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Al borde del colapso 2009

SALVADOR KALIFA

El problema de la deuda de Grecia es como una telenovela. Cuando parece que ya está a punto de terminar, los escritores nos sorprenden con alguna idea para extenderla, aun cuando los televidentes sepan que ese es un modo tramposo de postergar el ya para entonces muy anticipado final del drama.

La tragicomedia griega lleva ya varios años y, al igual que con las telenovelas, en varias ocasiones se han llegado a acuerdos de último momento para evitar un desenlace catastrófico para Grecia y la eurozona.

Esos acuerdos no han resuelto los problemas de Grecia, pero han servido para reducir la exposición de los bancos europeos a la deuda griega, dejándola en su mayoría en manos de los gobiernos de la zona, así como de los organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo.

Sabemos que eventualmente las telenovelas terminan y en la gran mayoría de las ocasiones lo hacen con un final feliz, esperado y deseado por sus seguidores. Este todavía no parece que será el caso para el drama griego, donde la intransigencia de sus gobernantes ha colocado su economía al borde del colapso.

Las recientes elecciones griegas llevaron al poder al partido de izquierda Syriza, cuya oferta electoral fue cancelar la mayoría de los compromisos con sus acreedores, entre los que se contaban la venta de empresas estatales, la reducción de subsidios y el recorte de personal en el sector público.

Esas promesas populistas fueron rechazadas de inmediato por los acreedores de Grecia. Las negociaciones posteriores no han dado resultado positivo alguno. Las naciones de la eurozona siguen sin ofrecerle dinero nuevo a los griegos.

Ello explica por qué Alexis Tsipras, su primer ministro, está recurriendo a medidas desesperadas para cubrir los gastos gubernamentales, con lo que en la práctica sólo compra tiempo por algunas semanas. Muy pronto tendrá que enfrentar la amarga realidad de lo que significa quedarse sin dinero.

La semana pasada se especuló mucho sobre lo que la reunión del viernes 24 de abril de los países de la eurozona significaría para Grecia. La realidad fue que no aportó algo que no se supiera.

La reunión de la eurozona reiteró los planteamientos hechos en febrero, respecto a que para recibir nuevos recursos, los griegos tienen que presentar una lista detallada y comprensiva de las reformas acordadas antes de que llegara su nuevo gobierno al poder.

El tono del mensaje no fue alentador, ya que señaló que "todavía existen amplias diferencias" en la parte sustantiva de los acuerdos y el tiempo para resolverlas se acaba.

La siguiente reunión de los países de la eurozona es el mes próximo. Es poco el tiempo que le queda al gobierno griego para que proponga medidas económicas que sean aceptables para las instituciones acreedoras.

El comunicado de la eurozona fue muy claro al respecto: "La responsabilidad yace principalmente del lado de las autoridades griegas".

Por consiguiente, las horas están contadas para los griegos, que en los próximos días tendrán que decidir si aceptan los compromisos que les piden sus acreedores o abandonan al euro.

El gobierno griego está obligado a presentar los detalles de sus políticas porque ya nadie cree en sus promesas y, a diferencia de otras ocasiones, los miembros de la eurozona elevaron el tono de sus críticas al equipo negociador griego y todo indica que están más dispuestos a sobrellevar los posibles costos de la salida de Grecia.

Esto, sin embargo, no inquieta en lo mínimo a los mercados financieros, que se han acostumbrado a que, de una u otra forma, siempre se ha alcanzado algún tipo de acuerdo. Están como los aldeanos del cuento, que después de varias llamadas en falso ya no hacían caso al grito de lobo dado por el pastor de las ovejas.

Para los inversionistas, al igual que en el cuento, existe el riesgo de que en esta ocasión aparezca finalmente el lobo. El gobierno griego ya no tiene dinero para pagar sus deudas y si no está dispuesto a comprometerse a realizar las reformas estructurales que le piden sus acreedores, se verá obligado a abandonar el euro.

Ello, de suceder, tendrá repercusiones negativas sobre los mercados financieros, pero es probable que sean temporales. Los daños iniciales más importantes serían sobre la economía griega que con su salida del euro, sin embargo, pudiera resultar mejor librada en el futuro.

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