"Tenemos miedo a la verdad, a la fortuna y a la muerte y nos tememos unos a otros" (Emerson).
Cuando el futbol mexicano comenzó su etapa de evolución a la riqueza con la proliferación de los medios y los patrocinadores millonarios, atrapó a muchos jugadores que se enriquecieron en razón de la época, que no siempre de sus facultades pues antes, en tiempos no favorecidos por la fortuna los hubo mejores pero ellos nacieron con antelación y se quedaron a vivir en medianías.
Los medios dieron pasos enormes en su avance tecnológico, sus plataformas e instrumentos ni siquiera fueron soñados por sus antecesores; sin embargo y sobre todo en los electrónicos, no siempre esa maquinaria estuvo acompañada por talento destacado, existen vacíos cada vez más notables y una extraña tendencia a irrumpir con distorsión del lenguaje, con palabras de insulto, con caídas en la objetividad en pro de un rating que no revela imaginación, sino mediocridad.
En esa vorágine que consume moralidad se cobran adeptos de legiones que prefieren esos estilos por acondicionarse a su estilo de vida, a su forma de ser, a su escaso sentido de la educación, de las formas si bien no elegantes, sí picantes y carentes de seriedad, lo que produce una influencia que no siempre camina por los senderos del espíritu deportivo y del respeto a hombres e instituciones.
Si el futbol está en duda, por el manejo claro en pro del negocio, por las sospechas que despiertan los arbitrajes fallidos e increíbles, no todos los medios están cooperando a deshacer esos entuertos con su actitud mezquina y tendenciosa hacia el éxito económico y al rating, que en realidad parecen las únicas metas por alcanzar, con desprecio al deporte y al fair play.
El triste encuentro de Herrera y el joven Martinoli es muestra del tiempo que vivimos, donde unos instalan un estilo que gana seguidores y provoca odios y rechazos como el caso. No hay tolerancia ni respeto mutuo, hay solamente, sobre todo en el caso del técnico, ira incontenible y actos irreflexivos, como chicos de barrio, olvidando lo que representa y mostrándose como lo que realmente es, un hombre desprovisto del sello fino de profesional tan necesario. Porque Miguel no golpeó al comentarista, se golpeó feamente a sí mismo.
arcadiotm@hotmail.com