Hace unos días mi carro empezó a hacer un pequeño ruido, nada exagerado, pero inusual de cualquier modo. De inmediato lo llevé al taller mecánico, ahí el encargado me dijo que la bomba de agua no funcionaba bien. Me pidió dejarle el carro esa mañana y que en la tarde estaría listo. Así lo hice, en la tarde regresé al taller y todo estaba resuelto, pagué el servicio y agradecí la eficacia.
El mecánico pudo haber mentido y hecho trampa, pudo tratarse de un simple cable mal conectado, de un fusible de cinco pesos o de un tornillo desajustado. No lo sé y aunque posteriormente pregunté a un experto su opinión y reafirmó lo dicho, yo no tengo modo de saber a ciencia cierta lo que realmente aconteció. Por lo pronto a mí no me queda más que confiar en la palabra del mecánico, no tengo más opción.
Dicen los teóricos que la confianza es un gran reductor de la complejidad en las sociedades contemporáneas. No podría ser de otro modo, no podemos saber todo de todos.
Pero la realidad es muy diferente. Los acercamientos que se hacen en el tema muestran que la confianza en nuestras sociedades no pasa por su mejor momento, antes bien la moneda corriente es la total desconfianza de todos para con todos, instituciones, personalidades y hasta los vecinos.
Tanto la Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas, 2012, como los diversos acercamientos que periódicamente hace Parametría muestran que estamos perdidos, que la gente no confía en la gente.
En una escala del 0 al 10, donde 0 es nada y 10 es mucho, la muestra consultada dice que la institución mejor calificada es la familia, con apenas 7.8 y de ahí para abajo médicos, iglesia y maestros. El vecino sale calificado con un 5.8 y claro, los partidos políticos tiene 4.4, sólo superados con una décima en desprestigio por ¡la policía!
Quizá no es para menos, las personas concretas sufren los fenómenos globales, reciben los peores impactos, pagan las consecuencias. La crisis, que suponía un momento de transición llegó para quedarse, es parte de nuestra vida cotidiana. Así el desempleo, la inseguridad, la apatía política, la corrupción, el cinismos, la lentitud institucional van haciendo mella en el estado de ánimo social, la desconfianza se generaliza, la credibilidad desaparece y ya.
De repente supimos que tenemos una deuda de millones de pesos y que tendremos que pagar en los próximos 30 años y aun así seguiremos debiendo. El margen de acción se reduce ante una realidad tan contundente.
Contratos Higa, casas blancas y una serie de evidencias puestas al parecer a propósito. Pasa en todos los niveles, una serie de macro proyectos municipales echados a andar con no se sabe que voluntad, con manejos financieros completamente opacos, con discrecionalidad de titanes.
Partidos políticos que antes de hacer un acto de contrición y reemprender el camino, parecen estar peor de extraviados. Ni a cual irle, un partido cambia de dirigencia, pero sin apuesta, antes bien asegura que todo tiempo pasado fue mejor y elige al símbolo de la restauración. Los otros que ni adversarios necesitan, porque se aniquilan entre ellos a sí mismos, gran capacidad de autodestrucción. Y las izquierdas encaprichadas en el comportamiento tribal.
A los políticos se les nota más, pero todos estamos involucrados. Una opción es el cinismo, pero tenemos más. Pedro Kumamoto, primer candidato independiente triunfador de la elección para ocupar un lugar en el congreso local del Estado de Jalisco, que estuvo hace unos días de visita en la Comarca Lagunera, comparte que el primer paso para cambiar es imaginar que las cosas pueden ser de otro modo. Quizá tenga razón.
De esto seriamos capaces si como dicen los sicólogos, salimos de nosotros mismos. No es tan complicado de decir, ¡de lengua me como un plato!, en cambio sí que es mucho más complicado de hacer. Busquemos un pretexto, una causa común: separar la basura, sembrar hortaliza en nuestros huertos domésticos, gestionar el alumbrado de la cuadra, arreglar los espacios comunes y así por el estilo.
La solución no va a venir de afuera ni de arriba. Tampoco pensemos que vamos a solucionar de un plumazo todos los problemas del país, ni siquiera quizá los de nuestra colonia o barrio, pero sí que podemos vivir la vida con dignidad, eso sí es elección. No es poco.
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