¿Armas de doble filo?
Sí, sí son una verdadera maravilla. Sí, nos mantienen conectados con nuestra gente querida que está lejos. Sí, hoy puedes presumir de ese viaje maravilloso, hacer pública la mesa que montaste con tanta ilusión y que tanto te costó, mostrarle al mundo lo buena que eres para decorar el árbol de navidad, exhibir tu desbordada alegría en la última cena que tuviste o lo bien que la pasaste en el concierto de anoche, hacerle creer al mundo que tu familia es feliz porque pusiste ese momento mágico donde todos se veían tan bien, poner las calificaciones de excelencia de tus hijos y sus momentos maravillosos en el país donde estudia.
Sí, hoy puedes poner tu ubicación exacta en el aeropuerto John F. Kennedy o en el de Cancún, hacer patente tu religiosidad compartiendo oraciones y calendarios litúrgicos, declararte defensor de los animales y clamar por ayuda, mandar mensajes sutiles -según tú- dirigidos a un blanco en particular, subir la receta del pastel que nunca vas a hacer pero que se ve riquísimo.
Sí, hoy puedes felicitar por el nacimiento, bautizo, primera comunión, quince años, boda, graduación, casa nueva, coche nuevo de alguno de tus contactos o incluso dar el pésame, mandar condolencias ante la muerte de alguien y no presentarte al sepelio, hablarles desde un muro a las personas que ya murieron.
Sí hoy puedes poner el último estudio fotográfico que te hicieron, declararte homofóbico o en franca sintonía con los movimientos pro derechos de la comunidad homosexual, mentarle la madre al político ruin que acaba de ser protagonista de un escándalo, compartir todos los chistes, 'memes', puntadas y hacer que alguien más ría.
Sí, hoy puedes revelar tu lado esotérico a través de lecturas, abrir tu cartera de amigos a todo el mundo, tomarte una 'selfie' cada día, narrar un partido de futbol a través de 140 caracteres.
Sí, hoy puedes buscar a tu hijo o a tu mascota perdida, pedir sangre para quien la necesita, denunciar el bache, la falta de alumbrado, al tránsito tranza, al policía corrupto, al funcionario grosero, al que se vendió por un fajo de billetes con ligas, a quien no trae placas; advertir de operativos, retenes, calles inseguras, robos, situaciones ilícitas.
Sí, hoy puedes poner el video motivacional que le puede cambiar la vida a alguien, anunciar tu negocio, recomendar la lectura de articulistas, opinadores o reflexionadores.
Sí, hoy puedes revelar tu estado de ánimo con una 'carita' que lo dice todo, avisar sobre el tiempo que hiciste en tu última carrera, exhibir tu flexibilidad, tus cuadritos, tus ojos, tu boca o lo que consideres más bello de ti.
Sí, hoy puedes vivir en las redes sociales, en ellas todo pasa, todo se sabe, todo se vuelve popular, todo se viraliza; sin calificaciones de bueno o malo, observar el fenómeno y pensarlo se vuelve obligado.
Los análisis se pueden hacer desde diferentes enfoques: psicológico, sociológico, mercadológico, de comunicación e información. No pretendo llegar a ello. Sólo darle estructura a algunas conclusiones personales, con las que puedes o no estar de acuerdo.
¿Tenemos verdadera necesidad de compartir nuestra vida con los demás sin poner, a veces, límites? Una de las principales recomendaciones que nos daban nuestros padres era la discreción, nos enseñaban a no ser presuntuosos, a ser humildes, a restringir el universo de las personas a las que les contabas tus cosas. Cuando íbamos a escribir una carta nos sugerían que no pusiéramos aquello de lo que más tarde pudiéramos arrepentirnos. A que no regaláramos fotos nuestras si no estábamos seguros del uso que se les iba a dar. En fin, que las restricciones para vivir eran muchas, creo que más allá de la “buena educación” estaba filtrado el miedo.
Pero ahora ocurre exactamente lo contrario. Cualquiera puede ser “amigo o amiga” de Facebook. Cualquiera puede tener información de lo que hacemos, a dónde viajamos, qué comemos, quiénes son nuestros amigos. Decimos exactamente lo que pensamos, a veces sin meditarlo. Presumimos todo, subimos un montón de fotos. Dejamos que a través del time line los contactos conozcan, sospechen, intuyan, sobre nuestras vidas. Si eso queremos pues adelante, pero si buscamos lo contrario más valdría ser reservados, hablar menos de nosotros mismos, guardar más nuestras alegrías, enojos y frustraciones.
¿Son las redes sociales arma de doble filo? No sé, tal vez sean sólo una expresión más sofisticada de nuestro gregarismo, o bien de la inseguridad que se traduce en el deseo imperioso que todos nos amen, que todos nos acepten, que todos nos aprueben.
ENTRESACADO: ¿Son las redes sociales arma de doble filo? No sé, tal vez sean sólo una expresión más sofisticada de nuestro gregarismo, o bien de la inseguridad que se traduce en el deseo imperioso que todos nos amen.