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Al Larguero

LA PEDACERA

Alejandro Tovar

La gente que no cambia, la que conserva ilusiones como esas caritas que miran por las ventanas de los buses, que rumbo al trabajo viven pensando en que todo vendría mejor si cambiasen las cosas, sus cosas, gustan de soñar de cuando en cuando. Tal vez les gustaría tener suyo el testamento del pirata y sentir mejor ambiente, aunque vivir con ligereza y alegría es difícil. Saben bien todos ellos que el suyo no es un problema de autoestima, sino de aceptación.

Entrando a diciembre, el hombre del pueblo se mete, aunque no quiera, esto es que automáticamente desde hoy martes, a esa serie de cuentas que se hace año con año, con el deseo de completar lo básico y dejando que lo tan deseado, sea de nuevo, superfluo, por inalcanzable. Es el juego de la oferta y la demanda. Uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser, dirán muchos.

Conforme sigue viajando, el bus se nutre de caras que mira todos los días. Son todos de la misma mirada, la vista medio perdida, el ceño fruncido y mil pensamientos interiores que solo pueden dibujarse en el brillo de los ojos, como semáforos del alma, como espejos de misteriosos deseos de cambio, o de ilusiones que combinan años de vivir como en olla tamalera.

Con el nuevo campeonato quisieran muchos que los nuevos jugadores fueran figuras de primer nivel, para que su equipo, tan acostumbrado a la decepción de un de repente, levante su banderita para mostrar que sigue siendo de élite. Sin embargo los nombres que le presentan son de chicos esforzados que no han encontrado el éxito por lesiones o falta de oportunidades, son trozos de aquí y de allá, modestos refuerzos que se sumarán a la lucha, no a nivelar la calidad.

La gente quisiera endulzar su pena diaria con buenas noticias, rostros sonrientes y jugadores de primera, enchufados, eléctricos, con turbo especial, que hagan quedar mal a cualquier rival y de pronto se encuentran con una velada actitud de trueques y cambios, seguramente porque los dineros no tienen fondo santista y estamos volviendo, en silencio, a las etapas de la modestia, de la falta de recursos para pensar en grande, a vivir de nuevo lo que ya vivimos años antes.

No está reconocido pero queda claro el mensaje con lo que se ve, por ello las caritas de los trabajadores en los buses llevan la mirada tan triste. Es como si regresaran de ver una película ya exhibida hace tiempo ante el mismo auditorio. Es la recolección de lo que se pueda, la vuelta de lo sencillo, porque no hay para más. El regreso a la medianía.

Arcadiotm@hotmail.com

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