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'Avancen hacia atrás'

JUAN VILLORO

Para explicar ciertos fenómenos sociales, el filósofo Leszek Kolakowski citaba el grito con el que el conductor de un tranvía de Varsovia acomodaba a sus pasajeros: "¡Avancen hacia atrás!". La meta no siempre está adelante.

El futbol se ha enfermado de modernidad. Lo que empezó como un juego pertenece a la industria del espectáculo y la FIFA es una mafia que gestiona parques temáticos en nombre del deporte.

En Salvajes y sentimentales, Javier Marías entiende el futbol como la "recuperación semanal de la infancia", una actividad que remite a los primeros asombros, cuando los héroes todavía son posibles y las contiendas arrojan un resultado nítido.

La significación del futbol apunta hacia atrás, al niño que fuimos, o, en el plano colectivo, al origen de la vida en común, la tribu primigenia que usaba los pies en forma decisiva, la horda encandilada por el fuego, compacta y supersticiosa, dispuesta a apoyar a los que llevan el cuerpo marcado con ciertas rayas y no con otras.

Dos de los más conocidos evangelios de esta gesta (El futbol a sol y sombra, de Eduardo Galeano, y futbol. Una religión en busca de un Dios, de Manuel Vázquez Montalbán), destacan la simpleza esencial de un juego con pocas reglas, que se puede practicar descalzo y exige más picardía que predisposición atlética.

Lo mejor de este capricho convertido en negocio consiste en regresar mentalmente a la edad en que las cosas se hacen porque sí. En un sentido moral, el futuro del futbol está en su pasado.

¿Puede el balompié organizado recuperar su punto de partida? La final de la Champions ofreció un curioso contraste entre los jerarcas que beben brandy en las tribunas y sus inevitables protagonistas. Después de décadas de blindarse a toda investigación y preservar una cuidadosa opacidad fiscal, la FIFA fue puesta en evidencia. Hasta hace poco, la zona menos vulnerable del juego era el palco del honor; lo imprevisto sucedía en la cancha.

El futbol es tan peculiar que Estados Unidos participa ahí como país exótico. Su jugada más vistosa ha dependido del FBI. Para los amigos de las teorías conspiratorias, la indagación que derrumbó a Blatter y sus secuaces anuncia el interés de los norteamericanos por apoderarse del negocio.

Centrémonos en el presente: mientras el caos se impone en las oficinas, ¿qué pasa en el césped? Pocas veces el futbol ha sido tan tradicional como en el último partido de la Champions. Guiados por una misteriosa ley de las compensaciones, los protagonistas del torneo de mayor calidad evitaron toda sorpresa. Mientras la contabilidad de la FIFA pedía ser interpretada por la teoría del caos, los finalistas de la Champions actuaban con temple clásico. Durante 90 minutos participaron en una aventura del orden. Las inexplicables sumas y restas de los directivos contrastaron con la lógica del marcador.

A la final de Berlín no se llegaba por improvisación. Tanto la Juve como el Barça podían conquistar un triplete (Copa, Liga y Champions). El claro favorito era el Barcelona, y todo ocurrió conforme a lo previsto.

Una inversión simbólica se apoderó del futbol: los sobresaltos llegaron a las oficinas y desaparecieron del área chica. El Barça y la Juve confirmaron que aún existe la costumbre; hicieron exactamente lo que se esperaba de ellos.

Es posible que estemos ante una señal de que el futuro del futbol está en su origen, es decir, en sus protagonistas. No podemos volver a los tiempos en que una madre abnegada lavaba la sudadera del portero y los jugadores no cobraban por chutar al ángulo, pero es imprescindible que las decisiones sean tomadas por quienes han sentido en la piel los alaridos de la hinchada, conocen los padecimientos del vestidor y han sudado en beneficio de un equipo. Michel Platini se perfila como posible sucesor de Blatter y Luis Figo busca un cargo.

Una industria que depende de los consorcios televisivos, la guerra santa entre Nike y Adidas, los muchos patrocinadores y los gobiernos que apoyan los mundiales, nunca será del todo honesta, pero se puede parecer más a lo que ocurre en la cancha. Los directivos deben emular a los jugadores en la misma medida en que los jugadores deben emular su infancia.

Conviene recordar el grito donde Kolakowski descifró una clave sociológica. El destino del futbol viaja en tranvía: "¡Avancen hacia atrás!".

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