Por cómo corren los días, quizá politólogos y sociólogos deberían ceder la plaza a psiquiatras y psicoanalistas. Ciertos rasgos de esquizofrenia marcan el acontecer nacional y, en el maremágnum, cordura y delirio animan y frustran la esperanza.
Algo alivia, al menos, el otorgamiento del Premio Cervantes a Fernando del Paso.
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Derecho o delito. De la reacción primitiva ante la declaración de la Corte de inconstitucionalidad a la prohibición del cultivo, uso y consumo de marihuana, la administración pasó a la reflexión sensata: convocar a un debate.
Plausible la rectificación, la iniciativa del presidente Enrique Peña Nieto implica cuestiones interesantes. Uno, esta vez el equipo presidencial sí tuvo la sensibilidad de entender el problema como oportunidad, inteligencia no vista en otros asuntos que aún vulneran su posibilidad. Dos, encargar el debate a la subsecretaría de Derechos Humanos y no a la de Prevención del Delito perfila un concepto interesante: lo avizora como un derecho, no como un delito. Tres, el que Roberto Campa y no Arturo Escobar sea el funcionario responsable de llevar a cabo esa tarea es un acierto. Ambos tienen el mismo rango, pero no la misma entereza política y calidad moral. Enhorabuena. Ojalá no se tuerza el debate.
Lo mejor: El otorgamiento del Premio Cervantes a Fernando del Paso reconoce a un tipo de intelectual en peligro de extinción: aquel que goza y desarrolla el talento omnicomprensivo, hace gala de genio en la escritura y se da el lujo de no renunciar al uso lúdico de la inteligencia.
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Un cerro de arena, base de una montaña de corrupción. El deslave del cerro donde se asienta el residencial Vista del Campo en Santa Fe, al poniente de la capital de la República, exhibe la voracidad de algunos desarrolladores inmobiliarios y la corrupción de algunos funcionarios que, sin importar la condición o la clasificación del suelo, ven oro en cada predio. Es clave el estudio geológico para determinar si los vecinos que invirtieron, ahí, parte de su patrimonio, pueden ocupar o deben desalojar los departamentos pero, por razones de justicia, es fundamental indagar por qué y quién autorizó desmontar y fincar esa colina. El deslave de hoy, ¿es la corrupción de ayer?
Lo mejor: Si en algún momento la escena literaria la acapararon sólo quienes las capillas reconocían como los grandes escritores mexicanos, el tiempo puso en su lugar a Fernando del Paso. Es una fortuna que, hoy, con cierto retraso, se reconozca su brillo.
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La patria no es primero, primero es el distrito. Si ante la oferta de recibir prebendas y beneficios a cambio de traicionar la causa, Vicente Guerrero lanzó el adagio "la patria es primero", a cambio de recibir prebendas y beneficios, a coro, los diputados lo redujeron a "el distrito es primero".
Crisis económica o no, los diputados no pueden con la obsesión de contar con un presupuesto de bolsillo y beneficiar a sus clientelas sin renunciar a la posibilidad de llevarse una tajada. Si el Ejecutivo eliminó el fondo de donde los diputados sacaban su moche, el Legislativo lo repuso bautizándolo de otro modo y, por si no alcanzara, agregó uno nuevo que, sin duda, fortalecerá su cartera. Los diputados manejarán a capricho ¡treinta mil millones de pesos! Nada les importa a ellos ni a sus partidos la situación económica ni el reclamo social demandando el manejo sensato de los recursos. Cuál patria, primero es el distrito o el municipio.
Lo mejor: El gran medievalista mexicano Luis Weckmann, autor de La herencia medieval de México, miró con celo a Fernando del Paso cuando éste escribía Noticias del Imperio y él pretendía explorar, en Bruselas, los archivos de Carlota y Maximiliano. Lo devoraba que un literato pisara sus supuestos dominios. Sin embargo, cuando apareció la novela, el medievalista reconoció en privado la investigación del escritor y la maestría de su pluma.
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Los que estén a favor, levanten la mano... perdón, manden su tweet; los que estén en contra, váyanse al... Congreso. El gobernador neoleonés, Jaime Rodríguez, sigue dando de qué hablar y, hasta hoy, se admira su reciedumbre ante los adversarios, reconociéndola como la nervadura de su independencia ante la clase política. Lo paradójico es que, desplantes semejantes en otros políticos, se tachan de populistas. El límite y el horizonte de fincar en la consulta popular las grandes decisiones políticas aún no se establece y, por lo mismo, está en el aire qué tan bronco o qué tan dócil terminará siendo el gobernador. Equilibrar representatividad popular y factores de poder exige gran carisma pero también aguda inteligencia, cordura y firme convicción.
Lo mejor: Distinto a la mayoría, Fernando del Paso siempre privilegió el sentido de la búsqueda y no la consagración del hallazgo que, a veces, liquida al creador. Palinuro de México y Noticias del Imperio son sus obras maestras, pero Linda 67 reivindica la osadía de jugar sin miedo con la inteligencia, y la compilación El va y ven de las Malvinas, en su poca explorada incursión en el periodismo, enaltece el análisis de coyuntura hecho bajo la presión de la entrega contra reloj.
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Ejerzan su autoridad... pero no mucho. Es curioso, por no decir esquizofrénico, demandar el ejercicio de la autoridad contra quienes, sobre la base de exigir una prebenda o practicar un derecho, bloquean carreteras, plazas o avenidas y vulneran derechos de otros y, luego, cuando la autoridad procede, reclamarle haberlo hecho. Conciliar la libre manifestación sin vulnerar el libre tránsito no es fácil. La clave de ese balance lo fija, con frecuencia, el derecho de audiencia y el profesionalismo en el uso de la fuerza por parte de la autoridad. Sin embargo, es de locos exigir el ejercicio de la autoridad y, luego, quejarse por hacerlo.
Lo mejor: Fernando del Paso está entre nosotros, es obligado reconocerlo y rendirle honores.
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Vengan los psiquiatras y los psicoanalistas con dotes en el análisis político y social a explicarnos cómo entender al país... y vaya una gran felicitación a Fernando del Paso.
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