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Algunas lecciones de las elecciones

JESÚS CANTÚ

La primera es que el Estado Mexicano sí puede garantizar un mínimo de seguridad para que los comicios se celebren en relativa paz: no se puede obviar la intromisión del crimen organizado, manifiesto en los más de dos decenas de actores políticos durante los procesos electorales; tampoco el que haya habido amplias regiones donde los candidatos no pudieron hacer campaña, porque el crimen organizado tenía el control del territorio; pero finalmente fue posible instalar más del 99% de las casillas y en los 3 distritos de Oaxaca en los que estaba en riesgo la elección se lograron contabilizar más del 80% de las actas, por lo cual se salvó la elección.

Todavía dentro del aspecto de la organización de las elecciones, no hay que dejar de lado algunos errores de parte de la autoridad electoral, que sin duda enturbian el proceso y siembran desconfianza: lento y, en algunos casos, muy lento desarrollo de los programas de resultados preliminares; retraso de una hora para dar a conocer los resultados del conteo rápido de las elecciones de diputados federales por parte de la autoridad electoral; los errores en el programa de cómputos distritales, que llevaron a suspenderlo cuando todavía no concluía; y, hasta los errores en el cómputo de los votos, como sucedió en Colima, donde incluso la presidenta del órgano estatal dio a conocer públicamente información equivocada.

Ya en el terreno de las lecciones que arrojan los resultados de los comicios hay que destacar, la emergencia de los candidatos independientes, donde destaca el triunfo de Jaime Rodríguez, para la gubernatura de Nuevo León, pero hay que sumar el triunfo de otros seis candidatos independientes: tres alcaldes; un diputado federal y un diputado estatal, lo cual no es una cuestión menor si se toma en cuenta que antes de esto únicamente se registraba la victoria de tres candidatos a alcaldías relativamente menores.

En esta ocasión aproximadamente 500 ciudadanos intentaron su registro a los distintos cargos de elección popular; 125 lo consiguieron y de éstos seis lograron su objetivo de ganar la elección. El 25% de los que intentaron el registro lo consiguieron; el 5% de los que lo lograron ganaron; el 1.2% de los que lo buscaron lograron ganar, lo cual no es un logro menor.

Otro dato muy relevante es que en cinco (Guerrero, Michoacán, Nuevo León, Querétaro y Sonora) de las nueve entidades que renovaron gubernaturas se dio la alternancia del partido en el gobierno; en tres (Baja California Sur, Campeche y San Luis Potosí) se ratificó el triunfo del mismo partido; y en Colima la moneda todavía está en el aire, aunque el cómputo de actas le da el triunfo al candidato priista por 487 votos, lo que obligó ir al voto por voto.

Otro aspecto muy relevante es que hubo mucho voto dividido, lo que indica que el votante mexicano se está sofisticando. Nuevo León es un caso muy representativo de esto: para gobernador votaron abrumadoramente por el candidato independiente (49%) y redujeron muy significativamente la votación de los partidos políticos con mayores preferencias (PRI -23- y PAN -22-). Pero en cambio para diputado federal al PAN le otorgaron más del 33% de sus votos; al PRI, casi el 28% y al PVEM, que iba en alianza con el tricolor, el 5%, lo que les permitió obtener siete diputados federales contra cinco del blanquiazul. Y en el caso de los diputados locales aunque se mantienen prácticamente los mismos porcentajes por partido, el PAN gana 16 distritos y la coalición encabezada por el tricolor, únicamente 10.

A nivel nacional hay un cambio muy importante en el sistema de partidos, pues antes de la jornada electoral del 7 de junio, se pensaba en tres partidos grandes (PRI, PAN y PRD) y cuatro pequeños (PVEM, MC, Panal y PT); pero ahora son dos grades (PRI y PAN); cuatro medianos (PRD, Morena, PVEM y Movimiento Ciudadano); y dos pequeños (Panal y Humanista). El partido más castigado en el porcentaje de votación y curules fue el PRD; el PAN, fue el segundo; y el PRI, pierde un porcentaje mínimo que se traduce en una pérdida de unos 10 diputados, que se compensa con creces con el crecimiento de curules (mucho menor en porcentaje de votación) del PVEM.

El mensaje para los partidos políticos es muy claro: la ciudadanía se volvió más exigente, el voto duro de todos se vino abajo y, en algunos estados, como en Nuevo León se redujo notablemente, por lo cual los partidos deben estar más atentos al ejercicio de sus gobernantes. Pero dada la sofisticación que mostró el electorado también tienen que cuidar mucho la selección de sus candidatos y, desde luego, el reforzar los vínculos con la ciudadanía para poder identificar mejor sus demandas y necesidades.

Pero los medios de comunicación tradicionales, particularmente las televisoras, también deben revisar muy bien sus políticas y coberturas, pues -al menos- en Nuevo León el candidato triunfador fue el que menos espacio para promocionales tuvo y el que más cobertura negativa recibió de parte de las televisoras locales.

Pero estos son apenas los primeros análisis de los mensajes que expresó la ciudadanía con sus votos, seguramente hay muchos más que requieren estudios más profundos y reflexiones más serenas. Lo importante es que hoy, como en 1997, es evidente que los electores aprovecharon unas elecciones intermedias para hacer escuchar su voz y esto va mucho más allá del reparto de posiciones de elección popular, si los actores políticos hacen oídos sordos muy pronto pagarán las consecuencias.

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