Andrés Felipe Orjuela Castañeda
Artista colombiano egresado como Maestro en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia, donde obtuvo el grado de honor. Andrés Felipe Orjuela realizó la maestría en Artes Visuales con énfasis en Gráfica en Grabado de la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente es candidato a Doctorado en Arte y Diseño por la UNAM.
Integrante del seminario Zonas de Disturbio del Museo Universitario Arte Contemporáneo, MUAC-UNAM (2009-2011), bajo la dirección de Mariana Botey, Cuauhtémoc Medina y José Luis Barrios. Ha participado en exposiciones en Colombia, Estados Unidos, México, Panamá, Cuba, Brasil, Perú, Argentina, Francia, España e Inglaterra.
Su obra mantiene una constante reflexión en torno a las estructuras de poder entendidas desde una labor de análisis de la actualidad en sus distintas manifestaciones globales, como la política, la economía y la cultura de masas. Este trabajo está en constante diálogo con investigaciones que socializa en distintos congresos y simposios en los cuales participa como una forma de acción plástica, donde resalta la noción de investigación-producción en su práctica artística.
¿Crees que el arte pueda reflexionar cosas que la historia no cuándo hay un fenómeno de violencia ?
El arte va acompañando a la historia, no van por caminos distintos, sin embargo, al ser una producción fruto de la sensibilidad y subjetividad de un individuo que vive su momento histórico, el arte sí sirve de testigo de su tiempo, da cuenta de lo que se vive, de lo que la sociedad está manifestando, de ahí que cada movimiento histórico ha estado acompañado o posteriormente reflexionado desde el arte, ya que logra lo que la palabra no alcanza a verbalizar, por ejemplo el expresionismo posterior a la Segunda Guerra Mundial, donde las imágenes son desgarradoras, oscuras, reflejo fiel de lo ocurrido en el planeta.
Solo el arte ha sido capaz de traducir los más profundos y descarnados deseos, los sentimientos más intensos, las más oscuras tragedias de la humanidad, el arte ha sido el traductor de estos tiempos que posteriormente la historia va a leer como los síntomas de una sociedad a la cual se está circunscribiendo.
El arte queda como la ventana a través de la cual podemos viajar por medio de imágenes a confines tan remotos como las escenas de caza en Altamira y Lascaux. De manera que este es un ojo que lo ve y lo registra todo para que con los años podamos recrear esas vivencias, esa vida que dejó en una superficie un gesto que posteriormente puede ser leído y entendido como el testimonio de lo que se estaba viviendo en aquella época, así las producciones plásticas de hoy día van a ser lo que a futuro será leído como nuestra realidad.
¿Se puede concebir un proceso de restauración del tejido social dejando de lado la memoria que el arte busca mantener viva?
Hoy día el arte ha penetrado en diversos estados de operación y existen obras que van desde la producción de objetos al trabajo comunitario, este tipo de trabajo de orden social va de la mano de la restauración del tejido social. Recuerdo la invitación realizada por el colectivo Tendedero Lagunero, allí en Torreón, donde precisamente desde el arte desarrollamos un taller en que la experiencia de cada uno fue fuente de reflexión de la experiencia vivida en estos difíciles tiempos en el país, dando lugar a importantes razonamientos en torno al tema y la posibilidad desde el arte de cerrar una brecha entre los violentos y quienes deseamos la paz, dejar de matar en vida estas personas que por razones ajenas a nosotros están en medio del conflicto pero que tienen una familia, ríen, lloran, son humanos a pesar de lo que hayan vivido, recuerdo que reflexionamos mucho frente al “qué bien, se están matando entre ellos”, una forma de justificar la muerte del otro.
La memoria es importante porque nos recuerda los hechos, nos aleja del olvido, de la ausencias, del dolor de la muerte, del desaparecimiento de un ser querido; los llevamos en el corazón, los lloramos, los recordamos, habríamos que reflexionar sobre qué tipo de construcción de memoria deseamos, una de rencor y dolor o de reconciliación y perdón, de qué queremos generar memoria, qué queremos transmitir a las nuevas generaciones... Y ojalá desconozcan la vida violenta que nos ha tocado vivir sin caer en el olvido sistemático o en la amnesia colectiva y decir que nada pasó sin dar lugar a memoriales que, aunque efímeros, pueden dar culto a nuestro pasado, y veamos en ellos un lugar de reconstrucción de nuestro futuro.
Sin embargo darle la responsabilidad de creador de tejido social es demasiado pedirle al arte, eso le corresponde a instituciones y organismos que estén preparados para esta labor, un trabajo más interdisciplinar que permita una verdadera reconstrucción de la sociedad.
¿ES MÁS FÁCIL PARA LOS LENGUAJES DEL ARTE CONTEMPORÁNEO TRADUCIR LA CRUDEZA DE LA VIOLENCIA?
Es igual, hace unos años, hace unos siglos, al cavernícola con una flecha de piedra. Mantendré la tesis de que el arte es aquel visor a través del cual podemos ver por medio de los ojos de otros el pasado, el presente y, ¿por qué no?, el futuro de la humanidad.
La violencia es parte de la naturaleza, es un agente constructor y modificador, está presente en el rayo, en el colmillo del carnívoro, en el deseo de supervivencia y su representación estará por siempre en el marco por donde miremos el arte.
Ahora bien, vivimos en una sociedad hipercargada de imágenes donde el terror se ha convertido en el elemento de violencia por excelencia; vivimos en continua lucha contra el terrorismo, el narco, el político corrupto, el amigo que te apuñala por la espalda; el miedo nos consume y debemos buscar escapar de él.
Hoy día encendemos nuestras pantallas y contemplamos el desastre del momento, lo podemos ver en vivo y en directo, en el pasado podías vivir alejado en un pueblo y jamás te enterarías de una masacre en África o de un derrame de petróleo en costas mexicanas, el desastre hoy nos rodea y por eso pensamos que es más cercano.
El arte anteriormente registraba lo que su entorno suministraba, hoy día hay una realidad global. Para el arte contemporáneo no es más fácil hablar de violencia, al contrario, creo es más difícil porque el dolor del otro es cada vez más lejano y el cercano muchas veces no sabemos traducirlo. Si hablamos de un registro de la realidad tal vez hoy día es más inmediato, una pintura de una batalla tardaba meses en terminarse, en su lugar hoy ves en tu pantalla la imagen del desastre casi inmediatamente, es allí donde la reflexión del arte se hace más importante y compleja hoy día.
¿Llega a tener algún impacto político el arte que dedica su discurso al tema de la violencia?
El impacto de la obra de arte es difícil de medir, cómo hacerlo si se trata de una experiencia subjetiva, ¿por cantidad de espectadores?, ¿por reseñas de una obra? El impacto real va de la mano de la reflexión que se plantee la obra, de dónde se encuentre ubicada en un contexto histórico y de quién, como un mensaje en una botella lanzada al mar, sea el receptor. En este momento recuerdo “El siluetazo” en argentina, donde en 1983, como parte de una acción plástica que buscaba dar una imagen a los desaparecidos por la dictadura militar, se realizaron una serie de siluetas, el simple contorno de un cuerpo dio una imagen a la ausencia y la acción se volvió una forma en que cada persona podía demandar justicia y verdad frente a la desaparición de un ser querido y algo que empezó como una silueta en un papel se volvió una acción multitudinaria con miles de siluetas que las personas en la Plaza de Mayo hicieron y se expandieron por toda la ciudad.
Si bien la acción plástica no tiene una injerencia política directa sí causa un desvío de la mirada tradicional y apuntala la necesidad de encontrar una salida o se convierte en un elemento unificador. Otro ejemplo un poco más contemporáneo y que puede pasar como intrascendente es el cómic de Superman, en especifico su “S”, que plasmada en varias camisetas alrededor del globo se puede ver en manifestaciones en Egipto, Libia, América o Europa; el símbolo del súper hombre extraterrestre que sin importar tu religión o condición social si estás en problemas te ayuda con un criterio más humano que el de muchos en este planeta que solo velan por su interés particular.
¿Existe el riesgo de que algunas obras repitan el acto violento al buscar representarlo más allá de la reflexión?
Claro, es justo mi queja con muchas de la obras que abordan el tema de la violencia, se quedan en la re-presentación de la violencia, re-creando el dolor, revolviendo nuestras entrañas con más violencia. Se debe tener mucho cuidado, existen artistas que abordan el tema desde la superficie o por moda, como tristemente se puede ver en algunos casos donde existe un acercamiento que solo da más tristeza. Son artistas con afán de protagonismo. Pero qué puedes esperar de un trabajo más allá de un vampirismo cultural, que cuando le da la luz se desvanece en cenizas, las obras de este tipo solo causan rechazo y olvido.
Como artista colombiano que radica en México, ¿encontrarse con la repetición de la violencia del narcotráfico, marcó tu obra?
El trabajo ha obedecido precisamente desde mi vivencia a mi llegada a México y el contraste que encontré con Colombia. No siento sea una repetición, el problema colombiano tiene unos matices históricos muy diferentes a los mexicanos.
El crimen organizado mexicano tiene más fuentes de financiamiento más allá del narcotráfico, así que la violencia, y la forma de violencia es también distinta. En Colombia, solo durante la guerra de Pablo Escobar contra el Estado tuvimos episodios de espectacularización de la violencia que en México, con publicaciones como Alarma! existen desde hace más de medio siglo.
De igual manera hay que tener presente el contexto histórico, en Colombia, al crimen, a la guerrilla no le interesaba ser publicitado como un atentado contra la población, sino contra el Estado y los paramilitares funcionaban como ejércitos que hacían el trabajo sucio y como tal, entre menos se supiera del crimen mejor. En México existe una conciencia de generar terror en la población y el crimen se tiene que hacer espectacular. Entre más gente lo vea mejor porque así saben lo que puede pasar, se graban los crímenes se reproducen en redes sociales, el anonimato no es una máxima, vemos los mensajes de un bando a otro, vemos la opulencia en la que viven, hay grandes diferencias entre la violencia del narco en Colombia y México.
Hasta el momento ningún cártel ha declarado una guerra al Estado, no hay políticos que denuncien abiertamente a otros por sus vínculos con el narco, no hay políticos encerrados por su participación en crímenes cometidos por el crimen organizado; la sociedad en general piensa que se están matando entre ellos y que la violencia no los tocará, algo contrario a lo vivido por Colombia en las ultimas décadas.
Así como hay diferencias en la violencia entre México y Colombia, ¿también la hay en entre la producción de sus artistas?
Hay marcadas diferencias en el proceder de los artistas de los dos países, fue algo que noté al llegar a México, el número de artistas que trabajaban sobre violencia era limitado con relación a la escena colombiana, entendible por la diferencia de la experiencia de vivir en un país donde nací en medio de la más cruenta guerra del narcotráfico con el Estado colombiano. Nací en el año de la toma del Palacio de Justicia, una masacre de la cual aún no nos recuperamos; en palabras de la maestra Beatriz González: “después de lo ocurrido uno no se puede reír mas”, porque hasta el momento la realidad política del país era una tragicomedia, ahora solo tenemos una tragedia, este nivel de conciencia recorre el arte colombiano a diferencia del mexicano, donde aún siento la comedia está presente con armas con chaquiras, retratos de artistas como decapitados, etcétera. Ese arte político mexicano comprometido del muralismo, donde el artista da la cachetada al político y al poderoso, se ha perdido.
El trabajo de artistas como Teresa Margolles (Culiacán, 1963) son destacados de la escena mexicana, pero hay que tener en cuenta la violencia vivida en Sinaloa en las últimas décadas, de manera que el trabajo y la conciencia de ella se vuelve relevante en el panorama del trabajo de la violencia mexicana. De modo que artistas que viven en la comodidad de sus estudios y ven en un noticiero la masacre en Guerrero, las desaparecidas en Juárez, o los migrantes centroamericanos cruzar frente a sus puertas mientras salen a caminar por la Roma o la Condesa a tomarse un café, de repente ven una convocatoria para trabajar la violencia y entran a su estudio y realizan un remake barato lo que puede ser una obra de arte.
Sé que puede sonar fuerte y no se trata de menospreciar la plástica mexicana, a esto me refiero específicamente, a la producción frente a la violencia vivida hoy día, el trabajo no se puede hacer por moda o sin un compromiso serio frente a las victimas que podemos ser tú o yo.
Mucho se habla de una reducción de la violencia en ambos países, si eso pasa, ¿qué va a pasar con los creadores que se han dedicado al tema?
No creo en esa reducción de la violencia, creo en una reducción de la mediatización de la violencia, creo que los medios han girado el foco de su lente a otro lado, en Colombia los noticieros son pura pornomiseria, en ausencia de tomas guerrilleras o masacres paramilitares las pantallas se llenan de muertes pasionales, noticias absurdas, futbol, reinas y la pobreza de la sociedad hecha televisión. De manera que los creadores atentos a todo este fenómeno pueden continuar realizando su trabajo apuntalando obras que permitan a la sociedad ser consiente de la realidad que vivimos.
¿Puede ser el arte una voz que contradiga las manipuladas cifras de paz que dan los discursos oficiales?
Sí se puede denunciar, se puede dar una voz a quienes no son escuchados, desde el arte dar lugar a una serie de trabajos donde las cifras son cuestionadas.
Precisamente en este sentido realicé la obra 1011 Muestras Alarma! (2013) donde leí y extraje los datos personales, edad, nombre, ciudad y causa de la muerte de todas y cada una de las personas publicadas de enero a diciembre de 2012 en esta revista. La obra se planteaba el problema de las cifras y lo frías y manipulables que pueden ser .
¿Desde tu experiencia cuáles consideras los artistas de Colombia y México que mejor han reflexionado la violencia en su obra?
En Colombia la lista se haría extensa, me limitaré a quienes considero los más cercanos a mi producción plástica o de quienes he recibido una influencia directa: Miguel Ángel Rojas, Beatriz González, José Alejandro Restrepo, Juan Manuel Echavarría y Doris Salcedo.
En cuanto a la escena mexicana, la primera en nombrar sería Teresa Margolles, de quien he hablado con anterioridad y quien representó a México en la 53ª Bienal de Venecia en 2009 con la intervención ¿De qué otra cosa podríamos hablar?, donde desde el mismo titulo establecía la pertinencia de reflexionar sobre la crisis social, la violencia, la muerte. En este mismo sentido, el artista argentino radicado en México, Enrique Ježik (Córdoba,1961) tiene una obra que va desde el performance hasta la construcción de espacios donde la reflexión de la violencia está presente con una contundencia donde el impacto de sus trabajos siempre se mueven a nivel físico y una muy inteligente reflexión política. Ahora nombraré a dos fotógrafos que conocí hace poco en Monterrey. Fernando Brito (Culiacán, 1975), quien empezó como fotógrafo de nota roja en Sinaloa y al ver cada día este dolor y cómo se sumaban los muertos inicia una serie de titulada Tus pasos se perdieron con el paisaje, donde retrata los cuerpos de personas asesinadas en medio de maravillosos paisajes, el cuerpo yace solitario no hay más espectador que la naturaleza y el ojo del artista que nos da una visión de la ausencia presente en las imágenes de violencia. Yael Martínez (Taxco, 1984), quien desde la experiencia familiar de desaparición y muerte violenta ha realizado la serie La casa que sangra, que acompañada con el audio de los testimonios de sus familiares me dejaron con una fuerte impresión de ausencia y dolor pero al mismo tiempo de la fortaleza.
¿Cómo empiezas a definir el tema de la violencia en tu obra, o por qué razón?
Llegué a México el 24 Agosto de 2008, el día 25 me encontré caminando por el centro del D. F. descubriendo el diario La Prensa con un titular que decía: 12 decapitados en Yucatán, yo venía a hacer mi maestría en cuerpos fraccionados en el arte, estudiando esculturas, cuerpos griegos y romanos en las colecciones de la academia San Carlos, a los dos días volví a ver la prensa y decía: Suben a YouTube video de la decapitación de los doce de Yucatán, entendí en menos de una semana que mi trabajo se iría por otro camino, el título de mi tesis de maestría terminó siendo La decapitación y su presencia en el imaginario visual contemporáneo: análisis de la narco violencia en México y su difusión mediática.
Vengo de Colombia, un país muchas veces catalogado entre los más violentos del planeta, pero no crecí viendo imágenes tan explicitas como las que puede ver un niño en un diario mexicano, un consumo accidental debo aclarar porque no lo compras, pero sí lo ves en los puestos de revistas mientras caminas. A partir de mi investigación encontré ciertos rasgos del género en la década de los cuarenta documentados en el libro Matar, Rematar y Contramatar de la antropóloga colombiana María Victoria Uribe. Curiosamente, a partir de que se agudizó el tema de la violencia en Colombia desapareció la nota roja. La gente ya no quería ver más muertos de los que aparecían en las calles. Además se firmó un acuerdo social en 1990 de discreción en los medios, de manera que si había que publicar imágenes de este tipo se hacía con detalles y en blanco y negro, política que sigue hasta la actualidad. De manera que mi trabajo surgió como una reacción al llegar y ver algo que para mí estaba fuera de mi experiencia de vida y consideré importante realizar una serie de obras que presentaran esta lectura subjetiva y que consideré importante compartir para la reflexión de quienes ven mis obras.
¿Existe mercado para la obra que aborda un tema tan complicado y a la vez necesario de tratar como la violencia?
Existe mercado para todo, existe Hollywood, existen las películas de terror, existe violencia en los cines a los cuales asiste la mayoría del público, y pagamos por ver esto en pantalla gigante.
Quería empezar esta respuesta con el cine porque los recientes hechos de violencia acontecidos en el mundo por parte de ISIS vienen acompañados de una producción de videos realizados con un altísima calidad, que pueden confundirse con una imagen del cine occidental. De manera que la violencia se ha apropiado del séptimo arte para difundir su mensaje de terror.
En cuanto a las artes visuales las piezas de arte político serias comprometidas siempre tendrán un acompañamiento institucional o privado que permiten su elaboración y difusión pues finalmente son detonadores de contenido y reflexión, de manera que existen quienes pretenden conservar este pensamiento.
Twitter: @uyohan