oxígeno, reduciendo su capacidad de captación de agua de lluvia y la percolación que forma flujos subterráneos.
Estas funciones ecológicas del bosque son restringidas por las actividades humanas, se realizó tala sin control con esos árboles y durante ese tiempo poco se hizo por recuperarlo; este deterioro del bosque actúa como un factor que incide en el cambio del régimen hídrico de la cuenca (se modifican los volúmenes de captación y los flujos de escurrimiento superficial y subterráneo). A los laguneros nos afecta porque los volúmenes de agua que se captan en la parta alta son determinantes para nuestra economía y población.
La respuesta que se ha dado a este problema ha implicado una ejercicio de gestión institucional y ciudadana asociadas, en un esquema novedoso de gobernanza hídrica al constituirse una figura civil como la responsable del proyecto de recuperación del bosque, al que se ha llamado Irritila. En los pocos años que lleva, ha observado un acompañamiento gubernamental sincronizado y ha empezado a involucrar actores laguneros en la aportación de fondos para pagar servicios ambientales a los dueños del bosque y conviertan su cuidado en un objetivo de vida y forma de obtener ingresos que antes extraían del bosque.
En la parte media de la cuenca, los pastizales sufren presiones antrópicas y climáticas que provocan deterioro en zonas y predios. Así como se ha emprendido un proyecto de recuperación del bosque, también es necesario hacerlo con el pastizal, sobrepastoreado por aplicar una carga animal superior a su capacidad forrajera, aunado a las fluctuaciones climáticas más frecuentes y cada vez más extremas: es un área de oportunidad para la conservación que requiere participación ciudadana y académica que incida en una mayor atención gubernamental y de los propios dueños de los terrenos.
Los laguneros dependemos en nuestra condición de vida actual y su calidad futura, de la salud de estos ecosistemas. Pero el tema central de la agenda hídrica sigue siendo la sobreexplotación y contaminación de nuestros acuíferos ubicados en la parte baja de la cuenca, procesos que no sólo se observa permanecen sino que se agudizan a pesar de algunas medidas que se están aplicando en sus aspectos más críticos, como la filtración que se realiza en los pozos y llaves de agua, finalmente remedios necesarios, pero temporales porque la solución más sustentable para el desarrollo económico y la vida futura de los laguneros es la recuperación de los acuíferos.
Hay otros asuntos pendientes en la agenda hídrica regional, como los problemas recurrentes de o entre usuarios de aguas superficiales, desde la demanda constante de mayores volúmenes de agua almacenada en las presas para asegurar una superficie de riego, los conflictos entre ellos por la conducción de sus asociaciones, los niveles de eficiencia y la concentración elitista de derechos de agua, o los problemas de los sistemas pluviales urbanos y el insuficiente tratamiento de aguas residuales, entre otros. Los primeros asuntos se han manejado entre los usuarios y la Comisión Nacional del Agua, y los segundos son de los organismos operadores municipales.
Uno de los problemas también asociado con las aguas superficiales del Río Nazas es la presencia de amenazas serias al ecosistema ribereño más importante de la cuenca, el Cañón de Fernández. Declarado área natural protegida por el Congreso del Estado de Durango como parque estatal hace una década, es actualmente administrado por un organismo civil en otro ejercicio diferente de gobernanza, recibe presión antrópica de parte de concesionarios que realizan modificaciones en las franjas federales del río, cambiando el uso del suelo e impactando el hábitat de la vida silvestre.
Es importante que los laguneros conozcan y valoren este sitio excepcional que alberga capital natural importante, a la vez de que apoyemos en revertir esas amenazas. Asociado a esto, en un área colindante con la anterior, se ha incrementado la extracción de aguas subterráneas por empresarios ganaderos depredadores que han trasladado sus áreas de cultivo de forrajes a una zona de recarga de los acuíferos.
Al ser el problema del agua un asunto centralmente de gestión, se ha observado limitadas capacidades institucionales para atender la cuestión medular de recuperar nuestros acuíferos que aseguren el abasto actual de agua para la población y los ecosistemas, así como futuras reservas de agua subterránea para tener mayores capacidades humanas al enfrentar la variabilidad climática derivada del calentamiento de la tierra. Tal situación ha motivado la formación y participación de grupos civiles con el fin de incidir en esa gestión y contribuir en la recuperación, conservación y manejo sustentables de los recursos hídricos que disponemos.