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El presidente mueve sus piezas: al interior, las torres y la dama buscan consolidar un nuevo régimen autoritario en la Federación Rusa; al exterior, caballos y alfiles apuntalan la vuelta del país a la primera línea de batalla de los asuntos mundiales.
Cuando uno se plantea las cuestiones ideales, el traslado definitivo a las regiones donde los supuestos más deseables se hacen realidad, las discusiones son innecesarias, o al menos eso piensan quienes gustan de las soluciones simples, de avanzar el peón de rey (en ajedrez el primer movimiento siempre corresponde a las piezas blancas) con la fe puesta en conseguir el mate (la derrota del rival) en cuatro jugadas.
La libertad, por ejemplo, es buena, ser libre para hacer lo que se quiera y obtener la gratificación anhelada no puede acarrear indeseables engendros. El peón se mueve y las cosas parecen marchar según lo previsto, mate en cuatro y festejo. Entonces, llega el turno de las negras y todo se va al garete. Porque el jugador al otro lado del tablero, llámese De Maistre, Rousseau, o cualquier otro temperamento con ganas de complicaciones, comienza a desplegar un plan que nos repele, uno que busca postergar la partida hasta más allá del año solar o hasta que el reloj pierda el sentido de las formas, lo que suceda primero, porque quien juega con negras tiene la inocente misión de señalar la incompatibilidad del ser humano con una libertad plena, el derecho de los otros, la obligación de entregarnos a los designios de una autoridad, cosas así.
En el plano de la política internacional ocurre algo parecido. Blancas mueve pensando en afirmar su dominio, llevar la democracia a donde no la hay, derechos civiles y libertad para el petróleo, desarme nuclear y solución para Israel, uno que pretende acercarse a Europa del Este por la vía de los acuerdos comerciales, de ofertar las bondades de la multinacional occidental. Mas nunca falta el jugador de negras, este puede traer consigo una propuesta radical y lanzarse al sacrificio de piezas a la espera de que se abra el espacio requerido para hacer su jugada bomba, o bien puede ser del tipo maquiavélico, experto en acomodar sus piezas, tejiendo una tormenta alrededor de su adversario que amenaza con ahogarlo poco a poco u obligarlo a ofrecer las tablas (empate). Dicho esto, no queda más que recordar que existe un país donde el ajedrez es una cuestión de estado.
UNA PARTIDA VERTIGINOSA
"Nadie ha podido, ni podrá intimidar a Rusia, las amenazas a la seguridad nacional recibirán una respuesta adecuada", dijo, según reproducen medios internacionales, el presidente Vladímir Putin en una reunión con los jefes del Servicio Federal de Seguridad (FSB, la antigua KGB) en la que se abordó el tema de Ucrania, la exrepública soviética que en meses pasados perdió una parte de su territorio (Crimea) a manos de separatistas prorrusos.
En estos tiempos decir que nadie intimida a Rusia equivale a afirmar que nadie intimida a Putin, un político forjado en los talleres de la pobreza, con la hoja mellada por las tragedias familiares y su experiencia en la fría batalla por la supremacía del modelo soviético. Como ocurre con ciertas armas que sobreviven a las guerras en las que fueron empleadas, Putin fue aumentando su valor con los años.
La biografía oficial del “Excelentísimo Señor Vladímir Vladímirovich Putin” -disponible en el archivo del diario cubano Granma- dice que nació en el Leningrado de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el San Petersburgo de la Federación Rusa actual, el 7 de octubre de 1952.
En 1970 ingresó en la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Leningrado, se graduó en 1975. Luego estudió en la Escuela Superior 1 del Comité de Seguridad Estatal (KGB) en Moscú. De 1985 a 1990 estuvo en misión de inteligencia en la entonces República Democrática Alemana. En 1989 fue condecorado con la medalla de bronce por sus méritos relevantes ante el Ejército Popular Nacional de la RDA.
En 1990 ocupó la Vicerrectoría de la Universidad Estatal de Leningrado para los asuntos internacionales. Luego dio el salto a las oficinas de gobierno y comenzó una escalada trepidante que lo llevó, en menos de diez años, del título de asesor del Presidente del Consejo Urbano de Leningrado a Presidente interino de la Federación de Rusia, a partir del 31 de diciembre de 1999, tras la dimisión de Boris Yeltsin.
LOS DETALLES
Otro Vladímir, maestro de la narrativa, decía que hay suficiente espacio en una lápida para verter, sintetizada y encuadernada en musgo, la glosa de la vida de un hombre. No obstante, precisa que "a todo el mundo le gusta conocer pormenores".
Aunque era el menor de tres hermanos, Vladímir Putin prácticamente fue hijo único. El hermano mayor murió a los pocos meses de nacido y el segundo falleció a causa de las infaustas condiciones impuestas en Leningrado por el bloqueo de las tropas de la Alemania Nazi en la Segunda Guerra Mundial.
El padre de Putin acabó la Segunda Guerra Mundial sin sus dos piernas a causa de una explosión. A pesar de las condecoraciones recibidas, terminó trabajando junto a su mujer en la construcción de vagones para el sistema métrico de transporte. La infancia del mandatario no fue comer y cantar.
En su adolescencia el excelentísimo señor comenzó a practicar judo y en 1976 llegó a convertirse en campeón de Leningrado. Es descrito como una persona físicamente fuerte que desde hace años hizo de la natación una herramienta diaria para estar en forma.
Mide poco más de un metro setenta, tamaño más que apropiado para portar trajes de marca. Si quiere relajarse, como cualquier mortal que se respete, escucha a Mozart, Tchaikovsky o Brhams. Eso no le impide afirmar que tiene en The Beatles a uno de sus grupos favoritos y en Yesterday su canción favorita del cuarteto, estos detalles fueron publicados en la revista Time.
Las tragedias familiares y servir en la KGB son antecedentes que permiten atribuir a Putin, sin mucho riesgo de errar, las virtudes, acaso enfermizas, de la disciplina y el autocontrol. No es carismático, carece de sentido del humor y no busca parecer interesante. Su formalidad, discreción y dedicación al trabajo parecen tener más peso para sus seguidores que sus defectos. Controlador y pragmático de alta escuela, logró fusionar un sistema que mezcla el libre mercado con un estado fuerte que mantiene el orden.
AUTISTA DE VIDEO
Una de las últimas cosas que se ha dicho sobre su persona es que sufre síndrome de Asperger, una forma de autismo. ¿Cómo se enteró el mundo del presunto desorden que afecta la toma de decisiones del presidente ruso? Pues, gracias a la filtración de un informe del gobierno estadounidense fechado hace siete años.
El estudio es atribuido a Brenda Connors, experta en el análisis de comportamientos patológicos. ¿Qué hizo la experta? Analizó videos de actos públicos donde aparece el excelentísimo señor desde el año 2000. La especialista refiere que la madre de Putin tuvo un derrame cerebral cuando estaba embarazada de él, eso habría ocasionado un daño permanente en el cerebro del mandatario. Empero, Brenda C. reconoce que no tuvo acceso a ningún escáner del cerebro.
La falta de evidencia cerebral no le impidió concluir que el estilo autoritario del presidente y su obsesión por el máximo control son formas de compensar su condición neurológica.
POPULARIDAD
La Asociación de Comunicación Política, con sede en España, realiza constantes mediciones acerca del nivel de popularidad de los mandatarios en sus respectivas naciones. En los últimos años, Putin no ha dejado de figurar en los primeros puestos, incluso encabezó el listado internacional de 2014.
Putin obtuvo un 70.7 por ciento de popularidad, según los estudios consultados por la ACP. En segundo lugar llegó el ecuatoriano, Rafael Correa. El podio se cerró con la alemana Angela Merkel y un 64.5 por ciento de aprobación entre sus compatriotas. Más rezagados hicieron su entrada en el listado el italiano Matteo Renzi (56.6 por ciento) y el uruguayo José Mujica (54.7 por ciento).
En el ranking correspondiente al mes de marzo de este año, el ruso sigue a la cabeza, con un 86 por ciento de menciones favorables de sus gobernados.
Por si eso fuera poco, los de Forbes declararon a Putin el habitante más poderoso de la tierra en su medición del año pasado. Consiguió el título gracias a logros como la anexión de Crimea (una prueba de fuerza) y la firma de un acuerdo con China para construir un ducto para transporte de gas con una inversión aproximada de 70 mil millones de dólares (una prueba de su capacidad de negociación).
La popularidad de Vladimir P. no es algo que se haya construido en un día. Encabezar, con mano dura, la segunda guerra chechena lo había convertido en uno de los políticos más populares de Rusia. En sus primeros ocho años de gobierno, Rusia consiguió altos índices de crecimiento económico, el PIB creció 72 por ciento bajo su administración lo que produjo una inestimable disminución de la pobreza en su país gracias, entre otras cosas, a que los salarios se duplicaron.
El capital ganado le sirvió para imponer en los comicios de 2008 a su viceprimer ministro Dmitri Medvédev. En el gobierno de su alfil, Putin fue primer ministro.
El 24 de septiembre de 2011 se postuló por tercera vez para la presidencia de Rusia. Asumió el cargo el 7 de mayo, esta vez por seis años con la posibilidad de ser reelegido.
NO RECORDABAN SU NOMBRE
Crónicas de los primeros días de Putin como aspirante a presidente interino de Rusia relatan que los diputados de la Duma (la Cámara Baja de la Federación Rusa) no eran capaces de retener el nombre del nuevo primer ministro, el excelentísimo señor Putin. El pesimismo era la norma en aquellos días, nadie prestaba mucha atención al discurso al exagente de la KGB, nadie esperaba que encabezara el gobierno ruso más allá de unos cuantos meses. Era casi un desconocido cuando asumió el cargo de primer ministro el 9 de agosto de 1999 y nadie preveía que acumularía tanto poder. Era el quinto jefe de gobierno nombrado por Yeltsin en 18 meses.
Cuando tomó el mando, Rusia iba a cumplir un año con los pagos de su deuda suspendidos y sin liquidez para cubrir los salarios de empleados del sector público y las pensiones.
El panorama pues, no ofrecía ni ventajas ni facilidades, la infraestructura nacional parecía resquebrajarse, y un grupo de poderosos tenía sujetos los bienes más valiosos del país. A eso había que sumar cosas como el descrédito de la guerra de Chechenia, un lugar cuyo número de habitantes es incluso menor al de los integrantes del ejército ruso. Además, algunas de sus separadas repúblicas soviéticas se habían afiliado a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, lo que desaparecía la franja de seguridad entre Rusia y sus "socios y colegas" (así dicen que Putin llama en las reuniones a las autorides de Occidente y Washington).
"Rusia ha sido una gran potencia durante siglos y aún lo sigue siendo. Siempre ha tenido y tendrá zonas de interés legítimo... No deberíamos bajar la guardia en este aspecto ni permitir que nuestra opinión sea ignorada", dijo Vladímir P. a los jefes del FSB.
PRIMERAS CRÍTICAS
Putin presidente se dedicó a cumplir un plan elemental, como quien se dedica a desarrollar las piezas dispuestas sobre el tablero de ajedrez. Su idea era que las tareas necesarias para sacar a Rusia del atolladero no iban a cumplirse sin orden y disciplina, sin una cadena de mando férrea y eficiente.
El gobierno de Vladímir se manejó con especial rigor en los dos frentes de la política nacional, al interior dirigió los esfuerzos, las armas y el poder de la ley a restaurar la estabilidad, frenar los conflictos que habían corroído al país; al exterior, la misión del presidente era recuperar la eminente posición de los rusos en las cuestiones mundiales.
En Chechenia, un movimiento separatista dejó a Rusia una de esas victorias que, de tan costosas, resultan en derrotas. La población del lugar, su economía y su infraestructura, quedó devastada. Proliferaron la violencia y los delitos. Luego llegó el excelentísimo señor, con su convicción de que la patria todo lo vale.
Grupos de derechos humanos y gobiernos occidentales acusaron a Putin de pasarse por territorio checheno sin voltear a mirar las leyes rusa e internacional. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos falló contra Rusia en 232 casos de "derecho a la vida" por asesinatos cometidos durante la campaña contra los separatistas. Muerte y exilio fueron dos de las monedas corrientes usadas para conservar íntegro el territorio ruso.
Pasados los avionazos del 11 de septiembre de 2001 que derrumbaron las Torres Gemelas en Estados Unidos, Putin cambió el discurso de la campaña en Chechenia y la enmarcó en el combate al terrorismo. Así se quitó de encima las críticas de los defensores de los derechos básicos hacia la actuación de sus tropas.
LA LIMPIA
Al frente de los destinos de Rusia, el excelentísimo señor se confrontó con los más poderosos de su pueblo, doblegó a los medios de comunicación y en 2003, arrestó al hombre más rico del país, Mijáil Khodorkovsky.
Le quitó su compañía petrolera y la entregó a una empresa estatal. El proceso mediante el cual el enemigo de Putin fue encarcelado fue tan poco claro que Amnistía Internacional le asignó a Mijáil K. el estatus de prisionero de consciencia.
Diversos analistas coincidieron en que tales acciones fueron los primeros pasos en el camino hacia la instalación de un régimen autoritario. Consiguió también una mayoría parlamentaria que le permitió convertir sus designios en ley.
Los partidarios de Putin observan en él a un nacionalista que busca la grandeza de su nación y no la mera satisfacción de las ansias de poder o de la búsqueda de riqueza. Sus detractores perciben a un político interesado en afincarse en las alturas, en acumular las mayores reservas de poder y riqueza personal.
Los simpatizantes destacan que restauró los símbolos de la extinta Unión Soviética (el himno nacional, los emblemas) y le recordó al mundo el triunfo de la URSS en la Segunda Guerra Mundial.
Los detractores señalan que su inclinación hacia el conversadurismo se aceleró tras la ola de protestas contra el fraude electoral estalladas en Moscú entre 2011 y 2012. Un saldo de esas manifestaciones fue la enemistad de Putin con los liberales rusos.
JUGANDO AL AJEDREZ
En sus clásicas conferencias sobre los héroes, Thomas Carlyle expone que "Si logramos hallar en un país cualquiera el hombre más capaz existente en él y lo elevamos al supremo sitial reverenciándolo lealmente, obtendremos el gobierno perfecto, pues ni las urnas electorales, la elocuencia parlamentaria, los sufragios, la constitución ni otro mecanismo podrán perfeccionarlo".
En enero pasado diversos medios internacionales destacaron una muestra de la capacidad del excelentísimo señor, una "jugada maestra" que le permitió a Rusia recuperar el 30 por ciento de sus activos de petróleo y gas.
En diciembre pasado, el rublo comenzó a caer de forma abrumadora, la depreciación dio pie a rumores sobre la insuficiencia de fondos de la Federación Rusa para frenar el descenso. Los precios de las acciones de las compañías energéticas rusas cayeron y los inversores, en su mayoría europeos occidentales y estadounidenses, comenzaron a vender.
Rusia compró y compró y apenas en unos días acumuló ganancias por valor de 20 mil millones de dólares. En los días de pánico por la caída del rublo, la sonrisa de Putin en las conferencias de prensa fue severamente menospreciada.
En 1998 el rublo estaba por debajo de los cinco dólares. Luego de la entrada de Rusia en Crimea y las sanciones financieras impuestas por sus "socios y colegas", cayó hasta los 75 rublos por dólar a finales de 2014. El Banco Central de Rusia subió del 10.5 al 17 por ciento los tipos de interés para evitar que su moneda siguiera en caída libre.
La medida, sin embargo, se antojaba insuficiente dadas las condiciones: las sanciones económicas, la caída del precio del petróleo, la recesión parecía inevitable.
Pero esto no ocurrió y Putin recuperó activos de petróleo y gas sin despeinarse, sin anunciar una expropiación, sin comprometer las finanzas del país. Ahora, anticipan diversos economistas, los ingresos de los energéticos permanecerán en Rusia y el rublo crecerá por sí mismo, sin necesidad de recurrir a las reservas de divisas y de oro.
EL AJEDREZ GEOPOLÍTICO
La analogía entre el mandatario y un jugador de ajedrez ha excitado la imaginación de escritores, analistas y periodistas por igual. Abundan los artículos en los que se hace referencia a los "gambitos" (sacrificio de piezas para obtener una ventaja de posición o desarrollo) del presidente ruso, a sus férreas defensas y sus desconcertantes aperturas.
En 2003, cuando se discutía el tema de invadir o no invadir Irak, se opuso a una intervención sin el visto bueno de Naciones Unidas. En 2008, sin embargo, envió tropas a Georgia, una de las exrepúblicas soviéticas, sin mostrar el menor interés en abordar el tema al interior del Consejo de Seguridad de la ONU.
El año pasado no veía con buenos ojos la opción de que hubiera una intervención en Siria. Luego, afirmó que la intromisión rusa en Ucrania era legítima.
Precisamente el caso ucraniano sirve al propósito de mostrar a un maestro del ajedrez geopolítico: con el conflicto en Crimea, la reacción del presidente estadounidense Barak Obama fue promover acciones para aislar a Rusia. El presidente ruso, sin inmutarse ante el ataque desde el flanco de rey, se dedicó a jugar por el de la reina, se puso a negociar con la canciller alemana Angela Merkel. Un analista de la geopolítica, Ramón Lobo, afirma que la partida entre Vladímir y su adversario multinacional Unión Europea-Estados Unidos, sobre el tablero de Ucrania, no va bien para los intereses de Occidente.
Los jugadores europeos cambian alegremente alfiles por peones laterales creyendo que así se ganan las partidas, dice. Para fundamentar sobre el terreno, expone que los europeos unidos entregaron Crimea, anexionada por Moscú el 21 de marzo del año pasado, sin subirle el volumen a la voz, con la esperanza de que la conquista de la península bastaría para apaciguar a Rusia y traería la paz al resto de Ucraina. El sacrificio, sin embargo, fue un error, afirma Lobo y, para seguir con el símil del ajedrez, expone que no se han obtenido ventajas.
"Parece que Putin no busca la anexión del Este, como hizo en Crimea; lo que trata de evitar es la derrota militar de las provincias de mayoría rusa. Quiere una zona autónoma que sirva de tapón", asegura Lobo y agrega que Es posible que Putin tenga un final imprevisto en la cabeza [...] cambios en la frontera moldava, o que ambicione reconstruir el imperio zarista-soviético y recuperar el control de las repúblicas asiáticas, ricas en gas y petróleo.
El personaje de Putin-gran maestro de ajedrez, continúa con la mención del duelo psicológico entre los contendientes, en el cual, y no podía ser de otro modo, el ruso lleva ventaja: desprecia a Obama, al que considera débil, respeta a Hillary Clinton y no se toma en serio a la Unión Europea. Sólo a Merkel.
Si bien el gobierno ucraniano rechazó en noviembre de 2013 la asociación comercial con la UE, en los primeros días de abril de este año prohibió el uso de los símbolos comunistas equiparando al comunismo con el nazismo.
Ucrania forma parte del "mundo ruso", así llama Putin a los países donde la cultura rusa está especialmente enraizada. La caída de la Unión Soviética, declaró Putin en 2005, "es la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX", y con esas palabras levantó toda clase de suspicacias.
MOSCÚ
Varios críticos del mandamás del Kremlin advierten que el excelentísimo señor no entiende que el colapso soviético fue predeterminado, y le adjudican la creencia de que su misión es restaurar el sistema soviético. A Putin se le reprocha que no tiene a nadie para advertirle acerca de los riesgos de sus acciones a largo plazo: el desastre o poco menos.
Sin embargo, su capacidad no es puesta en duda. John Wight, escritor y colaborador del Huffington Post, opina que el resurgimiento de Moscú como jugador global luego del fin de la Unión Soviética es, llanamente, un éxito notable de los rusos y un gran fracaso estratégico y de política exterior de Washington y sus aliados.
Alexander Zemilianichenko, otro analista que gusta de llamar ajedrecista la geopolítica a Putin, comenta que en una reunión en Misk, capital de Bielorrusia, con dirigentes de Ucrania, Alemania y Francia, estos llevaron la mira puesta en una "solución política". Putin en cambio, enarboló su compromiso con seguir apoyando a los rebeldes separatistas, para qué discutir si podemos arreglarlo por la vía militar o algo así. Putin, según Zemilianichenko, osciló constantemente entre la diplomacia y la opción militar dependiendo de cuál le daba más ventajas a Rusia.
Occidente ha ayudado en las maniobras tácticas de Rusia dejando muy en claro lo que quiere, mientras que Putin tiene a todos tratando de adivinar sus intenciones, apunta.
Crear arte en ajedrez, afirman algunos de sus teóricos, requiere de imaginación y conocimiento para alterar los senderos trillados y desarrollar la obra sin que el adversario tenga idea del final que se está cocinando.
El Kremlin, con la vuelta de Putin a la presidencia en 2012, volteó la cara hacia China, además, estrechó lazos con potencias emergentes como India, Brasil o Venezuela. La partida de Putin pasa por desafiar el orden impuesto entre Estados Unidos y Occidente.
ATAQUES A LA LIBERTAD
Por desgracia los ideales no pueden nunca encarnarse en la práctica, afirma Thomas Carlye, por eso tenemos que contentarnos con alguna aproximación aceptable. El mandatario ruso es, al parecer, la aproximación que Rusia anhelaba.
No obstante, las maneras de Vladímir han derivado también en chistes como el siguiente: Putin sueña con Stalin, le pide consejos para gobernar el país. Stalin le dice: “Agárrate los pantalones y mata a todos los demócratas, y después pinta el Kremlin de azul”. “¿Por qué de azul?”, pregunta Putin. “Ah, sabía que no me preguntarías acerca de lo primero”. También se han difundido hitlerianas comparaciones.
Su ataque a las libertades civiles, relatan diversas crónicas, incluye el de aplicar mano dura contra periodistas independientes. La prioridad de Putin ha sido la seguridad y la estabilidad a cambio de la libertad. Dados los índices de aprobación expuestos líneas arriba, tal parece que los rusos aman el orden. No obstante, el año pasado, Transparencia Internacional situó a Rusia en el número 127 del Índice de Percepción de Corrupción, un lugar que le pone a la altura de países como Paquistán, Mali y Madagascar.
Anna Politkovskaya, periodista rusa asesinada en 2006 -supuestamente por sus críticas al régimen de Putin-, nutrió los comentarios que pintan al excelentísimo señor como un cínico, mentiroso y vengativo.
Un asesinato más reciente (febrero pasado), el del líder de la oposición liberal rusa, Boris Nemtsov, adversario de la intervención rusa en Ucrania y crítico del Kremlin, provocó que el presidente saliera a cuadro con un discurso políticamente correctísimo: "se hará todo por que los organizadores y autores materiales de este artero y cínico asesinato reciban su merecido castigo".
En las horas posteriores al crimen, Dmitri Peskov, portavoz del presidente, declaró: "si comparamos con la popularidad de Putin, Boris Nemtsov era poco más que un ciudadano corriente". El discurso incluyó la mención de que el opositor no representaba amenaza alguna en el plano político para Putin y que el crimen tenía todos los visos de una provocación.
Ningún correligionario de Nemtsov apuntó hacia el Kremlin a la hora de señalar culpables tanto materiales como intelectuales, pero muchos achacaron la muerte del opositor al clima de odio e intolerancia hacia la disidencia fomentado por las autoridades.
LA NUEVA RUSIA
Según Jesús R. Martín, analista de temas internacionales, occidentales y americanos deben abandonar la idea de que en Rusia se vive una democracia fracasada. Hay que ver al país de Putin como el escenario de un proyecto autoritario en marcha, uno en proceso de consolidación. El excelentísimo señor, destaca, consiguió, nada más y nada menos, instaurar un esquema de carácter capitalista en lo económico, autoritario en lo político y nacionalista en lo ideológico.
Immanuel Wallerstein y Georgi Derluguian en un artículo titulado De Iván el Terrible a Vladimir Putin, después de atribuir al presidente ruso características como el ser leal, temible enemigo o político lúcido y escéptico de la bondad estadounidenses, afirman que Se ha comportado invariablemente como un soldado que sobrevivió a la derrota y busca oportunidades para presentar batalla otra vez.
En Occidente y Washington aún ignoran que el rival es un pupilo de Botvinnik. Para decepción de escritores, periodistas y analistas internacionales aficionados al deporte-ciencia-geopolítico, Estados Unidos no tiene como primer tablero a un Bobby Fischer. Blancas mueve, negras complica, y el desarrollo del juego obliga a pensar en un final con jaque perpetuo en el que las palabras de Leontxo García, a propósito de unas tablas entre el mago soviético, Mijail Tal y el ínclito Fisher, resuenan como los acordes de una temible melodía: en ajedrez, el empate no es sinónimo de pacifismo.