"Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie".
Giuseppe Tommaso di Lampedusa
Sorprende el triunfo de la Mesa de Unidad Democrática de oposición de Venezuela en la elección del 6 de diciembre, no porque las encuestas no hubiesen adelantado que tendría un apoyo de 70 por ciento de los ciudadanos, sino porque el gobierno hizo una campaña en la que aprovechó de manera indebida sus poderes, porque el sistema de votación electrónica de Venezuela no deja rastro de papel y hay dudas sobre su integridad y porque el presidente Nicolás Maduro dijo que tomaría las calles con sus simpatizantes para "defender la revolución": "Sé que vamos a triunfar -dijo días antes-, pero si pasara una circunstancia negativa yo me iría a las calles a luchar con el pueblo como siempre lo hice."
Quizá Maduro se dio cuenta de que no podía desconocer un triunfo tan contundente de la oposición. Tal vez sus declaraciones eran simples desplantes para asustar a los votantes. Aunque quizá la respuesta es más sencilla: si bien la derrota en las elecciones parlamentarias es dolorosa, Maduro sabe que el verdadero reto tendrá lugar en 2018 en la elección presidencial. En Venezuela, la concentración de poderes en la figura presidencial es enorme.
Al convertirse en el grupo dominante en la Asamblea Nacional, la Mesa de Unidad Democrática tendrá que asumir al menos un grado de responsabilidad por las medicinas que deben aplicarse en Venezuela. La economía venezolana ha sido la peor administrada en el mundo en los últimos años lo que ha provocado una inflación galopante, una generalizada escasez de alimentos y productos básicos, el desplome del tipo de cambio, una inversión productiva nula y un creciente desempleo. A esto hay que añadir el agravamiento de un problema de inseguridad que ha hecho de Venezuela uno de los países más inseguros y violentos del mundo.
La Mesa de Unidad Democrática tendrá probablemente una mayoría de dos terceras partes en la Asamblea Nacional. Esto le permitirá liberar a los presos políticos, entre ellos a Leopoldo López, uno de los más conocidos dirigentes de la oposición. Tendrá control también del presupuesto y podrá bloquear propuestas legislativas del presidente. Pero Maduro sigue teniendo enormes poderes además de contar con el control de todas las instituciones del Estado incluyendo los tribunales y las fuerzas armadas.
Para resolver los problemas económicos de Venezuela se requieren medicinas que serán muy dolorosas pero que resultan inaplazables. La gasolina, por ejemplo, se vende a 34 centavos de peso mexicano por litro (2 centavos de dólar, globalpetrolprices.com) o menos si se utiliza el tipo de cambio real en vez del oficial. Este precio ha generado una sangría enorme en las finanzas públicas nacionales. Será indispensable elevarlo cuando menos 40 veces, a unos 80 centavos de dólar por litro, pero esto puede generar protestas populares que seguramente serán aprovechadas o azuzadas por el propio Maduro, que le echará la culpa a la Asamblea.
De igual manera será importante unificar los cuatro tipos de cambio, pero esto llevará a una depreciación brutal del tipo de cambio oficial que se utiliza para las importaciones y el resultado será un salto inmediato en la inflación. El problema es que sin estas y otras medidas será imposible tener inversiones que permitan la recuperación de la maltrecha economía venezolana.
Maduro está tomando la decisión correcta. No le conviene resistirse al cambio. Al contrario, la estrategia más inteligente es mostrarse resignado para lograr que las cosas no cambien. y que él mantenga el poder real en 2018.
El PT logró más del 12 por ciento de los votos en el distrito 01 de Aguascalientes este 6 de diciembre, pero no porque súbitamente hubiera ganado una gran popularidad. Los partidos de izquierda no presentaron candidatos y pidieron el voto a favor del PT con lo que éste mantuvo su registro federal. El chiste nos costará mucho a los ciudadanos. Nada más en 2015 el PT recibirá 389.7 millones de pesos.
Twitter: @SergioSarmiento
