Los románticos nunca razonan con claridad pues se complacen en las distracciones emotivas, son fans que se miran aún campeones y no se ponen la casaca del colero, ni quieren vivir las nuevas aventuras en desgracia, cuando la derrota se hace familiar y los santistas se miran a sí mismos y no se reconocen.
Los tiempos y las personas cambian, como igual hay quienes se mueren sin entender nunca lo que es el fuera de juego. Aún cuando el espectador está siempre detrás de lo nuevo, los medios y sus protagónicos, tomados de sorpresa por la guadaña del futbol no alcanzan a hilvanar ideas que convenzan al pueblo.
Todo parece confuso cuando es tan claro. A uno se le acabó el discurso, se le agolparon las dudas y deudas que debió marcharse y otro recién llega pensando que manejaría al número uno de México, no al último y debe resignarse a una lectura, que es íntima y solitaria, con un grupo que ha perdido el rumbo y la fe.
"El proceso", que le llaman como especial, para separarlo de lo común y convencional, como seguramente nos ven a todos, en esa división de clases a que nos destina la crisis y el mundo moderno, es como la necesidad del ser humano de medirse a las máquinas que crea y donde la clave está siempre en el ego, ése cuya tendencia debe desaparecer para crear un ambiente unánime de solidaridad.
En los tiempos de crisis sólo la imaginación es más importante que el conocimiento y Santos nos acostumbró a que es un especialista en sobrevivencia, por lo tanto, como tenemos temor a la tristeza, vayamos del miedo a la libertad creativa para darnos mecanismos que aceleren esperanzas, con una desenvoltura de ideas, que nublen amagos de desmoralización y cada cual abandone su parálisis creyendo y creando ilusión en base a un pasado rico de realizaciones.
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