Dos hombres armados con armas automáticas atacaron ayer las oficinas del semanario satírico Charlie Hebdo en París y dejaron a 12 personas muertas, incluyendo a dos policías. La revista, que se caracteriza por burlarse de virtualmente cualquier institución o personaje, ha sido muy cuestionada en la comunidad islámica por mostrar caricaturas del profeta Muhammad o Mahoma. Testigos del ataque de ayer apuntan que los terroristas gritaron después del ataque: "Hemos vengado al profeta Muhammad."
La revista y sus colaboradores han sido amenazados y atacados muchas veces en el pasado. Sus instalaciones fueron quemadas en 2011. El portal de Internet de la revista ha sido objeto de ataques informáticos. Hasta la fecha Charlie Hebdo se ha negado a modificar su línea editorial.
No hay duda del carácter provocador de la revista. Muchas de las caricaturas que publica buscan abiertamente ofender. Sus críticas a todas las religiones son constantes. Quizá los católicos ya no se inmutan, pero para la comunidad musulmana dentro y fuera de Francia las caricaturas de Muhammad han sido fuente de angustia, irritación y advertencias de venganza. El ataque de ayer señala que las advertencias no eran vanas.
El presidente francés François Hollande, quien se encuentra en un momento de gran impopularidad personal, se presentó ayer en el lugar de los hechos y declaró que el ataque había sido un "acto terrorista" de "excepcional barbaridad". Varias personas han sido "asesinadas de manera cobarde", afirmó. "Estamos siendo amenazados porque somos un país de libertad."
El ataque hará que se renueven en Francia y otros países las discusiones de fondo sobre los límites de la libertad de expresión. Mucha gente se siente molesta ante las burlas y ofensas de Charlie Hebdo y considera que la libertad de expresión no debe alcanzar el extremo del insulto o la descalificación.
A pesar de la tradición de Francia como país de libertades, las normas francesas establecen límites a la libertad de expresión. La Ley Gayssot de 1990 prohíbe cuestionar la existencia del holocausto o de los crímenes de lesa humanidad. Tales crímenes se convierten así en dogma de fe antes que en hechos históricos que puedan ser controvertidos con indicios y pruebas.
La legislación en Francia también prohibió en 2010 el ocultamiento del rostro en lugares públicos. La medida está destinada fundamentalmente a eliminar los velos o las burqas que portan algunas mujeres de fe islámica. Los legisladores franceses establecieron, curiosamente, una excepción para las máscaras en carnavales, aunque la prohibición sí se aplica a manifestantes que se cubren la cara con pasamontañas. Ni el subcomandante Marcos ni nuestros anarcos podrían marchar libremente por las calles de París.
La libertad de insultar no suele aplicarse de manera consistente ni en Francia ni en otros países. Los mismos grupos que defienden las caricaturas ofensivas del profeta del Islam se muestran escandalizados si las burlas se hacen a personas de raza negra o a judíos. De hecho, la legislación en Francia prohíbe el lenguaje racista desde 1972.
Mi posición personal es que el Estado debe defender la libertad de insultar como parte del derecho a la libre expresión. Pero no debemos sentirnos sorprendidos ante las reacciones violentas que el insulto suele provocar. Los terroristas que atacaron el Charlie Hebdo son criminales porque cometieron homicidios en vez de responder a las caricaturas con insultos o argumentos. Sin embargo, mucho ayudaría que un país que se precia de sus libertades realmente respetara éstas de manera consistente. No se puede defender el derecho a insultar en unos casos y en otros no.
APATZINGÁN
La muerte de 12 personas en París por el ataque al Charlie Hebdo fue noticia ayer en todo el mundo. En cambio nadie prestó atención fuera de México a la muerte de 11 personas en Apatzingán. Las matanzas son demasiado habituales en México y en Michoacán.
Twitter: @SergioSarmiento