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Marcela Pámanes

Sábado con 36 grados a las 10 de la mañana, con los colores desgastados por un sol envuelto de humedad, con oleadas de alucinaciones, de espejismos que confunden la realidad con el deseo, con los ojos abiertos y puestos en el entorno, surge un diálogo interno que me lleva a declarar silenciosamente el amor por mi región, en lugar de reclamar por el ahogo de un estío avasallador.

Seguramente fue por ello que pensé en la patria chica que quiero, que sueño, que espero. Amo a La Laguna, así sin más, sin pretensiones de reconformación geopolítica, sin sectarismos, sin posturas maniqueas. Que yo ame a La Laguna así es irrelevante, lo que sí importa es lo que cada uno de nosotros concibe de esta 'lagunareidad'.

A mí me gusta hacer listas, siempre las he hecho, me ayudan a priorizar, a recordar, y me ayudan a aspirar a algo todos los días. Fue inevitable enumerar lo que me gustaría cambiar, lo que deseo conservar y lo que quisiera añadir en mi región. Cada uno tendría que pensar en ello, porque me da la impresión que solo cuando nos incomoda algo le dedicamos tiempo.

Ser lagunero es una tarea de todos los días “24/7”, como lo expresan ahora, pero más allá, cuando hay amor de por medio, hay preocupación y ocupación, hay reconocimiento de errores y aciertos, hay entusiasmo y empeño, hay enojos y esperanzas. Creo que esta relación es muy parecida a la que tenemos con los padres y con los hijos.

Cuando hablo de cambio no pienso en la forma, me voy al fondo, a nuestras actitudes como habitantes de esta región. Tenemos serios problemas con el egoísmo, la indiferencia, la ambición malsana, la envidia y los resentimientos. Sobra poner ejemplos de cada uno de estos antivalores, lo que no está de más es revisar nuestro interior y ubicarlos en nosotros, ¿cómo manifiesto día a día el amor o desamor? ¿Cuáles son mis ambiciones? ¿A qué soy indiferente? ¿Qué y a quiénes envidio? ¿Por qué está mi corazón resentido?

Caigo en cuenta que lo que deseo para La Laguna es lo que deseo para mí misma. Deseo orden, confianza, respeto, prosperidad, compasión, buen trato, consideración. Si pudiéramos hacer experiencia de vida a esos deseos darían por resultado una ciudad más limpia, que respeta a sus ciudadanos, autoridades con sensibilidad y capacidad que en conjunto con la población toman decisiones que convienen a todos, automovilistas y conductores que consideran a los más vulnerables, comportamientos que nos hacen confiar en el otro y esa confianza suscita el aliento para que las actividades económicas y la creatividad aflore.

Me gustaría que no perdiéramos la franqueza, el espíritu de lucha, la rebeldía, la generosidad, la empatía. Puras abstracciones, podría pensarse. Coincido, pero ese ejercicio es necesario para luego dar paso al pragmatismo.

Lo que necesitamos es comprometernos, que significa hacer promesas y cumplirlas, hacerlas públicas y gritarlas, por eso lo hago ahora:

Yo te prometo, Laguna, que nunca olvidaré que es tu tierra la que me cobijó para nacer, que te tendré presente en todas mis decisiones porque lo que yo hago o dejo de hacer impacta en ti; que defenderé tus recursos, tus flores, tus frutos, tus seres vivos, tus ríos, tus piedras inertes que me dan identidad; que mostraré mi orgullo por habitarte. Que todos los días agradeceré y bendeciré tu abrigo.

Les propongo que construyamos un hashtag #YoTePrometoLaguna y que cada quien lo alimentemos con el corazón y la cabeza, y que luego de ello actuemos con consciencia.

Twitter: @mpamanes

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