Pertenezco a una generación que creció en un país sin crédito. Pedir una hipoteca en un banco era arriesgarse a recibir una carcajada del gerente. Los apartamentos y las casas se compraban en una sola exhibición. El dinero de los bancos no se usaba para otorgar créditos a personas o empresas sino para financiar el déficit de gasto del gobierno.
Cuando finalmente los bancos tuvieron recursos para prestar al público, después de la privatización de 1991-1992, la devaluación de 1994 provocó el disparo de la inflación, un desplome de la actividad económica y la quiebra de virtualmente toda la banca mexicana, tanto privada como gubernamental. Para muchos que contrataron hipotecas a tasa variable, las únicas disponibles entonces, esto significó cubrir créditos que valían más que los inmuebles. Miles no sólo perdieron el dinero pagado sino también su hogar.
Hoy Scotiabank impulsa una hipoteca que llama 7 x 5 a tasa fija de 7.3 por ciento anual a cinco años renovables. BBVA Bancomer promueve una Hipoteca Joven a 10.1 por ciento y 20 años de plazo. Virtualmente todos los créditos hipotecarios se conceden ahora a tasa fija.
Los créditos personales y empresariales han venido creciendo con rapidez. El de tarjeta, un préstamo revolvente y a la palabra, por lo tanto caro, es cada vez más común. Compartamos, Coppel y Banco Azteca otorgan microcréditos, a veces de tres a cinco mil pesos, a personas a las que los bancos tradicionales no prestaban por sus bajos ingresos o por trabajar en la economía informal. Los bancos ya no están en el negocio de reírse de los suplicantes de crédito. Hoy se esfuerzan por buscar clientes.
Quizá no nos damos cuenta, pero estamos viviendo una edad de oro: "el mejor período de la historia" de la banca en México. Luis Robles, presidente de la Asociación de Bancos de México y presidente del consejo de BBVA Bancomer, me dice que en los últimos 13 años la cartera de crédito ha crecido a una tasa más de tres veces superior al PIB. En cambio, en los 12 años del desarrollo estabilizador, en las décadas de 1950 y 1960, la expansión fue de 2.5 veces el ritmo del PIB.
"Tenemos una banca muy sana, muy capitalizada, con una baja morosidad." La morosidad actual, de hecho, es de sólo 3 por ciento, si bien se eleva a 5 por ciento en tarjetas de crédito. "La banca le ha dado crédito a 320 mil pequeñas y medianas empresas -continúa Robles--. Si consideramos que el IMSS tiene 900 mil patrones registrados, esto significa que estamos otorgando crédito al 33 por ciento."
Los banqueros no son ni serán nunca populares. Desde hace milenios el banquero ha sido indispensable pero cuestionado o incluso odiado. Por eso la Biblia y el Corán prohíben la "usura" y por eso en la Europa medieval y renacentista se atacaba a los judíos que se dedicaban al crédito porque se les habían vedado otras actividades. Dramático ejemplo es el Shylock de El mercader de Venecia de Shakespeare.
La experiencia nos dice, sin embargo, que los países sin crédito no crecen a tasas razonables. Y México sigue teniendo una bancarización reducida en comparación no sólo con las economías desarrolladas sino con las de otros países de Latinoamérica.
Hoy estamos viendo una banca que compite y ofrece créditos a personas físicas y empresas y no sólo al gobierno. El crédito por sí solo no garantiza expansión. Pero sin crédito el crecimiento es imposible, y sin crecimiento no hay generación de empleos ni prosperidad.
TASAS NEGATIVAS
Las tasas bajas han ayudado a empresas y personas que contratan créditos y también al gobierno que es el mayor deudor de todos. Pero los ahorradores pierden dinero en cuentas con tasas negativas. No es culpa de la banca comercial sino de los bancos centrales. Las bajas tasas representan una transferencia gigantesca de recursos de los ahorradores a los usuarios de crédito.
Twitter: @SergioSarmiento