Debo empezar por escribirle mi reconocimiento a El Siglo de Torreón por la libertad de expresión de sus editorialistas y a todos aquellos que pudieran sentirse agredidos o denunciados por los "Diálogos" que entrego cada semana; nunca, en más de quince años de escribir en los medios locales he recibido una recomendación, advertencia, comentarios negativos -intelectuales y de criterio- y mucho menos censura sobre lo que he escrito. Quizá sea por mi nivel regional o por la poca trascendencia que pudieran tener mis posturas expresadas por este medio, pero le afirmo con toda honestidad que desconozco lo que llaman censura.
Siendo así, le comparto mi opinión en el caso de Carmen Aristegui y su despido laboral ejecutado por Grupo MVS-Radio.
Sé, por editorialistas nacionales, de la coerción en la libertad de expresión que dicen existe y tengo mis temores al respecto con el sentimiento de que puede haber mucha de verdad, especialmente en algunos casos donde se ofenden intereses políticos o se acusa a las autoridades de ejercer presión de diferentes maneras para que los empresarios de la comunicación callen a comentaristas o "sequen" plumas de escritores.
El acontecimiento previo, de resonancia nacional, fue el de Pedro Ferriz y el desprestigio al que fue sometido, -orquestado o no- por medio de un mensaje electrónico. Al intervenir en su vida personal para eliminar su opinión profesional es, en todo caso, una verdadera afrenta a la persona y la liberad a decir su verdad; recuerde aquello dicho por Voltaire: "No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo".
Desde luego que debemos reconocer la valentía y fuerte convicción de la periodista; pocos profesionales de los medios pueden declararse libres de compromisos políticos o empresariales en su labor de informar y eso ya le había costado otros desencuentros, caso de su relación con Televisa.
Profesionales como ella hacen falta al México desbocado en rumbo a la anarquía y la quiebra económica, y su salida de la empresa MVS es un agravio a la libertad de expresión, pérdida para la empresa, para la propia carrera de Carmen y para todos nosotros, que dejaremos de estar enterados de las noticias con su muy particular estilo.
También debemos anotar las relaciones con el sistema económico político nacional de los propietarios de la empresa y recordar aquello de "nadie está enojado con su dinero", lo que sabemos sería afectado -en caso de existir tal represión- si como consecuencia de la transparencia y la expresión de la verdad no recibiera publicidad en plenas campañas políticas en México. Ese es otro tema escabroso que incluye a la moral y la ética.
Lo que ha quedado del caso, más o menos definido, es el uso indebido del nombre de la empresa en un proyecto de denuncia pública, como lo es MéxicoLeaks que manifiesta su interés por la denuncia de la corrupción.
La ferocidad con la que actuó la empresa, primero despidiendo a dos colaboradores y luego cambiándole las reglas de operación y trabajo a la periodista libre es, también, una actitud radical que mueve a la sospecha.
Pienso que el choque entre la profesional del periodismo -altamente reconocida y galardonada con anterioridad- y la empresa, contó con el condimento de la radicalización; ella, al poner un "ultimátum" al patrón, exigiendo el regreso de los despedidos y MVS presionando desmedidamente para orillar a Carmen a la renuncia, que al no darse se transformó en despido.
Es claro que faltó prudencia en ambas partes.
Cuando confronté la situación en un plano eminentemente laboral, comprendí un punto de vista que debía tomar en cuenta:
¿Qué empresa -el cualquier giro- permite que se use su nombre en relaciones que no ha evaluado y aceptado? ¿Qué empresario o dueño de negocio estaría dispuesto a aceptar condiciones laborales impuestas por cualquier empleado? ¿Cuáles serían las consecuencias en una u otra decisión?
Con ese radicalismo en que se dio el conflicto, la suerte y sus consecuencias quedaron selladas al no haber posibilidad alguna de negociación, ya que para solucionar el caso debía haber un perdedor completo, postura que ninguna de las partes aceptaría. Piénselo como simple cuestión de integridad personal profesional o empresarial.
A pesar de todo, la duda queda sembrada y en nuestro ambiente de desconfianza queda flotando la posibilidad de represión a quienes informen la verdad a los mexicanos, algo inaceptable.
Nosotros quedamos obligados a seguir enterándonos para formarnos un criterio válido.
Piense que la libertad es un derecho fundamental de los humanos del presente siglo, a la que que no podemos ni debemos renunciar ante cualquier circunstancia y que debemos exigir a los medios conocer de ellos la verdad comprobada y que luchen por ella.
Espero, aunque sea con el paso del tiempo, que conozcamos la verdad. ¿Qué piensa?
ydarwich@ual.mx