Año cervantino y quijotesco es 2015
No es de dudarse que para todos, no sólo para los melancólicos ni los solitarios ni los nostálgicos, Don Quijote, el magistral libro de Miguel de Cervantes, sea un remanso que en la cotidianidad espera para corear en nuestro alborozo, consolarnos en la pesadumbre, proponernos salidas en el hastío.
Si bien el Quijote se aviene a acompañarnos en la pesadumbre de la soledad, en el agobio de la melancolía y en el frustración de la nostalgia, lo creó Cervantes más que para mitigar esos estados de ánimo, para convertirlos en sus opuestos.
En el prólogo del genial libro cuya segunda parte cumple cuatro siglos en este 2015, un supuesto amigo le aconseja al autor: “Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla.”
Esas pocas palabras del consejo nos dicen que Miguel de Cervantes, al escribir el Quijote, pensaba revolucionar los ánimos de los lectores más diversos y conquistarlos con su gracia donairosa, su inteligencia habilidosa, su genio novedoso y su arte de malabarista de la palabra. En suma, pensaba en aligerar la cotidianidad de todos.
Había pues (hay), en la intención de Cervantes un profundo humanismo porque asume que él, como hombre, tiene la capacidad de transformar espíritus que en determinadas circunstancias se entregarían, se abandonarían a voluntades divinas, por cierto inciertas y, por perogrullada, fallidas.
Es grande la confianza de Cervantes en el hombre y por tanto en sus propias capacidades creadoras. Si pensamos en que estas ideas surgen de la celebración de la segunda parte del Quijote, entenderemos que esa confianza se asentaba en el sólido fundamento que es la primera parte.
Porque la primera parte, publicada en 1605, después de divertir y asombrar y conquistar con su ingenio a España, muy pronto lo hizo con no pocas naciones de Europa. En los años inmediatos a su primera edición el Quijote fue traducido a varias lenguas fuera de su país.
La segunda parte fue publicada en 1615, por eso este 2015 es de conmemoración quijotesca y cervantina. Es un año propicio para leer o releer el mayor y más famoso monumento de la literatura en lengua española (que es nuestra lengua, hay que recordarlo, para no parecer graffiti o sea grafiteros).
En la segunda parte se encuentran los sabios consejos de don Quijote a Sancho cuando el escudero va a gobernar la Ínsula Barataria; también, de corte político y burlesco, la aventura del rebuzno; el dramático capítulo de “Las Cortes de la Muerte”; el fino personaje del Caballero del Verde Gabán; el alborozo de la Cueva de Montesinos y muchas otros pasajes como los de los capítulos “donde se cuentan mil zarandajas” o el otro, “donde se cuenta lo que en él se verá”.
Los habitantes de la república de la televisión, los voyeristas de feisbuc, los cul… tivadores del futbol, los de colodrillo vencido por celulares y artefactos similares y los “desocupados” a quienes directamente se dirige Cervantes en el prólogo del Quijote, en el cuarto centenario de la segunda parte tienen un reto para encontrar esa otra forma de divertirse que se llama leer.
En todo el mundo, pero sobre todo en la parte donde hablamos la lengua de Cervantes, se estará conmemorando durante 2015 la publicación de la segunda parte del Quijote, un libro que por su genialidad sobrevivió a la burocracia real de su tiempo que le fijó el precio, le otorgó la fe de erratas, le concedió la aprobación en varias instancias (es decir, lo obligó a rebasar la censura) y le conquistó el privilegio real en aquel tiempo en el que la Iglesia católica y el rey podían determinar el destino de un libro. Disfrutemos esa azarosa herencia.
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