Un día 7 de marzo los elefantes sintieron la muerte de su protector. La gente no se puede explicar cómo fue que tras su deceso, dos manadas de paquidermos salvajes de distintas regiones en Sudáfrica, atravesaron Zululandia durante dos días, hasta llegar a la casa de quien les había salvado la vida para agradecerle y despedirlo. ¿Cómo lo supieron?
Los seres humanos estamos tan saturados de ruido y tecnología que hemos olvidado la conexión con la naturaleza y todo lo que ella tiene que enseñarnos. Hemos creído, sin pensarlo dos veces que, tanto las plantas como los animales, carecen de ciertas cualidades y habilidades. Lo cierto es que basta observarlos para darnos cuenta de que tienen capacidades que nosotros, los humanos, todavía no hemos alcanzado a comprender.
Lawrence Anthony, un espíritu libre y protector de animales salvajes, mejor conocido como "El Murmurador de Elefantes", vivía en Thula Thula, una reserva de vasta extensión en el centro de Zululandia o Reino Zulú, que es el hábitat de muchos animales salvajes.
-¿Le interesaría adoptar una manada de nueve elefantes? -escuchó la pregunta del otro lado de la línea. Se trataba de Marion, la directora de una asociación protectora de elefantes y a quien no conocía-. Si en 15 días nadie los acepta, morirán. La verdad es que nadie los aguanta por agresivos y destructores -continuó la mujer-. La líder de la manada se ha vuelto experta en tumbar cualquier barrera, incluso es capaz de sostener con los colmillos los alambrados con alto voltaje y aguantar la descarga, para que ella y su manada puedan escapar.
Conocido por su habilidad para calmar a elefantes agresivos, Lawrence ya tenía sus propios y variados problemas, sin embargo, le conmovió el valor de la elefanta líder y, cuando escuchó la palabra "morirán", decidió jugársela y aceptarlos.
-¿Estás loco? -le protestó su gente. Esta manada odiaba a los seres humanos, no sin razón. Años atrás, la mitad de su grupo había sido asesinado, dejando a un elefante bebé y a varios pequeños sin sus padres.
Una vez decidido, Lawrence y su equipo se apresuraron a cercar la propiedad con un alambrado eléctrico de 8000 volts, suficiente para echar atrás -valga la expresión- a un elefante. Desde su arribo, Nana, la matriarca de la manada, se mostró agresiva y violenta y logró derrumbar la cerca para escapar. Pero los elefantes fueron atrapados nuevamente. Lawrence trató todo, nada funcionó. Hasta que un día en lugar de matarlos, decidió dejar su casa e irse a vivir con ellos.
-Para salvar su vida, tengo que hablarles y darles de comer. Sobre todo, tenemos que conocernos, tenemos que convivir día y noche -se dijo y así lo hizo, además comenzó a tocarles la armónica, todo lo cual funcionó, tal como lo describe en su libro The Elephant Whisperer.
Después le ofrecieron otro elefante "problema" que se había quedado solo después de que habían matado o vendido al resto de su manada. Tuvo que iniciar todo el proceso una vez más, hasta que se ganó su confianza. Y así, poco a poco, este hombre adquirió su reputación y fama.
-Los elefantes no pueden comprender una computadora, pero tienen una comunicación, física y metafísica que dejaría a Bill Gates con la boca abierta. De muchas maneras, nos llevan la delantera notoriamente -afirma Lawrence.
Debido a éste y otros ejemplos estoy convencida de que todas las especies vivas intentan comunicarse entre sí y con nosotros. Si las escucháramos, aprenderíamos mucho. Sólo hay que tener el corazón abierto para darnos cuenta de que el mensaje está en el viento. ¿Lo escuchas?