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SALVADOR KALIFA

El precio del dólar en nuestro país se mueve al compás que le dicta la expectativa de los mercados respecto a la futura alza de las tasas de interés en Estados Unidos (EU). Dicha alza, a su vez, depende de las decisiones del Comité de Mercado Abierto (Comité) del Sistema de la Reserva Federal (Fed).

Este año, por ejemplo, hemos visto en varias ocasiones cómo los cambios en esa visión de los inversionistas deprecian o aprecian al peso en cuestión de minutos, sin que para ello intervenga autoridad mexicana alguna.

En efecto, cuando las noticias de empleo en EU son buenas, como sucedió el viernes 5 de junio, el sentir de los mercados se inclina en favor de que el alza de tasas ocurriría más pronto que tarde, y ello depreció al peso más de uno por ciento ese mismo día.

En cambio, cuando el comunicado de la Fed es bastante laxo, como el de la semana pasada, los inversionistas concluyeron que el alza quizá se posponga hasta finales de año o, como pidió el Fondo Monetario Internacional, hasta comienzos de 2016.

Esta percepción tuvo un impacto inmediato sobre la cotización del dólar en México, que se depreció en casi uno por ciento frente al peso inmediatamente después de que se conoció el contenido del comunicado.

En ambos casos, sin embargo, la cotización del dólar regresó cerca del punto de partida. Este patrón de comportamiento no tiene por qué cambiar hacia delante. El precio de la divisa estadounidense en moneda nacional seguirá muy volátil y responderá a los cambios de percepción respecto a la política monetaria del Fed.

Estos cambios serán más frecuentes en los meses próximos y, por tanto, propiciarán una mayor volatilidad en el precio del dólar. Esa volatilidad y la misma depreciación del peso pudieran exacerbarse si persiste el gran contraste entre la expectativa de los mercados respecto al futuro de las tasas y las previsiones del Comité que, a fin de cuentas, tiene en sus manos la decisión última al respecto.

Los primeros encontraron en el comunicado de la semana pasada motivos suficientes para concluir que la primera alza de tasas pudiera posponerse hasta principios de 2016, lo que de inmediato depreció al dólar y mejoró los indicadores bursátiles tanto en EU como en México.

Los integrantes del Comité de Mercado Abierto del Fed no están, sin embargo, en la misma sintonía. Quince de sus diecisiete miembros esperan la primera alza de tasas este año, y así lo han externado en las reuniones de diciembre 2014, y las de marzo y junio de este año.

La gran interrogante es cuándo ocurrirá ese evento. Quedan cuatro reuniones del Comité en lo que resta de 2015. Éstas serán en julio, septiembre, octubre y diciembre. Considero que en la primera de éstas, el mes próximo, volverá a repetirse el mensaje de la semana pasada, en el sentido de que seguirán observando la evolución del empleo y los precios para decidir el momento de la primera alza de tasas.

Desde mi punto de vista, hay una mayor probabilidad de que eso suceda este año en vez del próximo. Las fechas más probables para ello son septiembre u octubre. El problema para nosotros es que, si efectivamente se da en alguno de esos meses, provocaría una depreciación del peso que pudiera ser mayor a la experimentada en ocasiones recientes.

Esa conclusión se deriva del hecho de que nuestra moneda es tradicionalmente débil en los meses del otoño. En efecto, al revisar la historia del precio del dólar desde que comenzó a flotar en diciembre de 1994, se constata que en esas dos décadas su promedio ha sido, en la mayoría de las veces, más alto en otoño que en verano.

No tengo una explicación definitiva para ese fenómeno, pero lo cierto es que se ha presentado en 14 de los 20 años, mientras que en ese período el peso se ha fortalecido sólo en tres ocasiones, con otras tres registrando promedios similares en ambas estaciones.

Con esos antecedentes no deberá sorprendernos que persista la volatilidad del tipo de cambio con el dólar, así como que después de que el peso viva sus "mejores" momentos en el verano, la decisión de un alza de tasas por parte de la Fed provoque una depreciación mayor de nuestra moneda en el otoño.

En dicho contexto, las grandes incógnitas son cuatro: primera, ¿qué tan pasajeros serán esos sobresaltos?; segunda, ¿cuál será la reacción de Banco de México y la Comisión de Cambios ante una mayor turbulencia en el mercado de cambios?; tercera, ¿qué tan efectivas serán dichas acciones?; y cuarta, ¿en qué nivel encontrará el peso su nueva normalidad?

No hay una respuesta categórica para cada una de esas preguntas, pero lo cierto es que el peso seguirá moviéndose al compás de las expectativas, que en los meses próximos provocarán una mayor volatilidad en los mercados financieros en general y el mercado de cambios en particular.

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