El viejo maestro es recordado siempre cuando la ocasión dibuja la certeza de sus palabras. Él decía en aquellos espacios ocupados por la soberbia, que no dejaban respirar a la medida: "El hombre que pierde la dignidad por no perder el trabajo, termina perdiendo el trabajo y la dignidad". Contar con esa información esclaviza, porque siempre está con su valor vigente.
Ser digno es difícil, se precisan voluntad, valentía y decisión, virtudes que no siempre están en el campo de muchos comunicadores que prefieren resignar este invaluable sentimiento para que los poderosos queden impunes y la verdad oculta, aunque el pueblo llegue a notarlo, siempre habrán excusas a modo, aunque sin zafarse de la conciencia pero la chuleta es primero, además ser light no compromete.
Visto el detalle porque uno se asoma al escenario regio y observa, oye y sigue sin entender la actitud de muchos medios y del técnico Ferreti que les grita y profiere insultos, de acuerdo a su personalidad de bravucón de barrio, sin que nadie le ponga un alto o levante la voz en defensa del gremio y de su propia persona, profesionales que merecen un mayor respeto.
Es algo difícil de comprender de un hombre que representa a la máxima casa de estudios de Nuevo León y cuyos métodos no tan sólo son impropios de un docente, sino apegados a los capos que se mantienen arriba con sistemas de terror y lo peor es que el brasileño lo hace porque sabe que no encontrará la resistencia y réplica requerida, la reacción varonil.
Hace algunos años en España, el dueño de un modesto club, Racing de Santander, que está de nuevo en Segunda División, un serbio enriquecido en negocios no muy claros, como su equipo venía a menos, entraba a las ruedas de prensa para protestar de todo y héte un día que se atrevió a decir algunos insultos al periodismo porque según él "faltaban apoyo y solidaridad para el equipo". Acto seguido el hombre señalado se retiró y detrás de él fueron desfilando los demás. En las semanas siguientes, nadie puso una línea del equipo, nadie. Entonces el presidente los convocó y les dio las disculpas necesarias, aunque siempre escudándose en "la calentura del momento". El periodismo volvió pero con la condición de que él no interviniese. Se dio así. Hoy, los medios regios sólo anotan, por ejemplo, que Mohamed buscó a García Orozco para "pedir explicaciones de su expulsión", cuando la nota debe ser qué hizo y se presentó donde no le correspondía. Como ven, siempre hay una amargura genuina que corresponde a la tesitura del "no pasa nada".
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